Estaba nominada a cinco premios de la Academia de Hollywood y se acabó conformando con el de mejor guion adaptado para su director, Cord Jefferson (Tucson, Arizona, 1982). Menos da una piedra, aunque a mí American Fiction me pareció lo más interesante de la cosecha de este año (junto a The zone of interest, del inglés Jonathan Glazer). Supongo que poco había que rascar en una fiesta en la que los invitados de honor eran Barbie y Oppenheimer, que no he visto por diferentes motivos: en el caso de la primera, no me creo que se pueda ofrecer una visión feminista de la absurdamente estilizada muñeca de Mattel; en el segundo, no soporto a Christopher Nolan y su petulancia, que le llevó a dirigir una trilogía de Batman que casi me causa sarpullidos mentales. De hecho, la presencia de American Fiction en la lista de posibles premiados ya era una (grata) sorpresa: una película independiente, barata, protagonizada por actores tan espléndidos como poco conocidos (a excepción de su protagonista, el siempre eficaz Jeffrey Wright) y que denunciaba de forma sutil, sin moralina innecesaria, el racismo perdonavidas de los liberales blancos norteamericanos, convencidos de que los negros tienen que contar historias de negros que transcurran siempre en el gueto e incluyan drogas, prostitución, delincuencia y miseria moral a granel (causada, claro está, por los blancos).
Ese es el drama del escritor Thelonius Allison, Monk para los amigos (Jeffrey Wright). El hombre ha publicado un par de novelas que están muy bien, pero que no resultan lo suficientemente negras para los blancos que dirigen el cotarro editorial. Su tercer libro está en el limbo, pese a los esfuerzos de su agente, cuyos intentos de colocarlo reciben siempre la misma respuesta: que ese libro lo podría haber escrito un blanco porque no salen putas ni camellos ni aparece la palabra motherfucker doce veces por párrafo. Monk es un negro de clase media que nunca ha vivido en ningún gueto ni ha tenido problemas con la justicia. Se considera un escritor a secas, ni blanco ni negro ni extraterrestre. Pero la sociedad liberal que lo acoge está empeñada en que escriba lo que se supone que son cosas de negros. Mientras llega (o no) el éxito, Monk da clases en una universidad, donde sus problemas de escritor se contagian a la vida real en forma de una alumna que se siente ofendida por el término nigger, a lo que Monk responde que si él, que es negro, puede soportarlo en un contexto literario, mucho mejor podrá encajarlo ella, que es blanca. Conclusión: llamada a capítulo de las autoridades docentes y unas semanas de vacaciones para el pobre Monk, a ver si aprende a practicar la corrección política.
Tragicomedia cruel
Sin saber muy bien donde meterse, nuestro hombre vuelve a su ciudad natal, Boston, donde se reencuentra con una familia con la que nunca se llevó bien: el padre autoritario y nada cariñoso murió hace años, la madre apunta un principio de Alzheimer, el hermano se acaba de divorciar y ha aprovechado para salir del armario y tirarse todo lo que se mueve, la hermana fallece de un infarto nada más llegar el negro que les parece demasiado blanco a sus editores. Afortunadamente, una vecina encantadora se interesará por nuestro hombre, aunque él, al principio, se haga el sueco.
Harto de ninguneo editorial, el bueno de Thelonius improvisa una novela de negros en dos semanas, adopta un alias para intentar venderla y…¡Bingo! El libro (titulado Fuck), que suponemos deliberadamente infame, es un éxito por el que se pelean las editoriales y que capta la atención de Hollywood. Monk ha triunfado por fin a base de traicionarse a sí mismo y a su idea de la literatura. Y la estupidez del establishment literario supuestamente de izquierdas queda plenamente al descubierto.
American Fiction es una película estupenda que hace sangre de una manera muy astuta. Es una tragicomedia cruel en la que hay espacio para la ternura, sin incurrir jamás en la cursilería, y una inteligente y sutil reflexión sobre la relación entre negros y blancos en Estados Unidos en particular y en el mundo en general. Primera película como director del guionista Cord Jefferson (trabajó en series de televisión como Watchmen o The good place), puede (y debe) verse en Amazon Prime. Y a Barbie y Oppenheimer, francamente, que les den.