Un fragmento de 'El mundillo literario' de Posy Simmonds / SALAMANDRA GRAPHICS

Un fragmento de 'El mundillo literario' de Posy Simmonds / SALAMANDRA GRAPHICS

Artes

Las sátiras (literarias) de Posy Simmonds

La ilustradora británica reúne sus viñetas y tiras cómicas sobre el mundo editorial y literario, llenas de ironía, maldad y humor, publicadas por el diario 'The Guardian', en un libro delicioso

17 agosto, 2022 20:30

Un escritor maduro, sentado ante su escritorio, con el ordenador y una pila de papeles delante, se dirige a su esposa o amante que, maleta en mano y con lágrimas en los ojos, está a punto de largarse, y le dice: “¡Charlotte, espera!” No puedes dejarme ahora, aún no he acabado la novela… ¡Necesito tu infelicidad!” Esta escena forma parte de El mundillo literario (acaba de publicarla en castellano Salamandra Graphic), de la ilustradora y autora de cómics británica Posy Simmonds (Berkshire, 1945). Reúne las viñetas, tiras cómicas e historietas cortas publicadas en las páginas literarias de The Guardian, en las que lleva años retratando con humor muy british el peculiar ecosistema al que hace referencia el título.

En mi doble condición de persona que ha trabajado muchos años en el sector editorial y de admirador de Posy Simmonds, atesoro en mi biblioteca tres ediciones de este libro delicioso: la original, Literary Life, publicada por Jonathan Cape en 2003, la Literary Life Revisited, también editada por Cape en 2016 y que añadía abundante material nuevo (pero también eliminaba algunas cosas) y este recién aparecido El mundillo literario, que es la traducción de la versión revisited, aunque con algunas curiosas variaciones en el material y el orden.

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En esta obra, Simmonds repasa con perspicacia y unas buenas gotas de sana maldad los tics y las miserias del mudillo editorial y literario: amargados autores cincuentones barridos por jóvenes promesas, desoladoras sesiones de firmas de libros sin un solo cliente, escritores que no encuentran la inspiración por mucho que la busquen, libreros quisquillosos, novelistas atormentados por las malas críticas o envidiosos con sus colegas, presentaciones de libros que reúnen a lo peor de cada casa, las verdades y mentiras de los lectores editoriales que seleccionan manuscritos..

Y además, una parodia de Cenicienta, otra de Sherlock Holmes, varios episodios de las andanzas de un quisquilloso detective literario con pinta de Philip Marlowe que responde al nombre de Rick Raker y las descacharrantes historias del Doctor Derek, médico especializado en escritores neuróticos. Este personaje --y sobre todo el modo como está dibujado-- es un pastiche de un tipo de cómics que arrasaron en el singular universo del tebeo británico en los años cincuenta y sesenta: las historietas románticas y folletinescas destinadas al público femenino, con sus galanes de recia mandíbula y mirada turbadora como el doctor Derek.

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Si hago especial mención de esta parodia, es porque –aunque muchos lectores no lo sepan– este género estaba casi por completo en manos de dibujantes españoles que llegaron al mercado inglés, y después se adentraron en el americano, de la mano de Selecciones ilustradas, una agencia de ilustradores que montó en Barcelona el avispado Josep Toutain. De modo que, en tiempos anteriores a internet, los dibujantes trabajaban --por sueldos bajísimos-- desde aquí para mercados internacionales (quien esté interesado en esta curiosa historia barcelonesa encontrará más información al respecto en el estupendo volumen Toutain, un editor adelantado a su tiempo de Aitor Marcet, publicado por Trilita Ediciones en 2018).

El hecho de que Posy Simmonds explore el mundillo literario no es casual. La obra de esta decana del cómic británico --tiene ahora mismo 76 años-- presenta, más allá de este libro en concreto, infinidad de conexiones con la literatura, como demuestran sus tres grandes obras: una suerte de trilogía con protagonistas femeninas formada por Gemma Bovery (1999), Tamara Drewe (2007) y Cassandra Darke (2018). Por un lado, son novelas gráficas que combinan viñeta y texto narrativo, pero lo más importante es que cada una de ellas toma como punto de partida un referente literario.

