'El jaleo'

'El jaleo' JOHN SINGER SARGENT

Artes

Los mundos y los rostros de John Singer Sargent

El pintor norteamericano, de cuya muerte se cumplen cien años, inmortalizó a través de sus retratos a grandes personajes de la cultura y a casi toda la alta sociedad de su tiempo, la Gilded Age del siglo XIX,  a ambos lados del Atlántico

Publicada

La posición de un tirante provocó un escándalo cuyo eco todavía resuena. Sucedió en el Salón de París de 1884. El cuadro se titulaba Retrato de Madame X y su autor era el estadounidense John Singer Sargent (1856-1925), el mejor retratista de su tiempo, de quien este año se conmemora el centenario de su fallecimiento. El alboroto fue de tal magnitud que el pintor optó por abandonar la capital francesa e instalarse en Londres, siguiendo el consejo de su amigo Henry James. 

La historia del arte decimonónico puede contarse siguiendo los sucesivos escándalos de los salones parisinos. La algarabía política que provocó la exhibición de La balsa de la Medusa de Géricault en el de 1819; la creación del Salon des refusés en 1863 y la controversia del Déjeneur sur l’herbe de Manet, que hacía saltar por los aires los códigos establecidos que establecían qué desnudos pictóricos eran tolerables; la reincidencia en la polémica de este artista en el salón de 1865 con la Olympia; la creación en 1874 del Salon des indépendants y la sacudida que supuso Impression, soleil Levant de Monet.

Sargent en su estudio con el retrato de Madame X

Sargent en su estudio con el retrato de Madame X

En 1884 llegó el revuelo creado por el tirante insinuantemente caído en el retrato de una dama de la alta sociedad parisina innominada, pero a la que todo el mundo identificó: Virginie Amélie Avegno Gautreau. Era una joven estadounidense, criolla de Nueva Orleans, que se había casado con un banquero francés mucho mayor que ella y se había hecho un hueco entre la élite de la capital. Era una mujer de una belleza exótica, que llevaba una promiscua vida amorosa a espaldas de su marido sobre la que toda la ciudad chismorreaba.

La sofisticada alta sociedad parisina podía tolerar estos devaneos siempre que se manejasen con discreción, pero hacer ostentación pública de ellos era intolerable. Y el tirante sensualmente caído en el retrato era una lasciva indicación que traspasaba una línea roja. Se armó tal escándalo que la retratada y su madre le pidieron a Sargent que rectificara el tirante y lo colocara en la posición adecuada.

'Madame X'

'Madame X' JOHN SINGER SARGENT

Así lo hizo el autor. Es lo que en vocabulario pictórico se llama un pentimento, cuando el artista se arrepiente y rectifica pintando encima. En la actualidad el cuadro puede verse en el Metropolitan de Nueva York, con el tirante decorosamente recolocado.  Por su tamaño, formato vertical, sensualidad y el aroma indecoroso, esta obra está conectada con otro destacado retrato de Sargent, pintado unos años antes, en 1881 y conocido como El doctor Samuel Jean Pozzi en casa. Pozzi, un prestigioso cirujano y ginecólogo, era -como Madame X- un arribista social, que desde la provincia se había introducido en el mundo de las élites parisinas mediante su matrimonio con una rica heredera.

Y era sobre todo un reputado donjuán, entre cuyas conquistas se decía que figuraba la mismísima Sarah Bernhardt. El cuadro muestra a Pozzi en batín rojo en la intimidad de su hogar, retratando no tanto a la eminencia de la medicina como al seductor. Las finas manos que el lienzo resalta no son solo las de un hábil cirujano, sino también las de un experto amante. Y fíjense en la nada inocente colocación de las borlas del batín, que cuelgan como testículos de toro.

Sargent.

Sargent. JOHN SINGER SARGENT

A partir de la figura de Pozzi y su retrato, Julian Barnes escribió un muy recomendable ensayo sobre la Belle Époque en París y Londres: El hombre de la bata roja. Pozzi, por cierto, tuvo un final trágico no exento de ironía: en 1918, mientras ejercía de médico militar, recibió la visita no de un marido sino de un paciente despechado, que lo acusaba de haberlo dejado impotente tras una intervención quirúrgica y le descerrajó cuatro tiros.

