Si ya lo dice el refrán, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Prueba de ello, una mujer ha muerto este fin de semana por hacerse un selfie al borde de un acantilado.
Zoë Snoeks, de 33 años, fallecía tras sufrir un resbalón y precipitarse por un barranco de decenas de metros de profundidad. Los hechos ocurrieron en el acantilado de El Hérou, cerca del río Ourthe en el bosque de las Ardenas, en Bélgica.
Menos de cinco segundos
Tan solo unos segundos antes de que se produjera el fatal accidente, la mujer le había pedido a su marido que se hiciera cargo de los perros para sacarse una fotografía. Sobre lo sucedido, el hombre, todavía conmocionado por el trágico suceso, asegura que no escucho nada, ni un grito.
En este sentido recuerda que se giró para vigilar a los canes y cuando se dio la vuelta, su mujer ya no estaba. Sabía que la había perdido, en su lugar solo se levantaba una densa columna de polvo. Sin embargo, eso no lo impidió dirigirse lo más rápido que pudo a un hotel cercano para pedir ayuda.
Una causa de muerte común
Horas más tarde, su cuerpo y su teléfono móvil fueron encontrados por los servicios de emergencia. Zoë tuvo tiempo de sacarse una fotografía: eso fue lo último que haría en vida. "Desbloqueé su teléfono y vi que había tomado una foto en el borde del acantilado. Su último selfie. Zoe está mirando al frente. También se puede ver la niebla y el río donde finalmente encontraron su cuerpo", ha relatado, el marido.
Sin embargo, la muerte de Snoecks no se trata de ningún hecho aislado. Según el último estudio publicado en 2018 por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, un total de 259 personas fallecieron entre los años 2011 y 2017 por realizarse una fotografía en lugares de riesgo.