Me pasa con Agatha Christie lo mismo que con Stephen King: soy incapaz de leerme sus novelas --tras haberlo intentado, se lo juro--, pero suelo ver las adaptaciones audiovisuales de las mismas. Ni se me ocurre ir al cine cuando las estrenan, pero en cuanto llegan a la televisión, ahí estoy yo para tragarme lo que me echen. Cuando el cerebro no te da para grandes esfuerzos, un misterio de la señora Christie o un espeluznante relato del señor King te vienen como anillo al dedo.
Por eso me tragué de un tirón, hace unas noches, la miniserie británica Inocencia trágica, basada en la novela de Agatha Christie de 1958 Ordeal by innocence y ya adaptada en 2007 a la televisión, colando de rondón en la trama a la señorita Marple --personaje no tan indigesto como Hércules Poirot, pero casi, al que solo le vi la gracia en las adaptaciones cinematográficas de principios de los sesenta, protagonizadas por Margaret Rutherford, que era algo así como la versión británica de Mary Santpere y con la cara ya pagaba--, que no aparecía en la novela.
Dividida en tres capítulos de una hora de duración, esta Inocencia trágica se beneficia de un guion excelente de Sarah Phelps, que se las apaña muy bien para dotar de consistencia a los personajes de Christie, que suelen ser de cartón piedra. Y de un reparto muy digno en el que destacan el señorial Bill Nighy --el amigo de Emily Mortimer en La librería, de Isabel Coixet-- y el inquietante Luke Treadaway --el atormentado doctor Frankenstein de Penny dreadful--.
La estructura es típica del universo Christie. La dueña de la casa es asesinada, se las carga uno de sus muchos hijos adoptivos, que acaba muriendo en la cárcel, y la tardía aparición de un tipo que no está muy bien de la cabeza, pero tiene una coartada perfecta para Jack, el supuesto asesino, pone de nuevo en marcha la investigación. Todos acaban atrapados en una enorme mansión en la campiña británica, y uno de ellos, claro está, es el asesino, truco que la señora Christie repitió hasta la saciedad, generalmente con Poirot llegando a la conclusión acertada tras haber expuesto los pros y contras de todos los sospechosos a la hora de acometer el suceso luctuoso.
Agatha Christie carecía de estilo, sus personajes secundarios eran puros clichés y sus protagonistas agotaban la paciencia de un santo, pero sus tramas funcionaban con la precisión de un reloj suizo. De ahí que algunas adaptaciones al cine o a la televisión resulten más interesantes que las novelas originales. Es el caso de Inocencia trágica, en la que la brillante reconstrucción de la Inglaterra rural de 1954 sirve de marco a las miserias morales de una familia aparentemente ejemplar, pero con mucho que ocultar. Thriller con elementos de culebrón, Inocencia trágica es otro de esos productos ejemplares a los que nos tiene acostumbrados la BBC. Ideal para una noche de insomnio.