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En Gemma Bovery reimagina a la Madame Bovary flaubertiana, trasladada al presente y reconvertida en inglesa instalada en Normandía con su marido inglés y que se convierte en la obsesión erótica de un panadero local. Tamara Drewe hace guiños a la novelística gótica y romántica inglesa, y sobre todo al mundo de Jane Austen, cambiando a la aristocracia rural por los miembros de una comunidad de escritores instalados en la campiña. Y la pérfida Cassandra Darke, una siniestra galerista de la tercera edad, es un reflejo especular del Mr. Scrooge del Cuento de Navidad de Dickens.

Estos libros se caracterizan gráficamente por su dibujo elegante, sofisticado, muy versátil y con gusto por el detalle, moviéndose entre el realismo y el trazo con un punto caricaturesco. Los dos primeros, por cierto, tienen adaptación al cine y ambas películas están protagonizadas por Gemma Arterton, sin duda la actriz inglesa que mejor podía transmitir en pantalla al sensualidad de las heroínas de Simmonds. La primera es inglesa: Tamara Drewe (2010) dirigida por Stephen Frears; la segunda, francesa: Primavera en Normandía (el título original es Gemma Bovery, 2014), dirigida por Anne Fontaine con el maravilloso histrión Fabrice Luchini en el papel del panadero obnubilado.

Estos tres libros son los que a partir de finales del pasado siglo consagraron internacionalmente a Simmonds, pero su carrera, circunscrita hasta entonces a Inglaterra, llevaba ya años de recorrido. Empezó a trabajar para revistas en los sesenta, desarrolló una carrera paralela en el libro ilustrado infantil y su trayectoria en el cómic adulto ha estado siempre vinculada con la prensa, en especial con The Guardian, donde ha publicado el grueso de su obra. Fue allí donde empezó a forjar su mirada irónica sobre la clase media --sobre todo la que se mueve en el ámbito cultural-- británica y su feminismo mordaz (el más creativo, el que en la estela de Simmonds han practicado en Inglaterra autoras como Caitlin Moran en sus desopilantes y asilvestrados artículos recopilados en Cómo ser mujer y Más que una mujer, ambos en Anagrama, o la genialoide Phoebe Waller-Bridge, en Fleabag, que fue primero monólogo teatral y después una de las series de humor más visceral y cafre que ha dado la televisión reciente; por cierto que es también la creadora de otra serie interesante: el thriller chiflado Killing Eve).

La primera creación destacable de Simmonds fue la tira cómica The Silent Three, cuyas tres protagonistas --Wendy Weber, Jo Heep y Trish Wright-- se subdividieron después, con sus respectivas familias y problemas, en tiras individualizadas, de las que salieron algunos libros, como Mrs Weber’s Diary (1979) y True Love (1981). Este último algunos lo consideran la primera novela gráfica de la historia del cómic británico y en él la autora ya da rienda suelta a su parodia de los mencionados dibujantes barceloneses que trabajaban para el mercado inglés, como Jordi Longarón y Josep María Miralles.

Sin embargo, es con la trilogía que antes hemos comentado con la que Simmonds da un paso de gigante en el mundo del cómic. Y es que estos libros pueden servir para que los cuatro despistados que todavía miran con altivez al cómic entiendan que es un lenguaje que, más allá de superhéroes y tintines --¡larga vida a ambos!-- tiene también la capacidad de trabajar tonalidades y complejidades literarias. Estas tres obras están publicadas en castellano por Salamandra Graphic (que antes fue Sinsentido, uno de los mejores sellos de cómic independiente, después absorbido por Salamandra y a través de ella por Random House). Ahora, con El mundillo literario se completa la edición de las obras importantes de Posy Simmonds en nuestro país.

