Ayer no termina nunca
'Stay close' es la serie más exitosa sobre la obra del escritor norteamericano Harlan Coben, que se ambienta en Inglaterra y no en Estados Unidos, algo muy curioso
15 enero, 2022 00:00El escritor norteamericano Harlan Coben (Newark, Nueva Jersey, 1962) factura unos thrillers trepidantes, dotados de una carpintería admirable, que son ideales para ser adaptados al cine y a la televisión. En 2108 firmó un contrato con Netflix para convertir en miniseries catorce de sus novelas, unas adaptaciones que él mismo supervisaría en condición de productor, aprovechando para colar en ese departamento a una de sus hijas, Charlotte. La última de sus obras en convertirse en serie ha sido Stay close (Quédate a mi lado), que Netflix colgó hace unas semanas y que, en opinión de quien esto firma, es la mejor de todas las producidas hasta ahora. Eso sí, una vez más, la acción se ha visto trasladada de Estados Unidos a Inglaterra, como ya sucediera en los casos de Safe o The stranger. Es más, a día de hoy no ha habido ni una sola adaptación estadounidense de los libros de Coben, siempre situados en Francia, Gran Bretaña e incluso España, como sucedió con El inocente, protagonizada por Mario Casas. No es un misterio que me quite el sueño ese desinterés de sus compatriotas por adaptar en territorio nacional las novelas del señor Coben, pero me intriga. Sobre todo, porque cada vez que me trago una miniserie sacada de uno de sus libros y ambientada en Inglaterra, Francia y España --puede que influido por el hecho de habérmelos leído antes de ver la correspondiente adaptación audiovisual-- me resulta evidente que la historia original transcurría en Estados Unidos y que se han tenido que hacer algunos esfuerzos de guion para que la cosa cuele. No es grave, ya que las historias de Coben se aguantan solas, pero sí extraño y un pelín desconcertante, sobre todo si tenemos en cuenta que los libros de nuestro hombre se venden como rosquillas en su propio país.
La sensación se ha repetido con Stay close, la historia de una mujer con un pasado turbio que vuelve para atormentarla cuando se ha convertido en un ama de casa ejemplar con marido y tres hijos (en el libro eran solo dos). El protagonista con algo que ocultar, con una vida previa que deja bastante que desear, es una constante en la obra de Coben, pero siempre resulta más creíble en un país inmenso como Estados Unidos que en una pequeña nación europea en la que, por definición, resulta mucho más difícil cambiar tu lugar de residencia, cambiarse el nombre, reinventarse y dejar atrás un pasado que solo trae malos recuerdos: en Stay close, la protagonista, Cassie (ahora Megan), apenas se ha movido unos kilómetros del lugar en el que se desarrollaron sus antiguas desgracias y se comporta como si se hubiese trasladado de Nueva York a Los Ángeles. Una vez superadas estas pequeñas pegas (que tal vez no lo sean para quien no haya leído la novela original), justo es reconocer que todo funciona a las mil maravillas.
Más americanas que la mantequilla de cacahuete
Cassie (Cush Jumbo) huyó de un amante abusivo, se convirtió en Megan, se casó con Dave (Daniel Francis), tuvo tres hijos y se convirtió en una respetable ama de casa. El novio al que dejó plantado, Ray Levine (Richard Armitage), es un antiguo fotógrafo de guerra que sobrevive ejerciendo de falso paparazzo para pijos que quieren ver inmortalizadas sus bodas, sus bautizos y sus bar mitzvah (Cassie sospecha que se cargó al amante abusivo, pero no se ha molestado en comprobarlo, hasta que el sujeto es visto en el club donde ella trabajaba por su jefa y amiga Lorraine). El inspector Broome (James Nesbitt, un clásico de la televisión británica) sigue empeñado en saber qué fue del desaparecido, y sus investigaciones van a situar a Cassie/Megan en una situación tan peliaguda como inesperada. Sumemos a todo esto un abogado heroinómano (Eddie Izzard) y una pareja de jóvenes asesinos por encargo que se comportan como si estuvieran en un musical de Broadway y tendremos un lío monumental marca de la casa Coben que se resolverá de manera más o menos satisfactoria al cabo de ocho episodios tras mantener al espectador pegado a la pantalla del televisor.
Potenciada por la interpretación, entre exagerada e histérica, del leguleyo yonqui y los asesinos musicales, la serie se revela como la más rica en excentricidades de todas las adaptaciones realizadas hasta ahora de la obra del señor Coben, lo cual redunda en su beneficio, una vez superada la sorpresa inicial y vencidas las lógicas resistencias a incluir la demencia en unas historias tan (aparentemente) cabales como las del escritor de Nueva Jersey. De todos modos, la excentricidad mayor de todo el asunto sigue sin encontrar una razón lógica: ¿por qué todas las adaptaciones de Coben transcurren fuera de Estados Unidos cuando son más americanas que la mantequilla de cacahuete? Como dudo que se desentrañe este enigma, aconsejo disfrutar sin hacerse más preguntas las miniseries de Netflix basadas en sus novelas, cuyo nivel medio es siempre tirando a alto. Y Stay close, insisto, me parece hasta ahora la mejor de todas.