Triple A. En bocadillo único que no admite variables. Comparte siglas con las AAA conocidas: Alianza Apostólica Anticomunista que (Wikipedia dice) "fue una organización terrorista tardofranquista presuntamente vinculada a los aparatos represivos del Estado español"; Alianza Anticomunista Argentina, "grupo parapolicial y terrorista de la Argentina", y algunas más, como la empresa colombiana Acueducto, Alcantarillado y Aseo. Y... la muy eficaz familia de protocolos AAA, hecha con las iniciales de Authentication, Autorization y Accounting (Autenticación, Autorización y Contabilización), que sirvió para iniciar unos controles remotos en servicios de red que hoy siguen en ese ámbito y en algunas arquitecturas.
Pero aunque la triple A en bocadillo de la Operación Chamartín pueda tener algo común con sus tocayas, lo que importa ahora es ajeno al nombre y a la actividad de éstas. Comienza 2017, con reuniones entre los que pueden echar a andar (o paralizar) la operación, e interesan los tres aspectos de la sigla AAA que van influir, influyen ya, en esas reuniones: significado de las aes (inicial de las profesiones de los que actúan); situación y capacidad de cada uno de ellos, y estado del conjunto que representan en una posición de bocadillo que, si no es único, puede dar al traste con el sándwich productivo de la operación para frustrar todo en un emparedado inútil.
Para entrar en la dinámica que la actualidad impone, conviene precisar que en la Operación Chamartín ya ha empezado el juego de los equipos de trabajo que han de protagonizar la acción y que pertenecen a: el Ayuntamiento de Madrid, con capacidad para otorgar la licencia de unas obras que no están admitidas; el Administrador de Estructuras Ferroviarias (ADIF), "entidad pública empresarial española dependiente del Ministerio de Fomento que tiene como objetivo la construcción de líneas de ferrocarril y la gestión de explotación" y que, como propietaria de parte de los terrenos, debe velar por los intereses públicos que tiene a su cuidado, y la adjudicataria del concurso (convocado en 1993) para el desarrollo de la Operación Distrito Castellana Norte SA (DCN), una empresa participada por el BBVA y Constructora San José, continuadora de la antigua Desarrollo Urbanístico Chamartín SA (DUCH), que, inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tiene como objeto social "la realización de todo tipo de actividades de carácter inmobiliario promoviendo viviendas protegidas y libres, oficinas, apartamentos, locales comerciales y en general cualquier tipo de construcción".
En la Operación Chamartín ya ha empezado el juego de los equipos de trabajo que han de protagonizar la acción: Ayuntamiento de Madrid, ADIF y Castellana Norte
En esos equipos y dirigiendo sus grupos de trabajo, están los miembros que forman la que llamábamos la BBC (ver Operación Chamartín IV): Antonio Béjar, por DCN; Juan Bravo, por ADIF, y José Manuel Calvo, por el Ayuntamiento de Madrid. Tres personas con profesiones (iniciadas con aes) que imprimen un carácter y unos modos de proceder que conviene conocer antes de ocuparse de la actividad y proceder de cada uno de ellos. Siguiendo el orden, la triple A corresponde a: AA, de los abogados Béjar y Bravo. Y una tercera A, del arquitecto Calvo. Por no dejar flecos sueltos, y apuntarlos, hay también otras aes, en equipos de asesores y fuera de ellos (abogados y arquitectos), que están en la mente de los que conocen la situación (no de todos); y que, para no distraer atenciones ni desvelar intenciones (propias y ajenas) pueden evidenciarse con el ejemplo de alguien con prestigio próximo a ésta y a otras operaciones famosas: el arquitecto Bardají, "profesor Ad Honorem de la Escuela Técnica Superior de Arquitectos de Madrid, (que) obtuvo la cátedra Entwurf und Städtebau de Dortmund, Alemania, en 1992", y varias veces premiado en Planes de Planeamiento.
Llegados a esta segunda instancia, dedicada a la situación y capacidad de los que tienen la ocupación ‘A’ (abogado o arquitecto), habría algo (bastante) que decir. Pero, para evitar datos que no caben en este trabajo y no distraer una atención que merece claridad sintética, parece oportuno acudir a la inmodestia de la autocita (Operación Chamartín IV) para resumir contenidos y apuntar lo más destacado de cada uno de ellos:
Antonio Béjar: presidente de Distrito Castellana Norte, es un ejecutivo de larga trayectoria en el manejo de inmuebles que ocupa la primera línea de directivos del BBVA. Según él mismo ha dicho, pretende hacer la operación con "unas características de ambición y de importancia como se merece Madrid"; y procurando una rentabilidad económica que no oculta. Califica su actividad como privilegio para "impulsar un proyecto que lleva 20 años parado".
