La comedia y el terror no son dos géneros que se mezclen con facilidad. Intentarlo puede conducir a grandes catástrofes audiovisuales en las que el misterio no dé ningún miedo y el humor no haga maldita la gracia. Berto Romero ha aprobado con nota su intento de crear un subgénero, la comedia costumbrista paranormal, con su miniserie para Movistar El otro lado, en la que interpreta a un pringao de la investigación de fenómenos inexplicables llamado Nacho Nieto que sobrevive malamente con un canal de YouTube mientras un antiguo compañero de fatigas, Gorka (el cineasta Nacho Vigalondo) triunfa a lo grande con un programa de televisión de máxima audiencia y escasos escrúpulos a la hora de enfrentarse a lo teóricamente inexplicable. Ambos se criaron a los pechos del difunto profesor Estrada (Andreu Buenafuente), quien se le aparece a Nacho cuando éste parece haber encontrado el caso de su vida, el que lo hará famoso y lo sacará de pobre, un presunto poltergeist en el apartamento barcelonés de Eva (María Botto), cuyo marido, teóricamente, se suicidó no hace mucho porque ya no podía más con la presencia maligna que se le había colado en casa.
A lo largo de los seis episodios de El otro lado, asistimos a los esfuerzos del pobre Nacho por agarrarse al caso que le puede salvar la vida, comprobando, de paso, que Berto Romero, además de humorista y notable figura de la stand up comedy, es un actor muy solvente que logra dotar de humanidad a su personaje, un creyente de lo suyo que es, también, una buena persona, un maníaco depresivo de manual (asistimos a un intento de suicidio que sale mal, o bien, según se mire) y un hombre siempre sumido en dudas que a menudo tiene la impresión de haberse metido en un mundo quimérico, propenso al frikismo y, principalmente, cutre (no hay más que ver al infeliz que le hace de camarógrafo). Cual exorcista del Vaticano, Nacho emplea todo el tiempo necesario para distinguir un fenómeno paranormal de una engañifa. Todo lo contrario de Gorka, su némesis, al que le da lo mismo ocho que ochenta con tal de llamar la atención e incrementar su audiencia.
El truco del muerto (el profesor Estrada en este caso) que se aparece a alguien en concreto y al que nadie más puede ver es más viejo que la tos, pero aquí funciona perfectamente, gracias, en gran parte, a la excelente interpretación de Andreu Buenafuente, del que puede decirse como actor lo mismo que ya se ha dicho sobre su amigo Berto (responsable de los guiones junto a Rafel Barceló y Enric Pardo; la dirección de la serie se la reparten Javier Ruíz Caldera y Alberto de Toro).
Un sujeto quijotesco
Otra gran baza de El otro lado es la cercanía con el espectador, que lo encontrará todo muy familiar, empezando por los personajes de Gorka y Estrada, en los que es fácil reconocer, respectivamente, a Iker Jiménez y al profesor Jiménez del Oso, el hoy y el ayer de la investigación paranormal en TVE. Sin cargar las tintas ni en lo terrorífico ni en la astracanada, Berto Romero ha conseguido fabricar una comedia sobre los fenómenos inexplicables que funciona también como una reflexión sobre lo que el show business hace con ellos en busca de una audiencia crédula que enriquezca a quien sepa aprovecharse de ella. La misión no era sencilla y las posibilidades de descarrilar, considerables. Pero yo diría que estamos ante una misión cumplida que constituye, también, una rareza en la ficción audiovisual española del momento, que evita la mezcla de géneros como si fuese veneno para la taquilla.
¿Es real el poltergeist al que se enfrenta el voluntarioso y melancólico Nacho o no es más que un tocomocho paranormal? No se lo puedo decir sin incurrir en el spoiler, pero tampoco estamos ante el tema central de la propuesta, que es, en el fondo, lo difícil que lo tiene cualquiera que quiera dedicarse a lo que le gusta desde la sinceridad y la buena fe. En ese sentido, Nacho Nieto resulta un sujeto quijotesco y casi admirable, como comprobaremos al final del sexto y último capítulo de El otro lado, que parece dejar la puerta abierta a una segunda temporada que profundice en algunos temas solo intuidos en la primera: básicamente, la posible historia de amor entre Nacho y su productora, Juana (Eva Ugarte), que resulta que tiene auténticos poderes a la hora de la videncia; o el posible regreso del profesor Estrada; o la previsible venganza del cantamañanas de Gorka, quien intenta ganarse a Nacho para su causa, sin éxito…
El otro lado es de esas series que uno empieza a ver con todas las prevenciones del mundo y que, capítulo a capítulo, lo va seduciendo con su tratamiento humanamente humorístico de una comunidad de creyentes (insuperables los veteranos investigadores de la tercera edad a los que Estrada se refiere sarcásticamente como Mocedades) que viven en su propio mundo, reclutando frikis a su pesar mientras el grueso de la sociedad los considera una pandilla de mamarrachos. En el fondo, Nacho Nieto es como esos héroes de las películas de Paul Schrader a los que la sociedad desprecia, pero que al final resultan ser los más dignos de toda la función. ¿Es Nacho un héroe solitario o un patético loser? La pregunta queda en el aire mientras, embarcado en una nueva misión, se encamina con su coche a Zaragoza en la secuencia final, bendecido desde las alturas por el inefable profesor Estrada…