En el cine español solo hay una película con Fernando e Isabel, los Reyes Católicos, como protagonistas. Se trata de La espada negra (1976), de Rovira Beleta, con Maribel Martín como Isabel y Juan Ribó como Fernando. La cinta aborda la problemática sucesión de Enrique IV, con la Beltraneja por medio. La reina Isabel mereció alguna película con ella sola de protagonista como La reina Isabel en persona (2000), de Rafael Gordon. Fue Isabel Ordaz la que se encargó de interpretarla. Aunque en algún momento intenta la obra la glosa del personaje nunca alcanza el tono épico que utilizaron los franceses en, por ejemplo, la Juana de Arco de Luc Besson. Parece que el productor Samuel Bronston, que recibió el collar de la Orden de Isabel la Católica por su película El Cid, sopesó la idea de producir una cinta sobre Isabel, pero el proyecto nunca prosperó.
De Fernando, como personaje protagonista, nadie se ha acordado en el cine español. Quizás haya influido el antifernandismo que se ha ejercido tanto desde Cataluña (al considerarlo como castellano Trastámara) como del conjunto de España (rey infiel a su santa esposa, demasiado maquiavélico). Sobre el reinado de los Reyes Católicos se hicieron algunas películas en pleno franquismo como El doncel de la reina (1946), de Fernández Ardavín, y Vísperas imperiales, una exótica cinta que incomprensiblemente careció de apoyo oficial y se estrenó en 1946, mucho tiempo después de su rodaje. En ambas, el descubrimiento de América se utilizaba como trasfondo. Del reinado de los Reyes Católicos en el cine han interesado mucho los Borgia, familia sobre la que trata la película de Antonio Hernández, con Lluís Omar, Ángela Molina y Paz Vega como actores principales.
Curiosamente, los personajes con más atracción cinematográfica han sido las hijas de los Reyes Católicos: Juana y Catalina. Juana, la Loca, suscitó atención ya desde los tiempos del cine mudo (Locura de amor, 1909, de Marro-Baños; Locura de amor de Maristany-Villar, 1926). El título será recurrente.
La más famosa de todas las versiones cinematográficas fue la Locura de amor (1948) que se basaba en la obra de Tamayo y Baus (1855) y fue dirigida por Juan de Orduña, con Aurora Bautista como Juana y Fernando Rey como Felipe el Hermoso. La película describe la “locura de amor” de Juana a partir, sobre todo, de la muerte de Felipe y su acompañamiento patético para ser enterrado en Granada. Los celos están presentes por la asimetría de comportamientos de Felipe y la enamorada Juana. Nada se plantea respecto a la interpretación desarrollada en los últimos años por historiadores como Betty Aram en el sentido de convertir a Juana en una víctima de las ambiciones políticas de su padre y de su marido. Tampoco se incide en el patetismo del encierro de esta mujer en Tordesillas desde 1509 hasta su muerte en 1555. La película no sale del plano sentimental de la relación de Juana con Felipe.
Muchos años después (2001) reasumió el tema Vicente Aranda con la película Juana la Loca, interpretada por Pilar López de Ayala. La verdad es que reincide en el planteamiento puramente sentimental, catalogando a Juana más que de loca de obsesionada y considerándola avanzadilla de la modernidad en tanto que nunca ocultó sus emociones. Una mujer que nunca disfrazó lo que sentía y por eso fue encerrada. El papel de Felipe en esta película lo hizo Daniele Liotti. Hasta en México se produjo la película Amor de locura sobre el mismo asunto (1953). También Ramón Larraz dirigió la paródica Juana la Loca… de vez en cuando (1983).
La otra hija de los Reyes Católicos, icono cinematográfico, fue Catalina de Inglaterra (1951), a través de la película de Arturo Ruiz-Castillo. Su intérprete fue Maruchi Fresno. La cinta es atrevida porque, de entrada, ya en el título, se sustituye el clásico referente de Catalina de Aragón por el de Catalina de Inglaterra y se asume todo el problema de las infidelidades de Enrique VIII a partir de 1525 en sus relaciones con la reina. A ella, en la obra, se la pinta como la mujer víctima de la política matrimonial de sus padres y de la infidelidad de Enrique, pero firme en sus convicciones. La realidad histórica es que Catalina demostró capacidad para salirse del círculo tortuoso de las mujeres de Enrique VIII, apoyándose siempre en humanistas como Vives o Moro. En el filme, Catalina se erige en la representación española de la buena esposa y de la buena madre, más allá de los devaneos del británico Enrique. Un canto al patriotismo español.
Sobre el mismo personaje se han hecho series televisivas en Gran Bretaña, como The Spanish Princess. Se rodó en Sevilla, fue interpretada por Charlotte Hope y de la reina Isabel hizo Alicia Borrachero. Aquí ella queda como una niña absolutamente desbordada por los intereses político-religiosos. Otros productos británicos se han dedicado a Catalina desde el ámbito anglosajón: Ana de los mil días (1969); Las seis esposas de Enrique VIII (1972); la serie de Los Tudor (2007) con la irlandesa María Doyle Kennedy como Catalina; y Las hermanas Bolena (2008)… En esta última se plantea la discordia entre las dos hermanas María y Anna disputándose a Enrique. Natalie Portman y Scarlett Johansson son las intérpretes de las dos hermanas.
Efectivamente, la televisión, incluso la española, ha apostado más por la historia que el cine. Ahí está como ejemplo la serie dedicada a la reina Isabel (2012-13), interpretada por Michelle Jenner y Rodolfo Sancho como los Reyes Católicos. Tuvo cierto éxito y se hizo un apéndice tras la muerte de Isabel que se rodó en 2015 con el título de La corona partida.
La literatura del momento histórico de los Reyes Católicos ha sido explotada cinematográficamente. Y ahí están como testimonio las versiones de La Celestina: la de Fernández Ardavín (1969), con Julián Mateos, Elisa Ramírez y Amelia de la Torre como la medio bruja; la mexicana de Miguel Sabido (1976), y la de Gerardo Vera (1996), interpretada por Penélope Cruz y Terele Pávez.
La proyección de los Reyes Católicos en su política religiosa y, sobre todo, en el descubrimiento de América, ha tenido importante reflejo en el cine que será objeto de próximos análisis.