La miniserie británica Baby reindeer (Mi reno de peluche) ha sido uno de los mayores éxitos internacionales de Netflix. En solo un mes, fue vista sesenta millones de veces en todo el mundo. Su creador y protagonista, Richard Gadd, consiguió con ese triunfo hacer más llevadera la pesadilla personal que originó la serie: Gadd fue acosado durante más de cuatro años por una perturbada que se obsesionó con él y llegó a enviarle 41.071 correos electrónicos, 744 tuits, 106 páginas de cartas y 350 horas de mensajes en el buzón de voz. Implacable con la acosadora, Mi reno de peluche lo era también con el acosado: Gadd se presentaba como un tipo de sexualidad confusa, autoestima por los suelos y una necesidad insatisfecha de ser amado, una mezcla criminal que lo convertía en la víctima perfecta de todo tipo de tarados (además de soportar a la demencial Martha, fue abusado sexualmente por Darrien, un agente teatral que lo drogaba y lo violaba sin que él hiciera nada por evitarlo, quedando como un pusilánime que parecía disfrutar siendo maltratado y volviendo a por más). Aunque Martha (Jessica Gunning) era el demonio oficial de la trama, lo más interesante de esta era, en realidad, el autorretrato que el señor Gadd nos ofrecía y que cualquier otro hubiese mantenido oculto. Ese acto de extraño valor fue recompensado con el éxito de crítica y público. Y todo parecía indicar que su triste travesía humana había tenido un final feliz.
Hasta que las cosas se complicaron.
A causa del impacto de la serie, todo tipo de investigadores aficionados se pusieron a buscar a la auténtica Martha en Internet (y la encontraron). También dieron con un director teatral al que identificaron (erróneamente) con el personaje real del infame Darrien, y aunque el interesado y el propio Gadd negaron cualquier relación entre uno y otro, el acusado dimitió recientemente de su cargo como director de un teatro británico no muy conocido, pero de cierto prestigio. Con la auténtica Martha acertaron: se trataba de una abogada escocesa de 58 años llamada Fiona Harvey, que ahora ha emprendido una cruzada personal para volver a amargarle la vida al señor Gadd y, de paso, también a Netflix. Se queja de que nadie de la compañía se tomó la molestia de hablar con ella. Se queja de una supuesta difamación. Y se queja, sobre todo, de que Gadd y Netflix se han forrado a su costa y ella no ha visto ni un penique. Así pues, ha decidido llevar el asunto al terreno legal y amenaza con una querella de padre y muy señor mío.
Sus abogados (que también huelen el dinerito) la azuzan para que la líe parda, y se agarran a datos ciertos, como que Gadd utilizó en la serie frases literales de la señora Harvey y -esto ya es más discutible- no hizo todo lo posible para ocultar la identidad de su acosadora (como se demostraría al ver cómo la pillaron cuatro mindundis de Internet jugando a los detectives). Para demostrar que está dispuesta a todo para salvar su buen nombre, Fiona Harvey ha ido al programa de televisión de Piers Morgan, célebre presentador británico de moral tirando a laxa (¡todo por la audiencia!) que la ha dejado largar lo más grande (aunque lo único que ha quedado claro es que la pobre mujer no está del todo en sus cabales). Aunque Morgan (cuyo programa atiende por Piers Morgan uncensored) ha sido acusado de aprovecharse de una perturbada para hacer caja, lo cierto es que Inglaterra en pleno vio la entrevista y asiste encantada a la que se puede llegar a liar.
¿Segunda temporada?
Fiona Harvey niega la mayor. Ella nunca acosó a Gadd y solo le envió unos diez e mails y una carta. ¿Mensajes en el contestador? ¡Ni uno! Eso es que alguien la grabó sin que ella se diera cuenta. Sus informaciones son confusas y varían según el día, pero insiste sospechosamente en que Baby reindeer ha dado mucho dinero y en que ella tiene derecho a su tajada. Basta oírla hablar (y verla) para darse cuenta de que a la pobre Fiona le falta una patata para el kilo y de que más le valdría estarse callada y, tal vez, emigrar a Australia, pero la mujer se ha venido arriba y parece dispuesta a conseguir que su víctima vuelva a sentirse acosada.
Aunque ella niega haber acosado jamás a nadie, han salido a la luz ahora los cerca de 300 correos electrónicos que le envió, entre enero y agosto de 2020, a Keir Starmer, mandamás de los laboristas británicos, tildándolo de imbécil y diciéndole que su mujer era un espanto. Para acabarlo de arreglar, un periodista de The Daily Mail que ha escrito sobre Fiona Harvey, Neil Sears, asegura que ésta lo ha amenazado a la entrada de la redacción con llevarlo a juicio y, literalmente, acabar con él.
Baby reindeer parecía una pesadilla con final feliz, pero todo parece indicar que esa pesadilla no ha terminado y se mantiene vigente en el mundo real. Richard Gadd creía haberse librado de la pesada que lo perseguía, lucrándose incluso a su costa, pero ahora resulta que la (presunta) loca vuelve a la carga y, en cierta manera, continúa con el acoso (por vía judicial). Inevitablemente, el público de la miniserie lo será también de la tangana legal que se le viene encima al señor Gadd y a Netflix. Y no sería de extrañar que todo lo que suceda durante la venganza de Fiona se convierta en material para una segunda temporada, en principio no prevista, de Mi reno de peluche. No sé ustedes, pero yo no pienso perdérmela.