‘Espejo del mundo’. Galería 1 Mira Madrid.

‘Espejo del mundo’. Galería 1 Mira Madrid.

Artes

Patricia Gómez y María Jesús González: leyendo los espejos y los posos del tiempo

El dúo de artistas profundiza con su rescate de los muros del antiguo psiquiátrico valenciano de Bétera en el empeño arqueológico que orienta su carrera creativa

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Espejo del mundo, cuya instalación en la Galería 1 Mira Madrid la crítica Elena Vozmediano definió como el mayor evento de la apertura en la capital, es un puñetazo en la cara. Por suerte para quien observa, la cara golpeada que se refleja en el espejo no es la suya—o no solo—, sino la del mundo. A primera vista, entre las otras secciones rectangulares del políptico, nos parece ver algún Tapies. No es extraño: el contenido de las paredes también interesaba al barcelonés. Pero quien viene a la mente, desde más al fondo, también con más urgencia, es Rothko. El pintor abstracto quería que el drama estuviera presente en la imagen no figurativa —en los juegos compositivos, los diálogos de color—, con su concreción, y aquí lo está hasta un grado sobrecogedor. 

¿Cómo lo consiguen Patricia Gómez y María Jesús González (Valencia, 1978)? Su técnica procede del tradicional strappo, que permite separar la superficie de una pintura del muro donde se encuentra. Se ha usado desde muy antiguo para conservar frescos —hoy se reserva a los casos de ruina—, pero también para la especulación de coleccionistas particulares. Utilizando ese método, las artistas se llevan para sus polípticos recuadros enteros de las paredes del último hospital psiquiátrico de Valencia, abandonado en los 80, cuando se integró la atención de las enfermedades mentales al sistema sanitario general.

‘Espejo del mundo’.

‘Espejo del mundo’. Galería 1 Mira Madrid.

Junto a los colores originales, ya de por sí de tono un poco fantasmal, difuminados además por el tiempo, van los arañazos, los signos anónimos, y las huellas de una reclusión traumática. La pieza está pensada para que, situándose frente a cada uno de los espejos sacados de las habitaciones, veamos exactamente el trozo de pared que el interno tenía a sus espaldas. En esa postura, surgen un par de preguntas. Eso sí, conviene contestarlas con el lenguaje más llano posible, porque conciernen a todo el mundo. No es que no sean solo para los expertos, es que son para los no expertos. Incluso para los no aficionados. 

La primera es a quién pertenece la emoción. La pareja de artistas la busca en los acontecimientos pequeños, y aquí se suele citar a Walter Benjamin, que los equiparaba a los grandes. Aparquémoslo esta vez por el lenguaje complicado, que a veces roza lo oscuro. También por ese dudoso precepto de que la historia —los acontecimientos, grandes y pequeños— cambia nuestras ideas, y no al revés. Quedémonos con Unamuno. La intrahistoria. Lo que pasa en la vida diaria y no saldría nunca en los libros. Gómez y González encuentran ese material, como decimos, practicando su particular arqueología en las paredes. Lo están haciendo ya otra vez, tan atentas a la actualidad como al pasado, en el taller de Juan Olivares en la Ribera Alta, destruido por las inundaciones de octubre, y los beneficios serán dedicados a la reconstrucción. 

'Espejo del mundo'

'Espejo del mundo'

Ahora bien, ¿dónde son más relevantes los muros que en los centros de internamiento? Las artistas trabajan juntas desde 2002. En Si las paredes hablaran, de 2009, rescataron las imágenes que habían quedado en las celdas y galerías de la Cárcel Modelo de Valencia, entonces abandonada y a la espera de reconvertirse en dependencias administrativas. Bajo el título Las 7 puertas (2011), contaron con los siete últimos internos de la cárcel de Palma, antes de su cierre definitivo, para que grabasen sus reflexiones sobre las puertas de hierro de las celdas. El mismo año, exploraron las capas históricas y las marcas en el edificio de la prisión de Holmesburg, en Filadelfia, construida siguiendo el modelo panóptico de Jeremy Bentham, que pretendía ofrecer un control total, con “la facultad de saber todo lo que pasa con un vistazo”.