Estos dos retratos son una buena muestra de la vistosidad y sofisticación de las obras de John Singer Sargent, pero también de su penetración psicológica. El pintor era un estadounidense peculiar: nacido en Florencia y que vivió toda su vida en Europa. Su madre había sufrido una depresión tras la pérdida de la primera hija, fallecida con dos años, y convenció a su marido, cirujano óptico, para vender todas las propiedades y marcharse a Europa para olvidar y vivir una vida bohemia.

Sargent caricaturizado por Bernard Patridge

Sargent caricaturizado por Bernard Patridge

Con base en París, realizaban continuos viajes y durante una estancia en la capital toscana nació el futuro artista. Dada la vida nómada de la familia, tuvo una educación poco ortodoxa, pero nada laxa. Hablaba cinco idiomas, incluido el castellano, y de joven llegó a dar algún recital como concertista de piano. Además, mostró tempranas dotes para la pintura, que sus padres -ella pintora aficionada y él ilustrador médico- alentaron. 

En París estudió en la escuela privada de Carolus-Duran, opuesto a la técnica académica del dibujo anatómico como base y que enseñaba la pintura alla prima. Consiste en que, en lugar de primero abocetar en el lienzo y después ir rellenando con pintura sucesivas zonas, se perfila directamente con pinceladas que van marcando los claroscuros y generando los volúmenes.

Sargent. Retrato de Carolus-Duran

Sargent. Retrato de Carolus-Duran

Es una técnica que venía de maestros antiguos como Velázquez, el Hals de la última época, Rubens o Caravaggio, y que está solo al alcance de los más virtuosos. Sargent lo era y algunas caricaturas de la época lo representan sosteniendo el pincel como un espadachín en combate con el cuadro en una agitada danza. 

Una muestra temprana de su talento fue justamente el retrato de su maestro Carolus-Duran pintado en 1879, cuando tenía solo veintitrés años. No tardó en convertirse en el retratista más demandado por la alta sociedad de ambos lados del Atlántico: aristócratas europeos y millonarios americanos. Si Henry James y Edith Wharton fueron los cronistas literarios de la Gilded Age, Sargent es quien documenta visualmente esa época.  

Sargent. Las hijas de Edward Darley Boit

Sargent. Las hijas de Edward Darley Boit

Una de sus cumbres pictóricas es Las hijas de Edward Darley Boit, obra de grandes dimensiones que puede verse en el Museum of Fine Arts de Boston. Es el retrato de cuatro hermanas cuyas edades van desde la pequeña que juega en el suelo con una muñeca hasta la adolescente apoyada contra un enorme jarrón de porcelana. El cuadro no solo dialoga con Las Meninas de su admirado Velázquez -Sargent hizo varios viajes por España, con visita al Prado-, sino que atrapa con sagacidad la psicología de cada una de las hermanas, desde el candor infantil a la rebeldía adolescente.

También fue fruto de sus estancias españolas otra de sus obras maestras de gran formato: El jaleo, una escena flamenca en un tablao, con un manejo primoroso del claroscuro. Se exhibe también en Boston, en el museo de la mecenas Isabella Stewart Gardner, a la que también retrató. 

'Lord Ribblesdale¡

'Lord Ribblesdale¡ JOHN SINGER SARGENT

Otras muestra del virtuosismo técnico y la profundidad psicológica del artista son los retratos de Lady Agnew of Lonchnaw, ya enferma cuando la pintó; del altivo Lord Ribblesdale; del joven dandy Lord Dalhousie, y de la turbada Elsie Palmer. Entre las críticas que se le han hecho a Sargent está la de ser el retratista de los poderosos, a los que mostraba de forma muy favorecedora. Resulta que es lo que han hecho la inmensa mayoría de grandes retratistas a lo largo de la historia, desde Tiziano hasta la fotógrafa Annie Leibovitz, cuya celebración del glamour y el estatus no está reñida con la penetración psicológica, lo cual la emparenta directamente con Sargent. Basta como ejemplo su reciente retrato doble de los reyes de España. 

