Salva Reina (Las Palmas de Gran Canaria, 1978) no para y ahora se sube a un coche para llevar a tres completos desconocidos desde Madrid hasta Cieza (Murcia). El problema es que el más extraño parece él, que es quien los conduce.

Esta es la premisa de Con quién viajas, la ópera prima de Martín Cuervo que sumerge al espectador en una comedia con toques de thriller. Y es que todos el resto de los ocupantes --interpretados por Ana Polvorosa, Andrea Duro y Pol Monen-- esconden en algo, pero el del canario, por sus tics y su aspecto es el que genera mayores suspicacias.

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El actor se muestra muy orgulloso de formar parte de un reparto tan importante y de una cinta que no sólo hace reír, sino cómo la hace. Un rayo de luz al panorama cinematográfico español que le da un nuevo y necesario aire al género.

Reina coincide. No ha temido en meterse de lleno en un proyecto cómico, una etiqueta que arrastra desde hace tiempo y que, él mismo reconoce, le ha costado mucho de sacar. Sobre estos prejuicios, tópicos y de cine, el intérprete habla en esta charla con Crónica Directo en el que adelanta cuáles son sus próximos desafíos profesionales.

--Pregunta: ¿Qué le animó a participar de esta ópera prima?

--Respuesta: Lo primero, el guion, es muy llamativo. Me pareció muy valiente abordar una comedia de una forma diferente a lo que estamos acostumbrados en España, sin chistes construidos sino basándose en situaciones algo violentas, incómodas, incluso rozando la vergüenza ajena. Y luego el personaje que interpreto que es muy diferente, con muchas estrías, muchos secretos, con falta de habilidades sociales y con buen corazón.

--¿Supuso un reto hacer un personaje con tantos tics?

--Es una línea muy delgada entre pasarse y quedarse corto. Tenía que ser un personaje de contraste con los otros que son más normales, ¿aunque quién es normal hoy en día? Él me animaba, a veces yo dudaba, luego era él. Yo le decía, dame un papel normal en tu próxima película (ríe).

--¿Y el rodaje dentro de un coche? A la tensión debe ayudar, pero ¿ayuda para la comedia?

--Esto es lo que más llama la atención y es mérito de Martín el pulso que ha conseguido grabándola. Lo que suponía un hándicap también era un reto actoral para nosotros. Además, en algunas escenas hicimos hasta 40 tomas. Fue curioso, gratificante y provechoso.

--¿Rodar tantas veces, ayuda o perjudica?

--El reto era que saliera igual de fresco, sí. Mi personaje y su extrañeza también ayudaba a incorporar cosas, cuando no venía a pedirme que dijera una frase fuera de guion.

--¿Ha compartido coche para realizar algún viaje?

--Sí, claro.

--¿Y se ha encontrado alguna situación así?

--Algunas sí, pero todas las anécdotas son de Martín o de conocidos suyos. Aunque uno haya viajado así, todos hemos estado en un espacio cerrado como una cena con tu pareja y sus amigos, la sala de espera de algún dentista. Esos momentos incómodos y etiquetas que uno pone hace que la gente se sienta muy identificada.

Andrea Duro, Pol Monen, Ana Polvorosa y Salva Reina / A CONTRACORRIENTE

--¿Uno de los mensajes, precisamente, es esa lucha contra las etiquetas?

--Sí, claro. Las etiquetas no son buenas y a veces al ponerla te pierdes muchas cosas. Mi personaje es un claro ejemplo.

--En la actuación, es bastante común las etiquetas. ¿A usted le han pesado?

--Sí, incluso los productores de Malaka tuvieron ciertas dudas de que yo lo pudiera hacer. Las etiquetas no son buenas y en el mundo del audiovisual también pasa. Y al ponerlas uno se pierde gente que puede sorprender.

--¿Los nuevos directores vienen con menos complejos?

--Quizá la gente joven venga con ideas diferentes. Personas que me han conocido por Malaka se han sorprendido al saber que yo hacía comedia.

--Usted no sólo es un actor para cualquier tipo de papel, también es emprendedor. Tiene una sala.

--Sí, tengo una sala de teatro y música en Málaga, Cochera Cabaret. Llevamos nueve años y estamos haciendo una labor por la ciudad, la provincia y la cultura en general. Programamos artistas emergentes y otros más consagrados. A raíz de allí hemos creado una productora, con la que levantamos dos producciones de teatro y ahora vamos a participar en dos largometrajes este año.

--¿Cuesta?

--Muchísimo.

--Ahora más, imagino.

--Levantar una película como lo ha hecho Martín Cuervo es un acto milagroso. Y ahora que lo veo desde la barrera también es una cosa fascinante. Es un largo y constante trabajo. Con la pandemia además nadie apuesta por proyectos más grandes. Todo es más pequeñito y más complicado. Por eso debemos animar a la gente a que vaya a los cines y teatros porque son espacios seguros, no son foco de infección y se respetan las medidas.

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--Además, de un tiempo a esta parte, tras la pandemia, el cine español ha estrenado muchas comedias. ¿Es el momento?

--Quizás son momentos tristes y necesitamos reírnos un poco. Esta película por eso es diferente, un poco indie y con un sello especial. No es la comedia típica española, no deja indiferente.

--¿Cree que hay una nueva comedia española?

--Yo creo que sí. Está bien que haya gente diferente y que no haya miedo a apostar por otros formatos, otro lenguaje que las haga atractivas.

--Y el estado del cine español, ¿cómo está?

--Crítico, pero mejora favorablemente (bromea). La gente de la productora y la distribuidora están asustadas de la poca afluencia a las salas, pero confiados de que va a repuntar y dar pasos adelante. El cine hay que verlo en el cine. Por otro lado, a nivel de producciones están saliendo cosas interesantes: nuevos directores, historias diferentes… Queda mucho por hacer, pero progresa adecuadamente.

--¿Le ha afectado la pandemia a nivel laboral, porque no para?

--Muchas gracias. Esto va por rachas y estoy en una muy buena. Está por estrenar Feria y estoy por rodar Si lo hubiera sabido, ambas para Netflix. La primera un thriller y la segunda una comedia. Y luego las dos producciones propias. Una es Isósceles, una historia claustrofóbica con tres personajes en un salón de Ignacio Nacho; y Treguas, de Mario Hernández, que es la historia de dos amantes, un guionista y una actriz que se encuentran en un festival.

--Su relación con las plataformas, intuyo que es buena, se ha metido en dos proyectos con ellas. Ayudan a que haya más audiovisual, pero perjudica a las salas. ¿Cómo ve esa dicotomía?

--Hay un interesante debate, pero al final no se puede tapar el río con la mano. Hay que aprovechar las plataformas y ver qué posibilidades tiene esa corriente, que casi es un torrente ahora. Pero poco a poco se reconducirá y las aguas volverán a su cauce. Todo será más normal. Antes había diferencias entre cines y televisión, ahora las hay de presupuesto. Se hacen películas muy pequeñitas con poco presupuesto y series con grandes presupuestos que se podrían incluso ver en el cine. Todo es cuestión de encontrar el equilibrio. Pero creo que el cine y el teatro son cosas que no van a desaparecer. Ir al cine es un acto poético, bonito y cultural que no va a acabar.