Este 15-N estaba marcado en el calendario de muchos cubanos. Grupos opositores convocaron a la Marcha Cívica por el Cambio. El objetivo era mostrar su disconformidad con el régimen de Miguel Díaz-Canel. Pero no pudo ser.

Los militares rodearon las casas de los que consideraron sus principales responsables. Yunior García Aguilera mostraba con vídeos compartidos por Facebook como los partidarios del gobierno se presentaron frente a su vivienda y cómo unos vecinos de la planta superior taparon su ventana tras desplegar una gran bandera cubana. No fue el único que vivió situaciones parecidas.

Marcha frustrada

El régimen consiguió su propósito. La marcha no se produjo. Pero la repercusión internacional de su bloqueo dio altavoz a los opositores. Un eco que se hizo mayor después de que Yunior consiguiera escapar de su casa y de la isla y aterrizase en España.

Esta es sólo una muestra de la situación que viven algunos cubanos desde que la revolución triunfara en esta isla del Caribe y la dictadura comunista de Fidel Castro impusiera su ley. Han pasado casi 63 años desde entonces y la represión del régimen sigue presente.

Represión

Torturas, desaparecidos y presos políticos han sido una constante para muchos religiosos, personas del colectivo LGTBI o simplemente opositores al comunismo. A los que se han mostrado contrarios se les ha conocido popularmente como plantados, gente que se ha enfrentado con su cuerpo y con su vida a la represión.

Lilo Vilaplana muestra esta dura, sangrienta y terrible realidad en Plantados, una película que llega este 19 de noviembre a las salas de cine españolas y que no es más que una pequeña muestra ficcionada de los relatos de los que han sufrido esta represión en carnes propias o de sus familiares.

Testimonio

El film muestra las torturas extremas que se vivieron en las cárceles de la Cuba de Fidel. Los asesinatos, chantajes y amenazas. También cómo algunos que consiguieron escapar de su país para poder sobrevivir se encuentran en ocasiones con sus verdugos en el exterior.

Ellos no fueron los únicos, Matitza Lugo (La Habana, 1963) nació cuando los plantados ya estaban en prisión. Durante su infancia y adolescencia sintió que en su país no había libertad y rápidamente tuvo claro que estaba en contra del régimen.

Firmes convicciones

Se negó a trabajar para ellos cuando trataron de captarla para las tropas especiales, porque practicaba y destacaba en las artes marciales. Se casó muy joven con un líder opositor y formaron el partido opositor 30 de noviembre. Nunca pudieron presentarse a unas elecciones.

El régimen hizo todo lo posible para boicotearlos. Estuvo presa en varias ocasiones, la torturaron, amenazaron a sus familiares, pero nunca lograron que se adhiriera el régimen.

Lucha

Ahora, desde el el exterior como expatriada, puede relatar todo lo que ha vivido. No quiere que su país sufra la represión y la falta de libertad. Forma parte de ese grupo de exiliados que trabaja para denunciar internacionalmente al régimen cubano que, pese a la muerte de Fidel Castro, reprime y castiga a los opositores.

Lugo acompaña al equipo de Plantados no sólo para promocionar la película que retrata la realidad que se vivió, sino para relatar lo que se vive en la actualidad, para narrar lo que ella ha vivido en sus propias carnes y que, en breve, se mostrará en un nuevo film.

Angel Francisco de Fana y Maritza Lugo / EP

--Pregunta: ¿Era consciente desde pequeña de la situación que se vivía en Cuba?

--Respuesta: No. Como es una sociedad cerrada, no transmitía al pueblo esta información. Yo desde muy joven me enfrenté al gobierno, pero no sabía qué era la libertad, ni la democracia. Sabía que en el mundo existía otra cosa y no había por qué vivir de esa manera, con tanta miseria, represión y limitaciones. Yo quería estudiar medicina deportiva y no me lo permitieron. Me dijeron que debía estudiar enfermería u otra cosa. Porque en Cuba hay que estudiar lo que ellos quieren, comer lo que ellos quieren… Es una situación bien difícil de explicar.