Igual que en el psiquiátrico de Bétera, la emoción trasplantada agarra bien en el contenedor del museo o la galería. Sigue viva. Pero, una vez allí, ¿de quién es? ¿Quién la ha puesto donde está? Se origina directamente en las experiencias de los internos. Las artistas la rescatan del olvido. El público la recrea en su sistema nervioso. Podría parecer que no existe diferencia con la pintura tradicional, que muestra una peripecia y provoca una reacción. Sin embargo, hay un cambio de proporciones. En el arte conceptual la obra no se construye, o no del todo. Se elige.

La rueda de la bicicleta es arte. La pared es arte. Eso ha ido produciendo una especie de desplazamiento en que el artista se limita a señalar un aspecto de la realidad que comparte con el espectador, mientras este hace una parte mayor del esfuerzo de imaginación. Lo interesante, al final, es preguntarse hasta qué punto se va transfiriendo, nivelando como en un sistema de vasos comunicantes, esa capacidad de leer el enlucido. Si nos paramos a mirar con ojos atentos, ¿dejará algún día de ser necesario que nos repartamos los roles de artista y observador?     

'Espejo del mundo'

'Espejo del mundo' Galería 1 Mira Madrid.

La segunda pregunta que surge al mirarse en el Espejo del mundo es si hacen falta buenas ideas para crear buen arte. Si es necesario partir de la verdad. Hay quien piensa que solo es posible dedicarse al oficio con el aval de un alma luminosa. Tenemos demasiados ejemplos de lo contrario. El filósofo que ha llevado a varias generaciones de artistas a interesarse por las prisiones y los sistemas de represión en general es Michel Foucault. El caso es que su tesis de sospechar de cualquier certeza como instrumento del poder ha terminado por revelar su esperable potencial de significar una cosa y la opuesta. Lo prueba el millón y medio de citas académicas, desde los más alejados barrios ideológicos, que lleva en treinta años. Es el primer autor de la lista, como muestra el buscador especializado de Google, a una distancia abrumadora del resto.    

Pero olvidemos los nombres propios. Hemos dicho que nos las íbamos arreglar con el lenguaje que usamos entre amigos. Pongamos que surgieron, en el último tercio del siglo pasado, unas ideas que proponían la crítica constante al control que el poder —suele olvidarse que se refieren a cualquier poder, también el del rebelde cuando se vuelve hegemónico— ejerce sobre nosotros. En algunos casos han podido servir para humanizar el sistema penitenciario, o para evitar la marginación en la atención psiquiátrica: véase el cierre de los establecimientos que trata la pieza de Gómez y González.

Patricia Gómez y María Jesús González con su obra ‘Espejo del mundo’.

Patricia Gómez y María Jesús González con su obra ‘Espejo del mundo’. Galería 1 Mira Madrid.

En otros, sin embargo, también han contribuido a situaciones complicadas como la crisis de los sintecho en California, donde más del sesenta por ciento de las alrededor de 180.000 personas que viven en la calle padecen enfermedades mentales. Aun no siendo la causa principal de la emergencia humanitaria, sí es cierto que el cierre de instituciones de salud mental desde hace décadas por administraciones de signo político opuesto, sin diseñar alternativas, ha agudizado el problema. Ahora, las autoridades de California confiesan que no saben cómo llegar a quienes necesitan ayuda y no la piden. Mientras unos, en el propio campo progresista, apoyan la iniciativa del gobernador demócrata, Gavin Newsom, para facilitar el tratamiento, forzoso en ciertos casos, otros temen una reacción que vuelva a las vías del internamiento en masa.  

¿Hay que partir de la verdad? En cualquier proceso creativo, lo importante es que haya más verdad al final que al principio. El creador visual entra en escena con tijeras y pegamento y le sale un collage que no es nunca una correa de transmisión de ideas recibidas. El collage de Patricia Gómez y María Jesús González pone a circular emociones intensas e ideas entre ambos lados del espejo: el lado del mundo y el de su representación. No solo en el sentido de conectarnos de manera íntima, por medios estéticos, con el sujeto de su pieza. También en el de usar unos medios, como en un vídeo hazlo tú mismo, con los que podríamos continuar su trabajo por ellas, a nuestra manera, en una realidad escurridiza e inagotable. ¿Qué más se le puede pedir a una obra de arte?