El escritor alemán Ferdinand Von Schirach (Múnich, 1964) es uno de los narradores más peculiares e interesantes de las nuevas letras germánicas. Abogado de profesión, cuando se recicló como literato optó por recurrir a lo que más conocía, su oficio y los casos criminales en los que se había visto involucrado como defensor. De ahí salió su primer libro de relatos, Crímenes (2009), al que siguieron otros volúmenes de cuentos en la misma línea, dos novelas (género que no domina tanto como el que le ha dado la fama) y una excelente obra de teatro, Terror, que se ha representado en veinte países, ninguno de los cuales es el nuestro (toda la obra del señor Von Schirach está editada en España por Salamandra).
Su última colección de cuentos vertida al español, hasta el momento, es Castigo (2018), que cuatro años después vio como seis de sus relatos se convertían en una miniserie que acaba de colgar Filmin y que cuenta como directores con Helene Hegemann, Oliver Hirschbiegel, Mia Spengler, Hüreyian Tabuk, Patrick Vollrath y David Wnendt. Las adaptaciones, excelentes, son también espeluznantes, básicamente porque se ha respetado el texto original de Von Schirach, pero no tanto su espíritu, añadiendo elementos fantasiosos o, directamente, paranormales a unas historias narradas con una voluntaria asepsia y carentes de la menor tentación de juzgar a los pobres desgraciados que las protagonizan: el estilo literario del abogado metido a literato está a medio camino entre Raymond Carver y un atestado policial: frases cortas y precisas, ni una palabra de más, ni un juicio a destiempo, ni el menor intento de despertar la empatía del lector. ¡Y funciona! Por lo menos, sobre el papel. Puede que en el audiovisual las cosas no resulten tan sencillas.
Los seis episodios de Strafe (Castigo) giran en torno a seres humanos seriamente dañados, habitualmente por hechos que se remontan a la infancia y que les han impedido convertirse en lo que solemos llamar personas normales. Su llegada al mundo del crimen puede ser casual, inevitable y a veces ridícula, pero siempre acaba produciéndose tras años de sufrir en silencio un dolor moral insoportable. Cada capítulo de Castigo nos muestra a un ser humano en proceso de destrucción que, cuando ya no puede más, comete el acto infame que le buscará la ruina definitiva. La narración nunca es lineal: abundan los saltos en el tiempo, los flashbacks explicativos, un hilo conductor que se descoyunta con frecuencia y amenaza con confundirnos: de lo único que podemos estar seguros es de que todo va a acabar mal, y a menudo el final está al principio, como en una versión perversa de las aventuras del teniente Colombo, y todo el capítulo consiste en explicarnos, a veces de forma algo críptica, como fue creciendo la magnitud de la catástrofe. En ese sentido, Castigo (la serie) resulta algo más pirotécnica que Castigo (el libro). Se trata de versiones muy libres de los cuentos de Von Schirach en las que cada director ha aportado su particular versión de los hechos. No sé qué pensará el autor de esta adaptación, pero es indudable que sus responsables han escogido el camino más difícil y retorcido.
Mentiría si les dijera que con Castigo se lo pasa uno divinamente. Como entretenimiento para coger el sueño, la serie no funciona en absoluto, ni falta que le hace: Strafe es una miniserie de visionado incómodo (especialmente, el último episodio, Subotnik, sobre una chica rumana víctima de la mafia rusa de la prostitución, cuya conclusión, verosímil y basada en hechos reales, como es habitual en Von Schirach, es absolutamente desoladora). Bien escrita, bien interpretada y bien dirigida, Castigo representa una oblicua inmersión en el mundo del escritor de Múnich que tiene vida propia gracias a las libertades que sus adaptadores se han tomado con los textos originales, a los que nunca llegan a traicionar, pero sí a matizar, priorizando unos elementos sobre otros.
En dos palabras: Castigo te deja hecho polvo, pero también con la sensación de que has visto una de las mejores miniseries europeas de los últimos tiempos. Quien se embarque en ella, sepa que lo hará a su propio riesgo.