Han pasado ya 87 años desde que el 6 de octubre de 1934 el presidente Lluís Companys, al frente del gobierno de la Generalitat de Cataluña, proclamara el Estado Catalán dentro de una irreal República Federal Española. La aventura apenas duró unas horas, ya que, a la mañana siguiente, Companys tuvo que ratificar la rendición de la efímera proclama. Poco después de la capitulación fue apresado junto al resto de sus colaboradores por el ejército republicano del entonces presidente Alejandro Lerroux. La imagen de Companys, Pere Mestres, Martí Esteve, Joan Lluhí, Joan Comorera, Martí Barrera y Ventura Gassol en prisión es una de las fotografías de la exposición Alfonso. Cuidado con la memoria, comisariada por Ana Berruguete y Chema Conesa, que se podrá ver, hasta el próximo 23 de enero, en la Sala Canal de Isabel II de Madrid.
No fue el único hecho histórico que inmortalizó la Agencia de Información Gráfica Alfonso, creada por Alfonso Sánchez García en 1915. Este negocio familiar monopolizó, prácticamente, toda la prensa gráfica del momento, al menos, durante el primer tercio del siglo XX, gracias a la audaz visión empresarial del patriarca que supo aprovechar el auge de la prensa ilustrada, en un tiempo en el que la población era mayoritariamente analfabeta y la fotografía resultaba un extraordinario medio de contar y transmitir historias. Pero si el padre fue el artífice de una firma que se mantuvo activa desde 1905 hasta 1996 en el estudio de la Gran Vía, fue su primogénito, Alfonso Sánchez Portela, el responsable de su reconocido prestigio y excelencia estética. “Heredó la soberbia técnica fotográfica paterna y añadió su audacia y brillo profesional como hábil reportero”, apunta Chema Conesa.
Las bellas imágenes de un siglo convulso
Alfonsito, así lo llamaban, comenzó muy joven a trabajar en la agencia. Brillante e intuitivo, no solo capturaba el momento perfecto, sino que supo atrapar la belleza efímera de los instantes que hilvanan la historia. Como reportero cubrió numerosos acontecimientos como el Desastre de Annual en la Guerra del Rif. Un conflicto en el que también realizó una de las primeras “exclusivas” publicadas en prensa cuando retrató al rebelde rifeño Abd el-Krim para el periódico La Libertad en junio de 1922. Imágenes icónicas de nuestro convulso pasado como la proclamación de la dictadura de Primo de Rivera, la huelga general de 1917, la caída del reinado de Alfonso XIII, la proclamación de la Segunda República, el asalto al cuartel de la Montaña o el estallido de la sangrienta Guerra Civil llevan el sello de Alfonso.
Pero sus ojos también se posaron en escenas amables y costumbristas, fiestas populares o eventos deportivos, trazando un excepcional álbum de la sociedad civil madrileña así como de la élite cultural. Joaquín Sorolla, Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, García Lorca, Unamuno, Ortega y Gasset o Antonio Machado posaron para ellos. Para Berruguete, la retrospectiva “es un viaje en el tiempo, un recorrido por toda la memoria visual de prácticamente toda la historia de España del siglo XX”.
“Cuidado con la memoria”
El conflicto civil supuso un punto de inflexión para todo el país. Los Alfonso también sufrieron las represalias del bando ganador, en parte por su ideología, pero también por su cercanía con los dirigentes republicanos. Con Franco en el poder, y pese a los intentos de evitar posibles venganzas llegando incluso a afiliarse a la Falange, no lograron escapar al escarnio de los vencedores.
En septiembre de 1940, el Ministerio de Gobernación les retira sus credenciales de prensa prohibiéndoles el desempeño de su trabajo como reporteros. Es precisamente esta circunstancia la que inspira el título de esta exposición. “Cuidado con la memoria” hace referencia a un artículo publicado en 1942 en el periódico El Alcázar, en el que se les advertía sobre el silencio y la discreción con la que a partir de ahora debían trabajar para evitar “provocar a los que tienen memoria, ofensas que perdonar y agravios que vencer”.
El estudio de Gran Vía
El ostracismo profesional al que fueron condenados les obligó a centrarse en los retratos, otra de sus señas de identidad. Pese a la alargada sombra del régimen, por el estudio de Gran Vía, 20 pasaron numerosas personalidades de todos los ámbitos: toreros, artistas, políticos y militares. Todo el que era alguien en la época posó alguna vez ante ante su cámara. Hasta el mismísimo Franco reclamó en más de una ocasión sus servicios cuando necesitaba un buen retrato. Cuentan que en uno de estos encuentros, el generalísimo comentó al fotógrafo: “Alfonso, ¿no te acuerdas cuando yo era Franquito y tú eras Alfonsito?”, ambos ya se conocían pues habían coincido décadas antes en la guerra de Marruecos. Jamás se atrevieron a pedir un trato de favor. No fue hasta 1952 cuando les devolvieron las credenciales para poder ejercer libremente la profesión, pero el tiempo implacable se había llevado con él la energía y le había dejado a cambio el declive. Aun así, el estudio permaneció abierto hasta 1996.
Francisco Umbral escribió en cierta ocasión: “En la Gran Vía, a mano derecha según se sube, está la fotografía de Alfonso. Un par de vitrinas con fotografías de escritores, abogados y señores con capa. Siempre habíamos sospechado, al pasar por ahí, que Alfonso debía tener maravillas en su casa-museo. En otras vitrinas de fotógrafo no se para uno porque siempre hay las mismas puestas de sol o las mismas señoritas con el velo de novia. En la vitrina de Alfonso hay que pararse porque tiene algo de página del viejo Crónica, desplegada a través del tiempo”.