Bicicletas por todas partes, animación en las calles, una fina y persistente lluvia en estos días de finales de octubre y un espíritu compartido. La ciudad de Lovaina, en Flandes, se ha volcado para dar a conocer a un maestro de la pintura, uno de los viejos artistas flamencos que ha marcado la mirada occidental. Se trata de Dieric Bouts (1410-1475), conocido en España por su Tríptico de la Pasión, que se encuentra en la Capilla Real de Granada, por deseo explícito de Isabel la Católica, que había adquirido la obra. Ahora ese cuadro se encuentra en el museo M Leuven, en Lovaina, junto a otras 19 obras del autor, prestadas para una muestra excepcional, donde las pinturas de Bouts aparecen junto a los rostros de Kobe Bryant, Marco Pantani, Eddy Merckx o Beyoncé. ¿Por qué?
El siglo XV queda muy lejos, pero hoy tomamos imágenes tal y como las plasmaba Bouts, un artista que había tomado conciencia de un movimiento precursor de lo que sería el protestantismo: pensar que la vida depende en gran medida de uno mismo. ¿Revolucionario? El silencio reina en las pinturas de Bouts, al reclamar serenidad, introspección, frente a una confusa Europa, que se busca a sí misma en una globalización que ya no satisface a nadie.
El Ayuntamiento de Lovaina, la Universidad de la ciudad, el gobierno de Flandes y la Iglesia de San Pedro, todos han colaborado para que Bouts aparezca en todas las calles, como una especie de icono pop, con la existencia de la que fue su casa, hoy dependencias universitarias, muy cerca del centro de la urbe, tomada por los estudiantes universitarios. Bouts fue lo que se conoce como un ‘Primitivo flamenco de segunda generación’. No ha sido tan conocido o aclamado como el ‘pionero’ Van Eyck. Pero, ¿por qué genera ahora interés? Para la ciudad de Lovaina es una manera de mostrar la identidad de la ciudad, porque Bouts vivió siempre en su centro histórico --aunque nacido en Haarlem-- y fue el pintor contratado por el propio Ayuntamiento. Pero se trata también de ver qué debemos a esos viejos artistas, que, en realidad, eran más unos profesionales que recibían encargos y que trabajaban en sus talleres junto a numerosos discípulos.
El curador de la exposición es Peter Carpreau, curador, a su vez, de la sección de Antiguos Maestros, en el museo M-Leuven. Carpreau señala que Bouts se puede leer como un precursor del protestantismo, desde el momento que reclama una mirada directa con Dios, sin intermediarios. La época de Bouts en Lovaina viene precedida por desastres, por la peste, por la guerra, sin que sirviera de gran ayuda lo que se aportaba a la Iglesia. Sin posible consuelo, no quedaba otra que asumir que la vida de cada uno está en nuestras manos. La penitencia no servía de nada. El poder vigente se veía impotente. Y en los Países Bajos comenzó a tener fuerza la llamada Devoción Moderna, un movimiento que comportaba un mensaje extraordinario: la suerte está en las manos de cada uno.
En La última cena, que forma parte de un tríptico de Bouts, y que se encuentra en el altar de la Iglesia de San Pedro en Lovaina –cedida para la exposición en el museo—aparecen dos figurantes que no forman parte de los discípulos de Jesús. Se considera que son los que encargaron la obra y que habían asumido los principios de la Devoción Moderna. Estaban en plena búsqueda de la salvación del alma, sin pensar en el poder establecido. Promovieron la difusión de retratos de Cristo “reanimado” o resucitado, y de María. Y de ello se encargaría Bouts, con una proliferación de retratos que se trabajaban desde su taller.
En esa época también fueron numerosos los libros de ‘tapa blanda’, es decir la copia de manuscritos en formato estándar y sin ilustraciones. La imitación de Cristo, de Thomas de Kempis fue uno de los más copiados. El libro era una guía para la salvación indivual del alma. Se trataba de una iniciativa de los llamados Hermanos de la Mala Vida, seguidores de la Devoción Moderna. Rozaron la herejía, pero fueron discretos. Contribuyeron a esa revolución en el norte de Europa que daría pie al protestantismo.
