Las construcciones modernistas del Eixample de Barcelona, edificadas a finales del siglo XIX y a principios del XX, han encontrado una nueva vida. Cada vez más de estos edificios de elevado valor arquitectónico atraen a inversores y promotoras inmobiliarias que los convierten en viviendas de lujo.
La última finca en seguir este camino ha sido la Casa Dolors Alesan de Gibert, donde actualmente se están ejecutando las obras con el objetivo de ofrecer los nuevos pisos a compradores pudientes en septiembre u octubre de 2022. Diseñado por Bach Arquitectes, el proyecto está impulsado por la inmobiliaria de lujo Coldwell Banker, que comercializará los inmuebles en representación de la propiedad, una family office extranjera.
Numerosas fincas rehabilitadas
La misma inmobiliaria ya ha tenido previamente experiencias similares en la zona, como la Casa Marià Pau Bartolí, una finca clásica que se lanzó al mercado junto al fondo de inversión Morgan Stanley. O un edificio construido en 1926 en el número 164 del paseo Sant Joan, que fue rehabilitado y finalmente comercializado en 2018 y 2019.
Otras promotoras han desarrollado otras iniciativas de este estilo ya finalizados en Casa Burés (Buenavista Development) o la Casa Oller, donde se llegó a instalar una piscina para incrementar su atractivo como alojamiento exclusivo. Para los impulsores de estos proyectos, se trata de una oportunidad para relanzar mediante inversiones inmuebles de alto valor cultural ignorados por las Administraciones, aunque voces vecinales más críticas acusan a estas iniciativas de generar gentrificación y expulsar vecinos al elevar el valor de la vivienda local.
Malestar vecinal
Jaume Artigas, presidente de la Asociación de Vecinos de la Dreta de l’Eixample, considera que este tipo de inversiones “lo único que hacen es expulsar a los residentes”, un extremo que niegan otras fuentes consultadas en el sector inmobiliario. En el caso de la Casa Burés, denuncia además que se ha producido una “pérdida muy importante de propiedad pública”, ya que fue uno de los activos privatizados por la Generalitat tras la crisis de 2008.
“Vienen residentes que casi no están, vienen a veranear o de temporada, porque hay gente que tiene pisos en varios sitios del mundo y van cambiando en función de los negocios que hacen”, asegura Artigas, que añade que “esto incide muchísimo en el comercio de proximidad”. “En la Dreta de l’Eixample, los vecinos que quedamos somos unos resistentes, porque entre el turismo y las oficinas, llevamos unas décadas de expulsión constante”, lamenta el representante vecinal.
“Alguien tiene que financiar las obras”
Artur Stabinski, gerente de Coldwell Banker Anteris Real Estate --la oficina a cargo del proyecto de la Casa Alesan--, se defiende de las críticas recordando que los vecinos “llevan viendo estos edificios mas de 5 años abandonados, decayendo”. “Alguien tiene que vivir allí y financiar estas obras, es inevitable”, señala el responsable, que añade que “no podemos permanentemente rehabilitarlo con dinero público y mantenerlo vacío”. “La única manera de hacerlo es a través de un inversor privado, porque si esperamos que el Ayuntamiento se gaste cinco millones en una reforma de este tipo, podemos esperar mucho tiempo”, advierte.
En este caso, la restauración de elementos históricos --ornamentos florales, mosaicos hidráulicos, estucos, cristales emplomados, carpinterías…-- se lleva el 25% del presupuesto, “lo que encarece el proyecto”. Stabinski destaca que el objetivo es vender la mitad de los pisos --las propiedades originales se dividirán en dos, una exterior y otra con salida al patio en cada planta-- a compradores extranjeros y la otra mitad a clientes locales, con un perfil de “personas de negocios de Girona, Igualada, pequeños pueblos de Cataluña”, entre los que han detectado un creciente interés en estos inmuebles, aunque admite que los precios de venta serán altos: “No puedes esperar vender baratos estos pisos y tener dinero para rehabilitar”.