Sargent, además de ganarse la vida retratando a las élites económicas de su tiempo, también pintó a grandes figuras del mundo cultural y bohemio que frecuentaba. Entre sus obras imprescindibles figuran el retrato de su amigo Henry James, los dos que le hizo al lánguido Robert Louis Stevenson, el de la escritora Vernon Lee, el de Rodin y el de la actriz Ellen Terry ataviada de Lady Macbeth. Por otro lado, durante la Primera Guerra Mundial trabajó como pintor militar en el frente y entre los lienzos de esa época destaca el impresionante y enorme Gaseados, con ecos de la Parabola de los ciegos de Brueghel el Viejo. 

Sargent. Gaseados

Sargent. Gaseados

Sea retratando a las élites o a sus amigos intelectuales, lo primero que hay que poner en valor de Sargent es la superlativa calidad de su trabajo pictórico. Parece absurdo tener que hacerlo, pero desde que las vanguardias instalaron su espíritu aniquilador, convirtieron la boutade y la provocación en eje de la creación y se empeñaron en confundir al artista con el activista político, se olvida con demasiada frecuencia la importancia de la técnica y el oficio en favor del concepto y la ocurrencia. 

En las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX dominadas por los impresionistas, la figura de Sargent pareció ya en su tiempo superada por estos. Sin embargo, fue amigo de varios miembros de este grupo y en ocasiones coqueteó con su estética. Retrató a Paul Helleu y a Monet pintando en plein air, y él mismo lo hizo en sus exquisitas acuarelas venecianas y florentinas y otros apuntes viajeros. 

Claude Monet pintando junto al bosque

Claude Monet pintando junto al bosque JOHN SINGER SARGENT

En 1907, con solo cincuenta y un años, Sargent anunció que se retiraba como retratista profesional. No lo hizo del todo, porque aceptó encargos de algunos clientes importantes como Rockefeller, pero a partir de entonces se dedicó sobre todo a pintar a personas de su entorno, como sus sobrinas, una de las cuales es la protagonista de la exquisita pieza Reposo. También pertenecen al ámbito íntimo los retratos de modelos masculinos desnudos cuya sensualidad avivó los rumores sobre la orientación sexual de un artista que siempre se mostró muy celoso de preservar su vida privada. 

En vida, ya tuvo virulentos detractores como el impresionista británico Walter Sicker y cuando falleció Sargent era considerado una antigualla, un pintor del pasado. Los críticos adeptos a las vanguardias lo despreciaron, en especial Roger Fry, uno de los principales responsables de su prolongada caída en el olvido.

Paul Helleu pintando con su esposa

Paul Helleu pintando con su esposa JOHN SINGER SARGENT

Fue Andy Warhol uno de los primeros en reivindicarlo, porque le fascinaba lo guapa y glamourosa que sacaba a la gente. Con menos frivolidad, la gran retrospectiva que en 1986 organizó el Whitney de Nueva York fue la primera piedra de su rescate, que culminó con la espectacular exposición que en 1998 organizó la Tate londinense y que viajó a Washington y Boston. El centenario que ahora se celebra, arrancó el año pasado en la Tate con una exposición centrada en su relación con la moda -de la que sale el documental John Singer Sargent: actitud y estilo, recién estrenado en salas – y en abril de este año el Metropolitan de Nueva York inaugurará una muestra centrada en la relación del artista con París. 

Retrato de Henry James

Retrato de Henry James JOHN SINGER SARGENT

Entre las obras de Sargent ocupa un lugar muy especial Clavel, lirio, lirio, rosa que forma parte de la colección de la Tate Britain. Es el retrato de las dos hijas de su amigo el ilustrador Frederick Barnard y lo pintó a lo largo de todo un año tratando de no cansar a las niñas y de captar una luz muy especial. Las niñas encienden unas lámparas chinas de papel en el jardín bajo la luz del crepúsculo. El cuadro es prodigioso porque atrapa al mismo tiempo dos elementos evanescentes: la inocencia de la infancia y los fugaces instantes del sol poniente. Sargent logra plasmar con su pincel lo intangible. 

Sargent. Clavel, lirio, lirio, rosa

Sargent. Clavel, lirio, lirio, rosa