No es lo mismo ser un hombre isla que un hombre aislado. Pere Joan Riera, en arte Pere Joan (Palma de Mallorca, 1956) es un tipo encantador, ingenioso y francamente sociable, pero su obra (y ahí está su gracia) es completamente personal, intransferible, inconfundible, inclasificable, carente de influencias evidentes e incapaz de crear escuela y, en una palabra, única. Creativamente, el hombre siempre ha vivido en su propio mundo, lo que le ha granjeado cierta fama, más o menos comprensible, de excéntrico y ligeramente críptico. Lo conocí a principios de los años 80, cuando se incorporó a Cairo, y le cogí una simpatía instantánea que se mantiene incólume a día de hoy, aunque no le veo con la frecuencia de antes, de cuando los buenos viejos tiempos, y bien que lo siento porque, dentro y fuera del mundo del cómic, es uno de los tipos que más me ha hecho reír en esta vida (siempre lo recordaré deambulando por Palma y plantándose ante cada turista de buen ver para espetarle el título de una canción de Leonard Cohen recién publicada, I´m your man; ¿con intención de ligar?: no, por el puro placer de hacer el ganso, como cuando se plantó en la barra de un bar moderniqui de Barcelona y le pidió al camarero “un gin tonic con carácter de urgencia”).
Lo primero que capté de sus cómics fueron sus obsesiones por las piedras de su Mallorca natal y el muñeco Bibendum, mascota de los neumáticos Michelin a la que convirtió, casi, en un personaje propio. Maestro del relato breve, a veces de intenciones oblicuas, pero nunca indescifrable, Pere Joan encontró en Cairo el vehículo ideal para plasmar lo que algunos indocumentados clasificaban de rarezas. La tradicional estructura de exposición, nudo y desenlace era algo que no iba con él y que no le hacía ninguna falta, pues lo suyo consistía en desplegar una idea de un modo aparentemente no preconcebido, como si fuese improvisando sobre la marcha o una fuerza superior le fuese diciendo lo que tenía que contar y dibujar. Puede que la pieza más parecida a una estructura clásica sea Pasajero en tránsito, que destilaba una melancolía considerable. Pero es muy difícil explicar en qué consiste la narrativa de nuestro hombre y lo más aconsejable es entrar en sus páginas y dejarse llevar a lugares y situaciones inesperados en los que uno acaba encontrándose muy a gusto. En cierta ocasión, hablamos de sacar una revista (que no salió nunca) que él había bautizado, como si quisiera definir su propia obra, como Bueno y raro.
Probar suerte como guionista
Sí, los cómics de Pere Joan son buenos y raros. O se entra en ellos o no se entra. O se le ama o se le ignora. A diferencia de su amigo Max, nunca tuvo una nutrida base de fans, pero sus seguidores siempre le fuimos extremadamente fieles. En 1991 accedió a cierto reconocimiento con el premio que el Salón del Cómic de Barcelona otorgó a su álbum El hombre que se comió a sí mismo (Pere titula muy bien: ¿qué me dicen del libro de 1988, a medias con el escritor Eduardo Jordá, El cielo de septiembre?). Con el hundimiento de las revistas de cómics a finales del siglo XX español, las cosas se pusieron un poco crudas para nuestro hombre a nivel financiero, pero reaccionó montando con un colega mallorquín una agencia de publicidad que funcionó muy decentemente hasta que el PP tomó el mando y dejaron de llegar los encargos institucionales (afortunadamente, su mujer, la adorable Gelu, tenía uno de esos trabajos normales que incluyen un sueldo fijo). Pero la precariedad no le impidió adaptar al cómic a su amigo Agustín Fernández Mallo y su Nocilla Experience o a su admirado (y no menos heterodoxo) Cristóbal Serra y su Viaje a Cotiledonea. Probó también suerte como guionista escribiendo para Sonia Pulido Duelo de caracoles (2010). Se apuntó a una expedición por el río Paraná que lo llevó de Buenos Aires a Asunción en condición de ilustrador del periplo, lo cual lo hacía sentirse como un cronista gráfico de antaño, algo que le encantaba (en la expedición había científicos de todo tipo y dio origen a un estupendo libro de nuestro hombre, El aprendizaje de la lentitud, publicado en 2011).
Su última obra hasta la fecha llegó en 2023, Neocaos, en la que estuvo trabajando durante dos largos años y que, en cierta medida, resume toda su producción anterior: es una fábula ecologista, no demasiado optimista, en la que aparecen sus fijaciones de toda la vida o, si lo prefieren, su visión del mundo. La actual situación de la historieta en España no se presta a muchas alegrías para alguien como Pere Joan. Si nunca fue del todo comprendido y apreciado en su mejor momento, ahora, en circunstancias más adversas, lo suyo resulta más marciano y extravagante que nunca.
Semi jubilado" (el día menos pensando se sacará un nuevo álbum de la manga), vive actualmente retirado en el pueblo de sus vacaciones, Banyalbufar, donde tantas veces le visité y donde celebramos nuestro cumpleaños número cincuenta (¡y el de Max!) en un jolgorio memorable. No sé si fue ahí o en otra ocasión cuando me dijo algo que me ha hecho pensar bastante en nuestro amor por los tebeos. Era algo parecido a esto: “En este mundo hay dos clases de personas: los que dejan de leer tebeos en la edad adulta y los que siguen leyéndolos. Ninguno de los dos grupos es mejor que el otro, pero son dos clases diferentes de seres humanos y, en general, su modo de comportarse en la vida también lo es”.