Filmin acaba de colgar veintitrés películas del cineasta finlandés Aki Kaurismaki (Orimattila, 1957) que me tragaría en bucle si no fuera porque me paso las noches viendo series que comentar en mi sección de los sábados. Adoro a tan peculiar sujeto desde que vi sus primeras películas, hace ya unos cuantos años (la primera, una adaptación del clásico de Dostoievski Crimen y castigo, es de 1983). Su visión del mundo me fascina, me hace pensar sobre el absurdo existencial y me entretiene enormemente gracias a un sentido del humor entre blanco y retorcido. Sus personajes me recuerdan a esos hombres y mujeres pequeñitos de los chistes de Sempé a los que la vida les va grande, pero hacen lo que pueden para aparentar que la han entendido. Las películas del señor Kaurismaki también son pequeñas en apariencia, pero siempre van al fondo de la cuestión, algo para lo que no hacen falta grandes presupuestos. Como él mismo dijo en cierta ocasión: “Para rodar un largometraje, me basta con dos personas delante de una pared. Me conformo, incluso, con un personaje ante una pared. Y si no hay más remedio, ya me apaño con la pared”.
El relativo éxito de su última obra, Fallen Leaves (me pregunto por qué les ponemos títulos en inglés a películas rodadas en otros idiomas: ¿tanto costaba presentarla en España como Hojas caídas u Hojas muertas?), aunque no haya pasado de eso que los franceses describen como un succès d'estime, es todo un avance con respecto al recibimiento que obtuvieron entre nosotros sus primeras obras, como Sombras en el paraíso (1986), Ariel (1988) o La chica de la fábrica de cerillas y Yo contraté a un asesino a sueldo (ambas de 1990), incluidas todas en el paquete de Filmin junto a dos de mis favoritas, Leningrad Cowboys go America (1989), delirante seudo documental sobre una gira del grupo finlandés del mismo nombre, famoso por sus tupés y sus zapatos puntiagudos, y Nubes pasajeras (1996), la historia de una pareja de adorables pringados que prefigura, en cierta manera, Fallen leaves.
Me gusta que las películas de Kaurismaki nunca destaquen lo más bonito de Helsinki, sino que se desarrollen siempre en los barrios, calles y bares más cutres y destartalados de la ciudad, que a veces parecen haber sobrevivido milagrosamente a un bombardeo. Aunque las historias se desarrollen en época actual, no hay ni una concesión a la modernidad, hasta el punto de que a veces dudas acerca de en qué año transcurren (esto se hace especialmente evidente en Fallen leaves). Puede que sea una manera de decirnos que lo que se nos cuenta es eterno y podría pasar en cualquier momento del presente, del pasado o del futuro, pues esas clasificaciones son meras entelequias inútiles para los personajes, entre entrañables y patéticos, que aparecen en la pantalla.
Algunos países deben conformarse con disponer de un solo cineasta más o menos conocido a nivel internacional (¿conocemos algún director islandés que no sea Baltasar Kormakur?). En ese sentido, el cine finlandés es Aki Kaurismaki y, en menor medida, su hermano Mika, con el que controla una distribuidora llamada Ville Alpha (un homenaje al Alphaville de Godard) y organiza cada año en la localidad de Sodankylä el Festival de Cine de Medianoche (a distancia ambas cosas, dado que Mika vive desde 1992 en Río de Janeiro y Aki lleva años establecido en el norte de Portugal, donde las malas lenguas aseguran que le da al vinho verde que es un contento, puede que para estar acorde son sus películas, que suelen estar llenas de borrachuzos). Casi mejor así, pues el otro director finlandés que me viene a la cabeza es el terrible Renny Harlin, que rueda cintas de acción para descerebrados en Estados Unidos (y que tuvo el descaro de volver a filmar la precuela de El exorcista del pobre Paul Schrader cuando éste fue despedido por la productora).
Hay que agradecer a Filmin -la única plataforma que tiene en cuenta al cinéfilo- que haya puesto a nuestra disposición la obra prácticamente completa del señor Kaurismaki (incluyendo toda su relación con los inefables Leningrad Cowboys, que incluye una secuela de Leningrad Cowboys go America, un concierto filmado y algunos cortometrajes). Si se han perdido alguna de sus películas o lo acaban de descubrir con Fallen Leaves, les ha caído un tesoro. Disfruten de él mientras yo me trago serie tras serie: como dicen los americanos, es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo.