Cuando murió Anita Pallenberg (Roma, 1942 – Chichester, Reino Unido, 2017), su hijo Marlon encontró unas memorias que la difunta nunca tuvo la menor intención de publicar. Sobre ese punto de partida, las cineastas Svetlana Zill y Alexis Bloom han fabricado un estupendo (y también muy triste) documental que Movistar acaba de colgar en su parrilla y que debería servir para que quienes siempre consideraron a la señorita Pallenberg una desocupada y una groupie de lujo cambien de opinión y descubran a la muy interesante mujer que rodó algunas películas, pero básicamente es recordada por sus relaciones sentimentales con Brian Jones (1965 – 1967) y Keith Richards (entre 1967 y 1980). El título original del largometraje es Catching fire: the story of Anita Pallenberg (Ardiendo: la historia de Anita Pallenberg), pero el responsable de traducirlo al español debe ser de los que se quedaron con la imagen de Anita como una especie de parásito de los Stones: Anita Pallenberg, la musa de los Rolling (decisión cazurra por partida doble: quedarse en lo de “musa” y llamar Rolling a los Stones, algo que no se hace en España, salvo en círculos irreductibles, desde principios de los años 70).
Afortunadamente, el título español no invalida un excelente documental que ofrece un completo retrato de una mujer de su tiempo (como su gran amiga Marianne Faithfull, que aún sigue entre nosotros, venturosamente) que sí, se lio con dos Stones, pero tuvo un potencial artístico que no pudo desarrollar del todo porque, a la hora de la verdad, Keith Richards prefería que se quedara en casa cuidando de los niños, Marlon y Angela, mientras él se iba de gira con los amigotes. En Catching fire, la peripecia vital de Anita se explica a través de textos en off de su autobiografía (muy bien leídos por Scarlett Johanson), comentarios, también en off, de Marianne Faithfull y Keith Richards, y entrevistas con los hijos supervivientes (el tercero, Tara, murió siendo un bebé, lo que precipitó la ruptura definitiva de una relación que llevaba cierto tiempo yéndose a pique por la adicción de Keith y Anita a la heroína).
Hija de una pareja de alemanes extremadamente conservadores, Anita Pallenberg abominó muy pronto del ambiente familiar, como el espíritu libre, tan de los 60, que era. Rodó una película con Volker Schlöndorf en Alemania (el veterano cineasta habla de ella con mucho cariño), inició tímidamente una carrera de modelo y actriz, se plantó en Nueva York, donde se trató con Andy Warhol y los frikis de su célebre Factory, se largó a Londres y se lio con Brian Jones, para descubrir que ese muchacho tan sensible (excelente instrumentista, pero negado para la composición: uno de sus muchos dramas) era en realidad un borracho violento y depresivo al que se le iba la mano con cierta frecuencia. En Keith Richards encontró, según sus propias palabras, a un buen tipo, honesto y cariñoso, pero con tendencia a dejarse arrastrar por un lado oscuro que lo llevó al alcoholismo y a las drogas (en ese sentido, resultan desoladoras las secuencias filmadas en Francia, durante la grabación de Exile on Main Street, en las que se ve a los Stones muy pasados de vueltas, aunque no tanto como la docena de gorrones que se pasaban la vida revoloteando a su alrededor, mientras los pobres Marlon y Angela se han quedado fritos en el suelo sin que nadie tenga el detalle de meterlos en la camita y contarles un cuento).
En plena combustión
Contra lo que pueda parecer por lo escrito hasta ahora, Catching fire no es una fábula moralista sobre el consumo de drogas y los peligros a los que se enfrenta una chica empeñada en ser su propia persona. Los textos que recita Scarlett Johanson dejan bien claro que Anita sabe que metió mucho la pata, pero lo acepta como parte de una historia personal que, como casi todas, tuvo sus buenos y sus malos momentos. Lo que ves es lo que hay: una mujer enfrentada a la generación de sus padres, como tantas otras en aquella época (y puede que en todas), que intentó ser actriz (Barbarella, de Roger Vadim, y Performance, de Donald Camell y Nic Roeg, son, probablemente, las dos más recordadas) y acabó convertida a su pesar en una ama de casa que al final ya solo compartía con su compañero la adicción a la heroína, pero logró salir de esa jaula dorada, limpiarse de drogas y vivir tranquilamente hasta una edad bastante avanzada.
Anita Pallenberg y Marianne Faithfull fueron las it girls del Londres de los años 60 y de su amistad es fácil inferir que llevaron vidas paralelas: relaciones con Jones y Richards la primera, con Jagger la segunda; adicciones fatales (Faithfull pasó unos cuantos años durmiendo en la calle); carreras boicoteadas por sí mismas y su entorno (aunque Marianne logró tener una trayectoria musical brillante, desde sus inicios de Françoise Hardy a la inglesa hasta sus espléndidos álbumes de madurez); y una actitud típica de su época que sirvió de inspiración, probablemente, a muchas chicas de todo el mundo.
Pallenberg no fue solo la novia de Brian Jones y de Keith Richards, aunque ellos la consideraran así (el primero a lo bestia y el segundo con más dulzura y humanidad). Fue una chica muy lista que hizo lo que pudo con la libertad que ella misma se había otorgado, y ver el documental que se le ha dedicado (trufado de imágenes inéditas, filmaciones domésticas y fotos que yo no había visto nunca) es asomarse a los años 60 y a una de las personas que mejor los representó: una mujer que, como indica el título de la película, vivió permanentemente en plena combustión.