Juan Bravo: es un político curtido en las distintas áreas de la administración pública (Local en el Ayuntamiento de Madrid, Autonómica en la CAM y Estatal en distintos puestos) "con bagaje en la estructuración y financiación de infraestructuras y en modelos de colaboración público-privada..., consejero delegado de Metro de Madrid" y con experiencia para coordinar "grandes proyectos de infraestructuras, como la ampliación de Metro y de Metrosur". Con ocasión del proyecto de reforma de la M-30, participó en la gestión del presupuesto, en las modificaciones del mismo (condujeron a un aumento del 18,61%, equivalente 1.632 millones de euros y a pagar en 32 años). Y, muy importante, por su experiencia y formación, conoce los trámites administrativos que la legislación impone y los métodos y triquiñuelas capaces de hacer viable la realización de una obra si aparecen dificultades.
José Manuel Calvo: político joven, es un arquitecto que ha de usar su escasa experiencia (profesional y política) en beneficio del Ayuntamiento de Madrid, del que es Concejal delegado del Área de Gobierno de Desarrollo Urbano Sostenible. Se doctoró en Arquitectura con la tesis El poblado dirigido de Caño Roto. Dialéctica entre morfología urbana y tipología edificatoria, y parece pertenecer al tipo de arquitecto consecuente con un texto tomado de su tesis doctoral: "La arquitectura urbana no es sólo una disciplina técnica, libre de ideología; es, y ha sido siempre, un reflejo del conflicto social existente entre cada contexto histórico, geográfico y social... Presenta un contenido político que exige del especialista --en este caso el arquitecto-- una toma de posición respecto a qué modelo de sociedad, qué sistema político o qué estructuración económica es por la que lucha y aspira... Es imprescindible reivindicar, sin complejos, la intervención directa en la planificación urbana. (página 396 y siguiente)". Sometido el texto a consideración de otros técnicos, casi de inmediato, aparece una controversia que, buscando ecuanimidad, obliga a: por una parte, ver la personalidad y agradecimientos que el doctorando recoge en su tesis (y sus compañeros de profesión toman por afinidad ideológica a un grupo. Innecesario citar nombres). Y, por otra, reproducir otra opinión, distinta a la expuesta en su tesis doctoral, del eminente profesor J. Grau: "El urbanismo es una parte de la arquitectura. El trabajo del arquitecto es resolver problemas, no crearlos. El edificio y el plan urbanista no puede ser un problema, debe ser una solución".
Como instancia final, por ahora no última pero contundente, conviene reparar en el estado del conjunto, de los tres estamentos, para ver la posición de bocadillo que resulta según se adosen las rebanadas.
Aunque en su momento proceda entrar en consideraciones sociales, políticas, ideológicas y económicas (tiempo al tiempo), en la mitad del mes de enero de 2017 lo indicado es evitar futuribles y centrarse en la simple posición estática de las AAA que influirán en las tácticas (individuales, duales o colectivas) que puedan aparecer. Sin otras consideraciones, por ahora, desechando las posiciones individuales (que si fueran inflexibles frustrarían la operación), aparecen dos tipos de posiciones:
Duales (abogado Béjar-abogado Bravo; abogado Béjar-arquitecto Calvo; abogado Bravo-arquitecto Calvo; y arquitecto Calvo-arquitecto oculto), que sólo interesan como método para definir unas tácticas que dependen de ponderables (e imponderables) que conducen a la aventura de una dinámica incierta cuyo resultado, inexorablemente, es el fracaso si los dúos no se integran en un conjunto único.
Y la triple, abogado Bravo-arquitecto Calvo-abogado Béjar, ampliable con otros actores (CAM, Canal de Isabel II, Consorcio de Transportes, Colegio de Arquitectos de Madrid, propietarios, reversionistas, otras entidades, otros profesionales...) y a la que, buscando sencillez, se le puede suponer la propiedad conmutativa en un supuesto orden posicional.
Esta triple A, que en posición de bocadillo único representa a los tres estamentos principales de la Operación Chamartín (Adif/Ministerio de Fomento, Ayuntamiento de Madrid y Distrito Castellana Norte) es la que cuenta en la actualidad. Conviene, simplemente, detectar que existe. Tiempo habrá para entrar en posturas e intereses previos, seguir movimientos, estudiar diseños de pactos y estrategias, analizar acuerdos y desacuerdos. Y, si fuera el caso, averiguar y dar a conocer los protocolos AAA que puedan existir.
Pero eso vendrá después. "Ahora conviene no enredar", aconsejan las fuentes informativas que, desde distintos ámbitos, tratan de ayudar.