Interesante muestra de Nordic Noir en Sky Showtime: Veronika, miniserie en ocho capítulos escrita por Katja Juras y Anna Stroman Lindblom, nos presenta a uno de esos personajes femeninos peculiares y con un punto de fuga en los que el thriller escandinavo parece estar especializado (recordemos a la inspectora con Asperger de El puente, la implacable Saga Noren), la policía de un pueblo sueco Veronika Gren (Alexandra Rapaport), que debe enfrentarse a los asesinatos de dos adolescentes y un niño (que sus jefes solo piensan en enterrar, como si se tratara de hechos imponderables) mientras se le aparecen las víctimas en sueños o, lo que aún es más inquietante, en su realidad. Veronika es adicta a las pastillas desde la infancia (ya se verá por qué), ha sido ingresada dos veces por episodios psicóticos y a todo el mundo (incluidos su marido y sus dos hijos) le parece que no acaba de estar del todo en sus cabales. Ausente y errática, su vida familiar se resiente por culpa del trabajo y su tendencia a vivir dentro de su propia mente.
Obsesiva en su vida laboral, Veronika se propone demostrar que los asesinatos de las dos chicas y el niño están relacionados, algo que sus mandos descartan. Veronika va por el buen camino, pero su problema es que sus teorías no resultan muy convincentes porque salen de intuiciones, sueños y visiones: la pobre Veronika es todo un expediente X cuyas propuestas suelen ser ignoradas por sus superiores a causa de su muy particular manera de ser, inexplicable a menudo hasta para su marido, Tomas (Tobias Santelman), obligado a ejercer de padre y de madre porque su mujer, metida en el trabajo hasta las orejas, se olvida de los compromisos escolares, de las clases de natación de su hija, de los síntomas como de rareza heredada que muestra su hijo menor y hasta de acudir a las sesiones de terapia de pareja que ha puesto en marcha Tomas porque ya no sabe qué hacer para salvar su matrimonio.
Personajes perturbados
Como cada vez es más frecuente en el Nordic Noir, se mezclan aquí el drama humano y familiar con la intriga policíaca (como sucedía en Una familia normal, reseñada hace un par de semanas), corriendo el riesgo de no satisfacer a los respectivos devotos de cada género. Si añadimos la evidencia de que el thriller escandinavo se distingue por un ritmo más pausado (y a veces rayando lo moroso) que el de sus equivalentes anglosajones, tendremos que Veronika no es una serie para todo el mundo. Uno es de la opinión de que los personajes difíciles o, directamente, perturbados enriquecen notablemente las intrigas criminales, pero obligan al espectador a enfrentarse a productos híbridos que a mí pueden gustarme mucho, pero que a un consumidor más tradicional de relatos de misterio (los fans de Agatha Christie, por ejemplo) igual se le antojan el equivalente audiovisual de una mayonesa cortada.
La intriga policial en Veronika funciona a la perfección, pero no es lo fundamental de la propuesta, que consiste, básicamente, en el retrato de una mujer dañada desde la infancia (el primero en aparecérsele fue su padre, fallecido, aparentemente, en un accidente laboral que tal vez no lo era, y hasta ahí puedo leer), cuyo cerebro no funciona de la manera habitual, complicando enormemente tanto su vida familiar como la profesional, que se salvan al final de esta primera temporada, aunque nos de la impresión de que la crisis se ha cerrado en falso y volverá a materializarse en la segunda, si es que llega a rodarse. En resumen, Veronika es una serie con fundamento, como diría Arguiñano, pero no está del todo claro que encuentre a su público fuera de los países nórdicos.