Sin conocerle, respeto al señor Vicente Barrera, consejero de Cultura de la Generalitat valenciana. Le tengo respeto como persona, como hombre, pues en sus años mozos, después de licenciarse en Derecho, se metió a matador de toros, que había sido también la profesión de su abuelo.
Para ese oficio de torero hace falta estar en posesión de cierta gracia, estilo o arte del movimiento para capear a la muerte que se te echa encima en forma de dos grandes astas propulsadas por una mole de quinientos kilos. Pero, tanto o más que arte, hace falta valor; y el valor, el coraje, es una de las virtudes más profundas y admirables del hombre. Como escribió Borges, “entre las cosas hay una/ de la que no se arrepiente/ nadie en la tierra. Esa cosa/ es haber sido valiente.” Sin duda. Tiene razón el poeta. El señor Barrera, que, domingo tras domingo durante muchos años demostró, en los arenosos y ensangrentados ruedos, que es valiente, tiene mi admiración.
Ahora bien, como consejero de Cultura de Valencia ni lo respeto ni lo admiro y lo considero un advenedizo y una calamidad. No lo está haciendo nada bien. Está desarticulando el tejido cultural valenciano, no sé si en nombre de su crasa ignorancia o para colocar, como suelen hacer los políticos (salvo los de Podemos: a éstos, aunque en cuestiones ideológicas me sienta yo muy lejos de ellos, les tengo que reconocer que se toman la cultura en serio, son sensibles a su importancia social y respetan la independencia de sus agentes. No puedo decir lo mismo de otros partidos que utilizan la cultura básicamente para colocar al frente de las instituciones a amiguetes a los que deben algún favor y quieren proporcionarles un buen sueldo.)
Para cortarle la cabeza a la muy reputada y muy exitosa Nuria Enguita, que después de ganar el concurso para dirigir el IVAM (a ella no la pusieron a dedo) en el 2020 le había insuflado nueva vitalidad, constatada en los índices anuales que analizan la deriva de los distintos museos y centros de arte, Vicente Barrera no ha hecho gala del coraje que demostró cuando se jugaba la vida en los ruedos, sino que se ha comportado de manera sibilina y rastrera, agravada por el asombroso cinismo de sus declaraciones posteriores:
En el año 2022, Enguita donó unos terrenos improductivos que poseía, a título de micromecenazgo en el que participaron 25 artistas (la mayoría, por cierto, de nivel internacional, aunque esto es secundario) en beneficio de la fundación sin ánimo de lucro que dirige (sin cobrar por ello un euro) Vicenç Todolí, uno de los ocho miembros del jurado que dos años antes la eligió como directora del IVAM.
Destino Lisboa
Aferrándose a este hecho insignificante y plenamente inocente, Barrera le puso a Enguita una denuncia en la fiscalía “por si pudiese ser constitutivo de ilícito penal en el ejercicio de funciones públicas”. Enguita de inmediato presentó su dimisión del IVAM. Es lo razonable, ya que si tu consejero, en vez de apoyarte, primero te recorta el presupuesto del museo, como hizo el consejero, y luego te pone una denuncia personal, es fácil deducir que no cuentas con su confianza y es probable que te dé hasta repugnancia la sola posibilidad de volver a tenerlo cerca.
Ante los hechos consumados, que quizá no se esperaba, Barrera tuvo el cinismo de declarar que él no le había reclamado la dimisión: “Ella responde por sus actos, se va porque quiere”.
Unos días más tarde, la fiscalía ha archivado la denuncia por no encontrar ningún indicio delictivo en el asunto. ¡Y el consejero dice que se alegra muchísimo porque siente hacia Enguita “una enorme consideración profesional y un afecto personal”!
Palabras que parecen una muestra de cinismo tan asombroso que incurre ya en la guasa. A no ser que Barrera crea en las cosas que dice y sea, sencillamente, tonto.
Pensándolo bien, una cosa no excluye la otra.
Mientras, a Enguita ya la ha fichado como directora un centro de arte portugués, el MAC/CCB de Lisboa. ¡Y Barrera ha tenido la desvergüenza de felicitarla!
Aunque años atrás dirigió la Fundación Tàpies en Barcelona, no la conozco personalmente; pero le deseo lo mejor, y le envidio su destino lisboeta, lejos del alcance de las cutres marrullerías barreristas que se estilan por estos pagos.