Lo confieso: siento una atracción irresistible por las historias de sectas destructivas (¿las hay de otro tipo?) y siempre me acabo tragando todas las que encuentro en las distintas plataformas de streaming. Cuanto más extremas, absurdas, ridículas o simplemente estúpidas, mejor para mí, pues las sigo desde el sofá con una mezcla de estupor, asombro y pasmo ante lo que las necesidades humanas pueden generar entre quienes las sienten (o padecen). Las dos últimas miniseries al respecto que me he tragado –y que me permito recomendarles si comparten conmigo esta extraña debilidad- son Escaping Twin Flames (Huyendo de Llamas Gemelas, en Netflix) y Love has won (El amor ha ganado, en HBO Max). Las sectas que aparecen en ambas propuestas (cada una consta de tres episodios) superan con creces el absurdo habitual y muestran a una serie de gurús y de acólitos que desafían el más mínimo asomo de verosimilitud, aunque todos sean reales como la vida misma.
El horror de Twin Flames (cuya traducción más correcta sería Almas gemelas) tiene su base en el amor con mayúsculas. Viendo que ese tema interpela a una gran parte de la humanidad, una pareja de espabilados que se hacían llamar Jeff y Shaleia Divine (apellido real: Ayan) encontró la manera de monetizarlo a través de esa arma de destrucción masiva que es Internet. La base de su discurso no podía ser más simple: todos necesitamos una pareja sin la cual la existencia no vale la pena, y ahí están Jeff y Shaleia para encontrar la tuya, te pongas como te pongas y aunque la persona que ellos te señalen no quiera saber nada contigo. Si los Divine escogían a alguien para ti, no te quedaba más remedio que insinuarte, perseguir y agobiar al elegido hasta que te hacía caso o te denunciaba por acoso sexual, como le sucedió a una víctima de los Divine que aparece en el documental dirigido por la norteamericana Cecilia Peck (hay otro sobre el mismo tema, dirigido por Marina Zanovich, en Amazon Prime, pero yo con uno he tenido suficiente), que acabó pasando una larga temporada en el talego por perseguir a quien no debía.
Evidentemente, encontrar a tu alma gemela no salía gratis; de ahí el negocio de los Divine, quienes, como descubrimos al final de la serie, siguen ejerciendo su eficaz magisterio sentimental, pese a las investigaciones de la policía y del FBI, que no han encontrado la manera legal de retirar de la circulación a esos cantamañanas del amor; en cuanto a las damnificadas (todo eran mujeres), el daño moral no hay quien se lo repare, pero como cayeron voluntariamente en la trampa, la sociedad viene a decirles que la culpa es suya. Opinión que el espectador puede compartir a menudo, aunque, al mismo tiempo, sienta una compasión infinita por esas pobres chicas (más algunas mujeres ya talluditas) que buscaban al amor de su vida y solo encontraron una manera de deprimirse más de lo que ya estaban y de tirar el dinero. Los Divine, eso sí, son los gurús más originales que uno haya visto hasta el momento, y su éxito se basa en la aparente modestia de su planteamiento: no pretendían salvar a nadie, solo encontrarte novio para que dejaras de ser, desde su punto de vista, una persona incompleta.
Love has won, dirigida por Hannah Olson, se centra en una secta del sector más canónico, el compuesto por esas pandillas de perturbados que siguen a pies juntillas a un guía carismático que promete salvarlos de todas las miserias de este mundo. La gracia –por llamarla de alguna manera- de la fundadora de El amor ha ganado, Amy Carlson, es que estamos ante una mujer de la América profunda, prácticamente analfabeta, que pasa de camarera en un McDonald´s a gurú providencial de la noche a la mañana, sirviéndose (claro está) de Internet para captar a sus seguidores y acaparar donaciones de miles de majaretas trascendentes de todo Estados Unidos.
Tras abandonar a sus tres hijos en casa de su propia madre, Amy se reinventó a base de drogas y alcohol y se convirtió en Mother God (Madre Dios), sosteniendo que el Señor era en realidad la Señora y que la Señora en cuestión era ella. Incomprensiblemente, se hizo con una corte de admiradores que le servía para elegir a su propio Father God (Padre Dios), que era el nombre que recibía su novio de turno (no solían durarle mucho). Asimismo, aseguraba que, en vidas anteriores, había sido, entre otras personalidades, Cleopatra, Marilyn Monroe y la madre de Elvis. Y sus seguidores se lo creían todo y no dudaban de nada.
Tremebundo final
Como secta, El amor ha ganado resulta especialmente inverosímil, lo cual la hace aún más interesante. Poner tu vida en manos de una loca borracha que te tiene todo el día en una casa churrosa de Colorado, recaudando dinero por Internet, mientras te promete que algún día vendrán los extraterrestres a recogerte para escapar del Armagedón, requiere una fe que solo puede conseguirse desde una estupidez muy profunda. De ahí que Love has won permita al espectador dotado de un sentido del humor un pelín retorcido divertirse con frecuencia y reírse a ratos, cosa de todo punto imposible con Llamas gemelas, en la que el tocomocho de turno presenta un plus de sordidez al basarse en el abuso de personas perdidas, pero bondadosas.
No les informaré de cómo acabó Madre Dios para no incurrir en el spoiler, pero les aseguro que su tremebundo final justifica tragarse la miniserie entera (por no hablar de lo que fue de sus acólitos, que también se las trae). Ideales para devotos de los documentales sobre sectas y para cualquiera interesado en las mentes perturbadas en busca de trascendencia, Escaping Twin Flames y Love has won son de lo más bizarro que ha dado de sí este subgénero hasta ahora. Aunque si tenemos en cuenta que su evolución es constante, no dudo de que pronto podremos disfrutar de propuestas aún más chaladas y delirantes. De las que les informaré convenientemente.