--Comenta que no tenía idea de qué era la libertad o la democracia, pero, aun así, sabía que existía. ¿Cómo llegan esas informaciones a Cuba cuando hay tanta restricción informativa?

--Cuando yo era muy joven, mi abuelo escuchaba a escondidas Radio Martín y emisoras de otras partes del mundo. Eso nos daba alguna idea de lo que había fuera. Esa era la única alternativa a la prensa y radio del régimen.

--¿Cómo se sumó a la resistencia?

--Siendo joven me casé con un hombre que estaba en una organización política y yo lo apoyaba. Teníamos los mismos ideales. Quisimos fundar un partido de alternativa al único que existe el Cuba, que es el Partido Comunista. A él lo condenaron a 20 años de prisión y cuando yo asumí la responsabilidad para que su trabajo no quedara en vano, la cogieron conmigo y fui a la cárcel y… bueno… lo que sucede en Cuba cuando alguien se les enfrenta.

--¿Cuán difícil es formar un partido en Cuba? ¿Cuán difícil es mantenerse en la sombra? ¿Y cuán observados se sienten?

--Para que algo se logre ha de ser prácticamente clandestino. A la que intuyen que hay una organización la destruyen como lo hacen con las personas: a través de las familias. Les infiltran a agentes de la seguridad del Estado. Nosotros les presentamos formalmente una petición de legalización de un partido. Nunca lo hicieron. La única respuesta fue la represión y el encarcelamiento. Ante esta intención de querer un partido a mí misma me sancionaron. Una de las causas de las que se me acusaba era instigación a la delincuencia. Quien se les enfrenta o quiere libertad acaban en la cárcel.

--¿Cómo se vive esa presión, esas infiltraciones?

--Teníamos que tomar muchas medidas. Cuando hacíamos una reunión con todos los activistas, como sabíamos que habría infiltrados, hacíamos acciones sorpresas. Es la única manera de poder hacer algo, aunque haya infiltrados. En el régimen, si anuncias algo no te lo permiten hacer, porque en seguida te vas a la cárcel para que no puedas hacerlo. Tenías que engañar a los propios activistas y convocarlos a la reunión para acabar saliendo a la calle a protestar.

--La película ‘Plantados’ muestra una represión extrema: castigos, latigazos, humillaciones, vejaciones… ¿Es muy diferente en las cárceles para mujeres o incluso peor?

--Las cárceles de mujeres son muy difíciles, diría que incluso más que la de los hombres, porque nosotras como mujeres tenemos ciertas necesidades y debilidades. Y actualmente es más difícil para los presos políticos. Antes, los tenían separados, pero como ahora dicen que no hay presos políticos conviven con presas comunes como asesinas y ladronas. Yo misma estuve con ellas. Esto hace más difícil la situación y la convivencia. En mi época yo era la única presa política dentro de un grupo de presas comunes.

--¿Y hay más violencia?

--Eso es lo que me impresionaba constantemente. En la prisión de mujeres hay más violencia que en la de hombres. Las mujeres hasta se autoagredían. En ocasiones, en las celdas de castigo se cortaban o se rompían un hueso para poder salir al hospital, para coger un aire y tener unas horas de algo diferente. Una mujer, con esa desesperación, es capaz de hacer cosas que nunca se imaginan.

--¿Recuerda algún caso en especial?

--En Cuba la jinetería es muy común. Mujeres que no han estudiado una carrera pero que como ganan muy poco dinero se prostituyen. El gobierno las detiene y las mete en prisión y allí, uno sabe cuándo entra, pero no cuando sale. Había una muchacha que no se me olvidará nunca. Enloqueció dentro de la cárcel. Entró por un delito de jinterismo, una causa corta, pero tuvo que defenderse dentro de la prisión y fajarse con otras presas. La metieron en celdas de castigos y eso es… a mí me metieron en celdas de castigo y llegué a pensar que estaba en el infierno. Escuchas los gritos, las agresiones… y las condiciones de vida son inhumanas: las celdas son muy pequeñas, completamente cerradas con mucho frío en invierno y mucho calor en verano. Esa muchacha enloqueció.

