El escritor danés Jussi Adler-Olsen (Copenhague, 1950) dio inicio en el año 2007 a una interesante serie de novelas policiales (publicadas en España por la editorial Maeva) protagonizadas por dos inspectores no muy bien vistos por sus superiores que acaban desterrados al departamento Q, especializado en eso que los anglosajones denominan cold cases (casos fríos); o sea, viejos crímenes que nunca se han resuelto, que a nadie le importan y con los que se puede basurear a los pobres Carl Mork y Assad, al primero por ser un cenizo y un beodo depresivo y al segundo por ser de origen árabe.
En 2013, las aventuras de estos dos desgraciados (que no se acaban de llevar del todo bien, pese a la bondad innata de Assad, por culpa del mal carácter de Mork) fueron llevadas al cine con la primera película de una saga que va ya por la sexta entrega. Las cuatro primeras pasaron por los cines españoles, pero duraron una semana en cartel, no las vio nadie, la crítica las ignoró y, afortunadamente, tuvieron derecho a una segunda vida en televisión, cuando Movistar las incluyó en su parrilla.
La más reciente, Sin límites (2024), acaba de ser colgada en esta plataforma de streaming (se han ahorrado, como con la anterior, El efecto Marcus, del 2021, el inútil trámite de exhibirla en salas: total, todos los fans de la serie que conozco, empezando por mí mismo, han disfrutado de Los casos del departamento Q en la televisión) y mantiene muy alto el listón habitual, aunque los personajes principales hayan cambiado un poco con el paso del tiempo y, sobre todo, por la sustitución de los protagonistas de las primera entregas, Nikolaj Liekaas y el redundante Fares Fares, espléndido actor sueco de origen libanés, por Ulrich Thomsen y Zaki Youssef, a los que se ha enganchado una atractiva novata llamada Rose a la que da vida Sofie Torp.
Con la sustitución se ha perdido también el tono deprimente y siniestro que distinguía a las cuatro primeras entregas de la serie: Misericordia (2013), Profanación (2014), Redención (2016) y Expediente 64 (2018). En ese sentido, El efecto Marcus y Sin límites son unos thrillers algo más convencionales que los cuatro anteriores, pero de una eficacia indudable. Con el problema añadido, eso sí, de que nos habíamos acostumbrado a los caretos de los señores Liekaas y Fares y nos sorprende un poco verlos sustituidos por los de Thomsen (inolvidable en su papel del siniestro Kai Proctor en la serie norteamericana Banshee, a la que algún día, les aviso, habrá que volver porque pasó injustamente desapercibida) y Youssef.
Con los nuevos actores (y la inclusión de la novata Rose) se ha perdido un poco aquel tono solemne, severo, deprimente y angustioso que suele ser la razón de ser de todo producto del Nordic Noir que se precie. A cambio, yo diría que se ha logrado llegar a un público más amplio o que, por lo menos, esa es la idea. En cualquier caso, la recién colgada Sin límites, ambientada en una isla danesa cuyo jefe de policía se vuela la cabeza el día de su jubilación sin que nadie entienda muy bien por qué, es un dignísimo entretenimiento con un punto de folk horror gracias a una secta destructiva (¿las hay de otro tipo?) que se ha instalado en el islote, donde goza de una tolerancia notable para sus cosas, que no tienen nada que ver con su supuesto culto a Osiris y su búsqueda de la luz interior de los desdichados que se apuntan al tocomocho espiritual.
Mantenerse en tensión
El principal interés de Sin límites consiste en la posibilidad de despertar el interés del espectador por la saga del departamento Q, echar la vista atrás y descubrir, si no se había hecho hasta ahora, las cuatro sensacionales entregas anteriores a la sustitución de los protagonistas. Yo he visto un par de veces cada una de ellas y no descarto tragármelas una tercera. Tienen algo muy adictivo, aunque tal vez haya quien las considere excesivamente siniestras, tanto en la trama criminal como en lo relativo al factor humano. La química entre Liekaas y Fares brilla por su ausencia en las dos últimas películas de la serie, que pueden servir para entrar sin excesivo quebranto en el mundo tenebroso de las cuatro primeras, que son las que realmente valen mucho la pena. Y los que ya las conozcan, tampoco les harán ascos a las dos más recientes, que te mantienen en tensión a lo largo de todo su metraje.
En resumen, Sin límites es un caso más del departamento Q para quien lleva siguiendo la serie desde el principio, pero puede llevar a quienes no la conozcan a regresar al año 2013 y empezar a disfrutar de las adaptaciones del señor Adler-Olsen desde el principio. Devotos del Nordic Noir que nunca os hayáis asomado al departamento Q, aprovechad la oportunidad, que la serie completa está a vuestro alcance en Movistar.