La aparición de este libro coincide con la de El puente de las artes de la francesa Catherine Meurisse (Niort, 1980), publicada por Impedimenta, que tiene en su catálogo otras tres obras de la autora. Si la incorporo es porque también ella, en este libro y en otro anterior –La comedia literaria (título origial: Mes Hommes de Lettres, en castellano también en Impedimenta)– aborda desde el cómic el universo de la literatura. El estilo de Meurisse es muy distinto del de Simmonds. Ella es pura caricatura y bebe de autores dados al vivaz garabato como Wolinski, con quien compartió mesa de redacción en Charlie Hebdo.

El puente de las artes de la francesa Catherine Meurisse

El veterano Wolinski fue uno de los asesinado en el ataque islamista a la revista satírica la mañana del 7 de enero de 2015. Meurisse se libró por los pelos, porque se quedó dormida y cuando llegaba tarde a la reunión de redacción, le avisaron de que no entrara porque algo muy raro estaba pasando y se habían oído tiros. Lo explica en La levedad, memoir en formato cómic en el que --sin renunciar al humor como una suerte de declaración de principios inamovible-- relata lo que vivió ese día y cómo se enfrentó al trauma posterior (el libro lleva un prólogo de Philippe Lançon, que ese día sí estaba dentro, pero sobrevivió con gravísimas secuelas, tal como relata --sin atisbo de sentimentalismo, con una lucidez desgarradora-- en El colgajo (Anagrama), título que explica el estado en que quedó su mandíbula, destrozada por una bala).

En La comedia literaria Meurisse hace un repaso satírico pero muy bien documentado por la historia de la literatura francesa, contando las andanzas de sus protagonistas, desde los trovadores medievales hasta el París de los existencialistas. En El puente de las artes, da un paso más allá y propone un recorrido por la relación entre grandes literatos (todos franceses) y el mundo de las artes. Con su estilo caricaturesco y su humor ácido, pero siempre a partir de una rigurosa documentación, Meurise aborda en viñetas la labor como críticos de arte de Diderot, Baudelaire y Théophile Gautier, la relación de George Sand con Delacroix, la obsesión del decadentista dandi Jean Lorrain con la pintura del simbolista Gustave Moreau, la fascinación de Proust por Vermeer y su Vista de Delft, los agobios de Apollinaire al ser acusado del célebre robo de La Gioconda o la conexión de Picasso con Balzac a través de sus ilustraciones para La obra maestra desconocida a partir del encargo de su marchante y galerista de aquel entonces, Ambroise Vollard.

Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora

Ya que estamos con viñetas literarias, recomiendo a otros tres autores. No se pierdan al joven ilustrador escocés Tom Gauld (en Reino Unido lo edita Canongate, aquí Salamandra Graphic) y su sofisticado y sutil humor aplicado al mundo editorial y literario en las tiras cómicas que publica en The Guardian y que están recopiladas en los volúmenes Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladoraCocinando con Kafka (hay un tercero en camino, Revenge of the Librarians, que publicará Canongate en otoño). Para los amantes de la ciencia, El departamento de teorías alucinantes, con las tiras que hacía para el New Scientist. Del resto de libros de Gauld, me permito recomendarles el precioso Un policía en la luna (Mooncop), reflexión sobre la soledad a partir de un agente del orden destinado en el espacio exterior, cuyas andanzas podría haber contado en cine Wes Anderson.

En la línea de Gauld, están las viñetas y tiras de Max –Cien sillones y pico (Nordica) y Saboteando a Shakespeare (Salamandra Graphic), en las que el estilo gráfico del dibujante barcelonés llega a su plenitud creativa. Y una leyenda viva: Roz Chast, viñetista de The New Yorker (revista que ha sabido aunar literatura y humor gráfico como ninguna). De ella está traducida al castellano ¿Podemos hablar de algo más agradable? (Reservoir Books), una memoir en forma de cómic sobre la complicada relación con sus ancianos, achacosos y neuróticos padres. Y, como cierre, Theories of Everything, recopilación de sus viñetas para la revista neoyorquina, con prólogo de David Remnick). Hay muchas de tema literario, como una impagable protagonizada por el gemelo diabólico de Thomas Pynchon que, a diferencia de su elusivo hermano, adora la publicidad.