--¿Cómo viven desde Cuba la inacción de ciertos países cuando hay toda esta situación?

--Es muy difícil de entender. Este es uno de los objetivos de los exiliados cubanos y de películas como Plantados, que la gente vea la realidad que el régimen se ha encargado de ocultar por muchos años. Desde 1959 trató de engañar al pueblo y al mundo en general, son especialistas en eso. Dicen que es la democracia más limpia del mundo, que nunca hubo un preso político ni desaparecido. Todo es mentira, los hubo desde el primer momento. El claro ejemplo son los plantados. Había hombres buenísimos, incluso sacerdotes, que fueron a prisión sólo por querer libertad, por enfrentarse a un régimen totalitario. Y hoy en día, 62 años después, continúa lo mismo. A raíz de la protesta del 15-N muchos jóvenes han sido condenados a años de cárcel sólo por salir a la calle y pedir libertad, sin cometer ni un delito. Esto ha sido siempre lo mismo desde que llegó el régimen hasta hoy.

--La caída de Fidel Castro parecía que abría una posibilidad de que esto fuera a mejor, incluso en un momento Estados Unidos se abrió un poco más a relajar el cepo. ¿Nada ha cambiado?

--Se tenía esa esperanza, pero crearon una máquina diabólica para que, cuando ellos no estuvieran, el régimen continuara. Diaz-Canel es un presidente impuesto por ellos mismos. Pero eso empieza a cambiar. La gente se da cuenta de que la necesidad de ser libre se impone.

--¿En los últimos años, con la muerte de Fidel, la clandestinidad se ha vuelto más fuerte?

--Sí, porque se ha demostrado que es la mejor manera de luchar contra un régimen totalitario. La misma marcha del 15-N, por ejemplo. A la que fue anunciada, empezaron a perseguir y denunciar a la gente, les quitaron internet. Pero aquello que no se anuncia tiene posibilidades de salir adelante.

--¿Y la violencia en la cárcel continúa?

--Lo mismo.

--Usted pudo salir de allí. ¿Cómo pudo escapar y cuán importante es el papel de los exiliados?

--El apoyo a nivel internacional protege mucho a los opositores. Yo cuando estaba en prisión no era nadie, nadie me conocía. En la cárcel, decidí escribir una carta denunciando el régimen castrista. Me las ingenié para mandarla a mi familia y ellos la mandaron al exilio. Esa carta fue leída en el congreso de los Estados Unidos. Allí pensé que me iban a matar, pero tenía que contar lo que estaba pasando. Desde entonces se me respetó más en la prisión porque mi nombre empezó a salir en la prensa y muchos países pidieron mi libertad. Ellos me dieron la fama y eso los limita mucho, porque les interesa que en el mundo tenga una buena opinión de Cuba.

--¿Cree que la política internacional hace suficiente?

--Sí. El mundo puede hacer mucho y es necesario por su propio bien, por el de todas las naciones porque el peligro del comunismo, de este tipo de sistema, amenaza al mundo entero.

--En la película se ve como represores también viven en el exilio y, en ocasiones, cerca de represaliados. ¿Sucede realmente?

--Sí, los hay y muchos. Ese tipo de personajes están en todas partes. Han emigrado y la justicia debe hacer algo porque no nos parece bien que alguien que ha hecho tanto daño disfrute de una libertad que ellos mismos quitaron a parte del pueblo de Cuba.

--Y usted, que ya está en el exterior, y ante estos hechos, ¿aún siente esa amenaza por parte de Cuba?

--Es distinto. Porque cuando uno va a espacios donde ellos también tienen representación, con su actitud agresiva, nos han discutido y querido combatir. Pero no les es fácil luchar cuando estamos en un país con libertad.

--¿Han amenazado a su familia desde que se fue?

--Siempre. Es una amenaza constante. E incluso a familias en el exilio.

--¿Qué espera que genere una película como 'Plantados' y la siguiente sobre las políticas presas?

--Espero que la gente tome conciencia para que historias como estas no se repitan.