Él lo ha negado en alguna ocasión. Incluso ha dado la callada por respuesta. Pero las películas de Quentin Tarantino también son un fiel reflejo de la desigualdad de género en el cine. El occidental, al menos. Solo uno de cada tres papeles de sus filmes es para una actriz (la misma proporción que en España, por ejemplo) y, además, ellas solo hablan un 28% del tiempo, según un análisis de Time. No es la primera vez que el director, que acaba de estrenar Érase una vez en Hollywood, centra las miradas por esta cuestión.
En el caso de España, el estudio más reciente sobre este asunto es del 2016. Y refleja lo mismo: uno de cada tres papeles es para una mujer. Desde entonces, aunque no existen análisis posteriores, “no ha cambiado nada”, según declara la actriz Berta Ojea desde la secretaría de Igualdad de de la Unión de Actores y Actrices. La transición es lenta en el mundo. Sin embargo, preguntada por el caso de Tarantino, destaca que el director ha creado “heroínas y otros personajes femeninos importantes, con mucho arraigo”. Ello ha permitido, en su opinión, que “una generación de jóvenes tenga una heroína”.
Las mujeres en el cine
El Estudio de la presencia de la mujer en las producciones españolas de ficción difundidas en televisión y salas de cine de España durante el periodo 2014-2016, de Aisge, aporta más datos sobre esta cuestión: los personajes femeninos representan un 38% de las interpretaciones actorales en la gran pantalla, mientras que el papel de protagonista está reservado para un 34% (40% en el caso de las secundarias). Además, la edad también se cuela en el informe, ya que mientras las jóvenes se adjudican un 42% de los papeles principales, solo un 24% de las actrices mayores de 45 años los obtienen.
En este punto, Ojea explica que el cine español –y del resto del mundo– sigue adoleciendo de una triple brecha de género: laboral (“menos personajes femeninos y con menor peso”), salarial y de edad (“para nuestro cine y nuestras series, las mujeres mayores de 35 años son mayores para tener un papel protagonista”). Sostiene que, a partir de esas edades, cuando la industria considera que ya no sirven para interpretar a personajes de “chica enamorada”, las actrices optan, sobre todo, a papeles de cuidadoras (la madre, la tía…). “Repetimos los roles eternos de la desigualdad y los contamos a los jóvenes”, añade.
Las diferencias se reducen en las series
A pesar de todo, el estudio antes citado detalla que estas diferencias se han reducido en las series de televisión, donde los personajes femeninos representan una media del 45% de las interpretaciones, alcanzando esta cifra el 47% en los papeles principales. Nada que ver con el cine. También está algo más equilibrada la variable de la edad: las actrices con más de 45 años representan el 39% de los personajes; en cambio, las menores de 35 años representan el 54%. Más que los hombres.
Con todo, Ojea afirma que hay un nicho de mercado que se empieza a explotar: productos hechos para “hablar a las mujeres”. No obstante, afirma que el “machismo” y la “ideología patriarcal” imperan todavía, y acusa a la industria de tener “mucho miedo de cambiar los roles”.
Los referentes
“A las mujeres les faltan referentes”, “es importante que el cine tenga conciencia de que crea referentes”, sentencia tras deslizar que “las mujeres son las grandes consumidoras de cultura”. Por todo ello, pide que directores y directoras “tengan la misma capacidad de acceso”, algo que, en su opinión, equilibraría estos datos, porque las mujeres tienen “mayor sensibilidad” con estos asuntos.
Para terminar, defiende que ante todo debe “primar el talento” y que, por supuesto, cada uno es libre de construir una historia con los personajes que convenga. Así, desea que este desequilibrio sea la excepción en el futuro. En el cine de Tarantino, como en el de la mayoría de directores, es la norma.