‘Untitled (Woman and Man with Mirror)’, uno de los dibujos finales de Juan Muñoz que hoy se encuentra en manos privadas / CENTRO BOTÍN

‘Untitled (Woman and Man with Mirror)’, uno de los dibujos finales de Juan Muñoz que hoy se encuentra en manos privadas / CENTRO BOTÍN

Artes

El laboratorio de papel de Juan Muñoz

El Centro Botín de Santander celebra su quinto aniversario con una retrospectiva de los dibujos del artista madrileño, en los que ejercitó las formas y los temas de sus populares esculturas

25 septiembre, 2022 20:30

El arte es una manera de dudar. Una realidad llena de ficciones. Un extraño ilusionismo. Juan Muñoz tuvo esa idea como impulso. Y así fue armando uno de los proyectos más desconcertantes del panorama del arte contemporáneo español. Una propuesta que giró de forma obsesiva alrededor del difícil asunto de la identidad, la frontera entre la lucidez y la locura y el aislamiento del individuo en la muchedumbre. Pero todo eso quedó quebrado cuando la muerte en forma de aneurisma le segó el paso una noche de agosto, en Ibiza. Era 2001 y el creador madrileño tenía cuarenta y ocho años, la espiral de la gloria mirándolo de frente y mil desafíos por delante.

Antes de ese abrupto final, el artista puso en pie sus figuras insólitas, sus pequeñas arquitecturas dislocadas, todo ese juego de presencias y ausencias que vertebran su idioma, propio de aquel que encuentra en el extravío de la normalidad el filón de su misma realidad. Sin embargo, con los años, el lenguaje de Juan Muñoz se fue convirtiendo en los lenguajes de Juan Muñoz. Y las obras empezaron a amplificarse propiciando arquitecturas, espacios insólitos, presencias inquietantes (como esas reuniones de asiáticos violentados de risa); incluso, más allá, cambiando la corporeidad de la obra por lenguajes más inestables: la luz, el sonido, el silencio.

La instalación ‘La naturaleza de la ilusión visual’ (1994-1997), en la retrospectiva del Centro Botín / BELÉN DE BENITO (CENTRO BOTÍN)

La instalación ‘La naturaleza de la ilusión visual’ (1994-1997), en la retrospectiva del Centro Botín / BELÉN DE BENITO (CENTRO BOTÍN)

Ahí, precisamente, entre los rincones menos conocidos de Muñoz, está su laboratorio de papel, sus dibujos, donde es posible descubrir gestos, osadías, esbozos de libertad. Es el perfil más ignorado del artista que asoma ahora, casi al completo, en la propuesta de título espartano, Juan Muñoz: Dibujos 1982-2000, con la que el Centro Botín de Santander celebra los cinco años de su apertura. La muestra, que permanecerá abierta hasta el 16 de octubre, reúne más de doscientas obras, prestadas para la ocasión por instituciones y coleccionistas particulares europeos y estadounidenses, para mantener alto el calor trastornado de su trabajo, la extrañeza constante de su trabajo.

“Dibujar es un placer, una tarea solitaria y muy hermosa. Siempre dibujo”, aseguró, en alguna ocasión, Juan Muñoz, quien dejó a su fallecimiento un excepcional corpus de obra ilustrada. Porque la tarea de dibujar fue una constante a lo largo de su vida, oscilando entre el rápido boceto y el más elaborado o detallado de sus planchas; del dibujo a mano alzada a los que ejecutaba proyectando imágenes sobre un lienzo. El resultado es un copioso catálogo, con trabajos que podían formar parte de piezas escultóricas o concebirse como escenas narrativas, pero también adoptar la forma de creaciones autónomas que permitían al artista idear imágenes de gran carga metafórica.

Una visitante observa 'Old Man (Ezra Pound)' (1999), de Juan Muñoz / BELÉN DE BENITO (CENTRO BOTÍN)

Una visitante observa 'Old Man (Ezra Pound)' (1999), de Juan Muñoz / BELÉN DE BENITO (CENTRO BOTÍN)

Producida por el Centro Botín en colaboración con el Juan Muñoz Estate, la exposición cuenta con doce secciones, organizadas en su gran mayoría de manera cronológica y centrándose cada una de ellas en un tema específico. Según su comisario, Dieter Schwarz, “esta muestra permite al espectador experimentar de una manera diferente la increíble obra de uno de los artistas europeos más relevantes del siglo XX. Profundamente enigmáticos y personales, los dibujos de Juan Muñoz relatan historias nunca antes contadas, y lo hacen mediante un formato figurativo, lo que en su tiempo supuso una rebelión contra la hegemonía del lenguaje abstracto”.

