'Niña con balón', de Bansky

'Niña con balón', de Bansky Bansky

Artes

Bansky o la banalidad

A los periodistas filisteos les encanta y pican siempre y a los otros les da pereza denunciar su impostura, pero llega un momento que hay que decir hombre, ya

Publicada

El grafitero callejero Bansky probablemente sea el artista menos interesante del mundo después de Santiago Sierra, el más prescindible, pero como no le falta talento para hacerse publicidad –y hoy día, cuando todo se ventea, un buen atajo para hacerse famoso es impostar el ocultamiento, el anonimato, el secretismo--, cada aparición de una de sus pintadas, o “ximpleries”, como decimos en catalán, encuentra amplio eco en  los medios de comunicación. A los periodistas filisteos les encanta. Pican siempre. A los otros les da pereza denunciar su impostura, pero llega un momento que hay que decir hombre, ya.

Sienta Bansky plaza de contestario y revulsivo esparciendo por las paredes de todo el mundo sus metáforas siempre ramplonas. De hecho son tan banales que Tatxo Benet debería comprar algunos de sus grafitos para su museo barcelonés del arte prohibido, si sus empleados, descontentos con su sueldo y condiciones laborales, no se hubieran puesto en huelga y no le hubieran incitado a cerrarlo. Lástima, habría sido el sitio ideal para una “sala Bansky” que atraería a muchos turistas.

Obras de la gente

El artista opera así: pinta –a escondidas, para mantener su anonimato—con tonos grises en alguna pared a una niña con aspecto de pobre, sosteniendo un globo rojo como una idea de libertad. Pinta a dos autócratas enemigos… besándose apasionadamente en la boca. Pinta a un manifestante o “luchador callejero” embozado, en el momento en que está arrojando a la policía… no un cóctel molotov sino ¡un ramo de rosas!… ¡Qué poético todo!

Obra de Bansky

Obra de Bansky ART OF PROTEST GALLERY

A veces la prensa informa de que un tendero ha hecho borrar un dibujo que Bansky había hecho en su puerta, o de que otro grafito ha sido robado, y entonces oh qué sorpresa, qué lamentos, ¡una obra tan linda que estaba en la calle, que era de la gente, que no era de nadie y era de todos! Es casi como si los cacos se hubieran llevado del museo del Prado algún gran valor patrimonial. Las Meninas.

¿Censura?

Entre sus operaciones publicísticas más redondas hasta ahora ha sido la venta, en una casa de subastas, de un dibujo de su niñita con el globo rojo, al pie del cual se había instalado una trituradora de papel. El dibujo era autodestruido ante los ojos de los sorprendidos licitadores. Uno de los cuales pagó una fortuna por esas tiras de papel. Chapeau.

Su último grafito, pintado en la pared monumental de los Reales Tribunales de Justicia de Londres, un edificio neogótico muy pomposo, representaba a un juez tocado con pelucón y vestido con gorra que golpeaba con su mazo a un manifestante caído e indefenso, que aún sostenía la pancarta… ¡Punzante alegoría sobre el poder aplastando las ideas redentoras!

Las autoridades británicas, que tienen una naturaleza pragmática y poco proclive a las emociones baratas, y mucho menos a las versiones contemporáneas de las representaciones del burgués con puro y chistera contra el obrero descalzo, han mandado pasar sobre esta obra de Bansky una sanitaria y restauradora capa de pintura. Bien hecho. Una cosa tonta y fea menos en el mundo. Y que clame el filisteo que esto es “censura”.