Los retratos de Bouts muestran sufrimiento. Miremos una fotografía de Marco Pantani. El ciclismo ofrece esos rostros marcados por la dureza de una etapa de montaña. Veamos a Kobe Bryant, con unos ojos que denotan el enorme desgaste físico de un partido de baloncesto. ¿Es la misma mirada frontal? ¿Sigue el fotógrafo moderno la particular mirada de Bouts? Esa ha sido la propuesta del curador Peter Carpreau para buscar, también, elementos atractivos que lleven al ciudadano perseguido por las redes sociales al museo de Lovaina.
Pero hay más elementos. Bouts aplica el punto de fuga, las líneas que convergen y que ofrecen la sensación de profundidad. No fue el primero en utilizar esta perspectiva, pero sí uno de los primeros. Se especula con un posible viaje a Italia. Antes que Bouts la había utilizado Piero della Francesca. En las pinturas se aprecia, jugando con la naturaleza, con los paisajes, observando los detalles, siempre los detalles, como en La Santa Cena, donde se puede apreciar, a través de las ventanas, que la ciudad está en construcción, que el extraordinario Ayuntamiento todavía no está acabado. Y donde no hay cálices, son vasos de la Lovaina contemporánea de Bouts, la de 1465, no el Jerusalén antiguo. O las baldosas desgastadas, que nos llevan a las baldosas hidráulicas del Eixample de Barcelona.
Los paisajes de Bouts llevan a la ciencia ficción. Y aquí los responsables de la exposición han tomado riesgos. El espectador se encuentra con imágenes de La Guerra de las Galaxias, justo con pinturas evocadoras del maestro flamenco. Lo que se busca es la tensión entre el realismo, con esa técnica para ser profundo, intenso, y la fantasía que señala de forma directa que es un mundo que no es el nuestro. Esa búsqueda de relatos compartidos ha llevado al Museo M-Leuven a trabajar con el Museo George Lucas de Arte Narrativo, un museo que abrirá sus puertas en 2025 en Los Ángeles.
Bouts sorprende con cuadros con Varón de Dolores o El rostro de Cristo, que remiten al sudario de Verónica. Ella habría ofrecido un trozo de tela a Jesús camino de la crucifixión, dejando una huella de su rostro en el tejido. Lo que resultó fue una especie de ‘pintura’ no realizada por manos humanas. Y dio pie a que se pudiera pintar la imagen de Cristo, aunque no quedara avalado en la Biblia. Poseer cuadros con esas imágenes se convirtió en algo distintivo y los encargos proliferaron. Permitía la entrada directa a Dios a través de una pintura.
Los cuadros, con una iluminación muy cuidada, van apareciendo en las salas de la exposición. Los de Bouts y los de su hijo Albrecht, hermano menor de su otro hijo, Dieric, que heredó el taller de su padre. Y también los de contemporáneos flamencos. Y en la parte superior de una de las salas, aparecen imágenes con un enorme poder sugestivo de El evangelio según Sant Mateo de Passolini. Peter Carpreau ha logrado lo que se proponía: el arte se valora a partir de las relaciones que se pueden establecer, de lo que transmite y sigue vigente.
En la ciudad otros artistas exponen obras inspiradas en Bouts, como murales o instalaciones. El concejal de Cultura de Lovaina, Bert Cornillie, sonríe. Se sube a su bicicleta y se funde en el paisaje urbano de la ciudad. La lluvia persiste. Pero en la Europa del norte no se para nada. New Horizons, Dieric Bouts Festival, como se ha denominado todo lo organizado en torno al maestro flamenco, sigue en marcha. Y seguimos mirando a Cristo, como miramos asombrados la épica que transmite Eddy Merckx.