Cartel de Robert McGinnis para 'Operación trueno'

Cartel de Robert McGinnis para 'Operación trueno'

Artes

Robert McGinnis: ‘Pulp Fiction’

El artista brilló en las películas adscritas a lo que Quentin Tarantino llamó Pulp fiction, con carteles para James Bond y Matt Helm que resultaron sensacionales

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Junto a la mesa en la que escribo, pegado a la pared, tengo el cartel de la cuarta película de James Bond, Operación Trueno (1966), que lleva fascinándome desde la infancia, cuando vi el largometraje en un cine de barrio de Barcelona (además del poster, tengo su imagen reproducida en una camiseta).

El cartel se divide en tres partes que reflejan la actividad aventurera de 007. En la primera, se le ve en el aire, con su mochila voladora, mientras desde el suelo le disparan, sin acertarle, algunos secuaces del malvado de turno. En la segunda nos topamos con Bond bajo el agua, peleando con otros villanos. En la tercera sigue con el neopreno, pero en seco y rodeado de hermosas señoritas en bikini. Nunca supe quien era el responsable de tan gloriosa imagen hasta que falleció hace unos días y descubrí que se llamaba Robert McGinnis y era casi centenario (Cincinnati, Ohio, 1926 – Old Greenwich, Connecticut, 2025).

Cartel de la película 'Operación trueno'

Cartel de la película 'Operación trueno'

El señor McGinnis ha sido uno de los ilustradores más brillantes de la escena norteamericana. Tras una breve etapa en los estudios Disney, su dedicación a la Pulp fiction fue total y absoluta, obsequiando una elegancia y un buen hacer considerables a un montón de libros (que a veces no las merecían) y a muchos carteles cinematográficos (que a veces tampoco). Respecto a los libros, nuestro hombre fue el rey gráfico de los paperbacks (libros de bolsillo) y de la (considerada) literatura barata: novelas policiacas, historias románticas, aventuras del oeste… Algunos autores a los que ilustró valían mucho la pena, como Donald Westlake o Erle Stanley Gardner, el papá de Perry Mason. Otros no pasaron a la historia, pero se beneficiaron de un artista que los dignificaba, aunque solo fuese con sus portadas.

Las charlotadas de Moore

En el mundo del cine se estrenó con Desayuno con diamantes, la célebre adaptación de la novela de Truman Capote. Le siguieron La extraña pareja, La pantera rosa o Barbarella, la desastrosa versión de Roger Vadim del comic de Jean Claude Forest. Pero donde más brilló, en mi opinión, fue en las películas adscritas a lo que Quentin Tarantino llamó Pulp fiction. Sus carteles para James Bond y Matt Helm (aquel agente secreto, interpretado por Dean Martin, que, entre bofetada y bofetada y polvo y polvo, se lanzaba a cantar That´s amore sin que viniera a cuento) eran sensacionales.

Sus contribuciones a la saga Bond constituyen, para mí, la cima de su trabajo. Además de Operación trueno, nuestro hombre se encargó de ilustrar brillantemente Solo se vive dos veces, Vive y deja morir y Diamantes para la eternidad. Cuando la franquicia pasó de Sean Connery a Roger Moore, prescindieron de sus servicios (o McGinnis se retiró para no tener nada que ver con las charlotadas del señor Moore, que a mí me divirtieron mucho, pero me consta que irritaron a muchos fans de 007).

Calidad y comercialidad

A su manera, Robert McGinnis fue el Norman Rockwell de la Pulp fiction. Con su dibujo elegante y cargado de energía y movimiento, este artista realzó buenas películas y dignificó las malas (aunque hay que reconocer que no le cayeron demasiados pestiños). Lo mismo hizo con la literatura, no siempre barata, que caía en sus manos. Ahora que los carteles de cine ya casi no utilizan a dibujantes de fuste, McGinnis se revela como el principal representante de una era acabada por la que es lícito sentir una vaga nostalgia.

Mientras escribo esto, echo algunos vistazos a mi izquierda y compruebo que ahí sigue James Bond, combatiendo el mal por tierra, mar y aire. McGinnis tenía cuarenta años cuando dibujó ese cartel. Ha muerto a los 99. No sé cuánto me queda a mí, pero sé que, en cuanto llegue el calor veraniego, si nada lo impide, podré volver a lucir la camiseta de Operación trueno, reliquia que me identifica como superviviente de una época pasada en la que los carteles de las películas combinaban perfectamente la calidad y la comercialidad gracias a personajes como el gran Robert McGinnis.