Así, aunque Muñoz realizó la mayor parte de sus ilustraciones en papel, desde muy pronto aplicó esta disciplina a materiales diversos, creando unos dibujos autónomos y dotados de una increíble cualidad escultórica. En esta exposición en el Centro Botín podemos encontrar Late Portrait, una obra de 1985 en la que el artista dibujó con carboncillo sobre cemento; la instalación The Nature of Visual Illusion (1994-1997), compuesta por tres figuras rodeadas de un gran acrílico sobre lienzo a modo de telón, o las series Raincoat Drawings (1988-1995) y Back Drawings (1990-1995), ejecutadas con tiza blanca y óleo blanco en barra sobre tela negra, a medio camino entre el dibujo, la pintura y la escultura.

Una asistente al Centro Botín, ante las ilustraciones Mujer y hombre con espejo (2000) / BELÉN DE BENITO (CENTRO BOTÍN)

Una asistente al Centro Botín, ante las ilustraciones Mujer y hombre con espejo (2000) / BELÉN DE BENITO (CENTRO BOTÍN)

El visitante puede comprobar cómo el itinerario del artista fue avanzando por espacios cada vez más arriesgados, rompiendo corsés y fronteras. Buscaba impulsado más por la intuición que por los conceptos. Y no se detenía jamás cuando la posibilidad de experimentar algo nuevo se le cruzaba por delante. En el arte y en la vida. Su obra es el referente inconcluso de una voz singular que tomó su potencia de tono sin atender a escuelas, caprichos ni modas, viajando en dirección contraria al establecer vasos comunicantes entre los géneros, como ese hilo invisible que une la escultura Balcón a tres (1984) con esos dibujos que muestran a la figura humana vista desde abajo, y terriblemente sola, para plasmar la ausencia de humanidad.

Están ahí reunidas también sus fijaciones, entre ellas la literatura. Recorta portadas para libros que nunca han existido, se vuelca de forma obsesiva en la ilustración del relato breve de Joseph Conrad, Una avanzada del progreso (1896), que narra la historia de dos europeos abandonados en África, o toma como inspiración una fotografía del poeta Ezra Pound para elaborar un conjunto de dibujos titulados Una breve descripción de mi muerte (1999). En esta potente serie, el artista madrileño inserta su propio nombre bajo el rostro del autor de Cantos a modo de presagio de su próximo fallecimiento, que ocurrió dos años después.

La serie Brack Drawings (1990-1995) de Juan Muñoz, expuesta en Santander / BELÉN DE BENITO (CENTRO BOTÍN)

La serie Brack Drawings (1990-1995) de Juan Muñoz, expuesta en Santander / BELÉN DE BENITO (CENTRO BOTÍN)

En uno de los estudios incluidos en el catálogo de la exposición, Guy Tosatto, director del Musée de Grenoble, en Francia, señala con acierto que el trazo de los dibujos de Juan Muñoz “era siempre extremadamente seguro. Podía ser punzante y asombrosamente delicado al mismo tiempo… Es el dibujo de un escultor, con ese poder incomparable y ese sentido inigualable de volumen y espacio”. Precisamente, esa cualidad salta a la vista en las instalaciones incluidas en la exposición, planteadas a modo de alivio para el espectador inmerso en un carrusel de ilustraciones: La naturaleza de la ilusión visual (1994-1997) y el Retrato de un hombre turco dibujando (1995).

De este modo, casi por acumulación, la exposición Juan Muñoz: Dibujos 1982–2000 tiene algo de laberinto de ficciones. Y en él no sólo cabe ese aullido de los motivos más difundidos del artista madrileño, sino que también emerge una sorda ironía que es el gamberrismo lúdico de un creador que no se marcó cotos, sino que dejó, prematuro, un trabajo flexible, abierto, difícil de formalizar desde la miopía académica. Aquí habita la inédita mitología de algo que aún puede que no haya sucedido, y la emoción que dispensa está concebida, por tanto, como el grado más elemental de la inteligencia. Es tan absurdo el mundo que sólo vale dudar.