Salida de Don Quijote y Sancho en busca de aventuras (1618).

Salida de Don Quijote y Sancho en busca de aventuras (1618). LEONARD GAULTIER

Historia

El ladrón de Cataluña que tiene una calle con su nombre en Barcelona e inspiró a Cervantes: sale en 'El Quijote'

La inseguridad es uno de los principales problemas del territorio catalán, según sus propios ciudadanos, pero circulan por calles que parecen vanagloriar a los delincuentes

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Los catalanes, como muchos españoles, viven preocupados por la seguridad. La inseguridad es uno de los principales problemas de Cataluña, según sus propios ciudadanos, en cambio, circulan por calles que parecen vanagloriar a los delincuentes.

Sin ir más lejos, una de las calles más conocidas del Barrio Gótico de Barcelona, Portaferrissa, llena de tiendas de ropa y marcas conocidas, hace confluencia con un callejón de nombre particular: Perot lo lladre. En castellano esto es Perot el ladrón.

¿Qué hace un ladrón dando nombre a una calle? ¿Es un homenaje a un delincuente? Bueno, también podría serlo a un personaje literario. Todo depende del cristal con que se mire, como dice la expresión.

Lo cierto es que sí, Perot lo lladre es el apodo con el que era conocido Pere Rocaguinarda, un bandolero catalán nacido los Pirineos, pero cuya fama traspasó fronteras. Sus hazañas y maldades fueron de tal calibre que su figura acabó siendo un personaje del mismísimo El Quijote de Miguel de Cervantes

Un hombre sin herencia

El ladrón, en realidad, se llamaba Perot Rocaguinarda. No era de Barcelona, en realidad, nació en 1582 en la masía familiar de Rocaguinarda, en Oristà, un pueblo limítrofe entre las comarcas de Osona y el Lluçanés, en la provincia de Barcelona.

El catalán fue el quinto de siete hermanos y eso tuvo sus consecuencias. Sin derecho a herencia, pronto buscó un camino propio. Estudió oficios en Vic y, en 1602, entró en la vida de los bandoleros, en una época marcada por tensiones políticas y sociales.

Del Pirineo a Barcelona

Rocaguinarda se vinculó con al bando de los nyerros, uno de los dos grupos que dividían la nobleza catalana, en oposición a los cadells y, a comienzos del siglo XVII, ya comandaba una cuadrilla. Operaba en el Montseny, la Segarra y en las cercanías de Barcelona, como Mollet, Sant Andreu, Montcada o Sant Cugat. 

Sus hombres, algunos procedentes de Francia, dominaban el camino real entre Girona y la capital catalana. Sus acciones lo convirtieron en una figura temida por las autoridades y en un problema recurrente para virreyes como Héctor Pignatelli, duque de Monteleón.

Qué pasó con el ladrón

Su actividad le granjeó apoyos y enemigos. Fue recibido en castillos y monasterios, pero también acusado de extorsionar campesinos y cometer represalias violentas, como incendiar masías tras la captura de algunos de sus hombres. 

Fue detenido en más de una ocasión y, en 1610 solicitó un indulto, inicialmente denegado. Al año siguiente, con 29 años, obtuvo finalmente el perdón real a condición de servir como oficial en los tercios asentados en Nápoles. Allí se pierde el rastro de su vida, aunque las fuentes apuntan a que pudo vivir hasta 1635.

De la vida real a personaje de novela

A pesar de no saber qué pasó con el ladrón, su fama quedó presente en su tierra. Tanto es así que la notoriedad de Rocaguinarda llegó a los oídos de Miguel de Cervantes que, en la segunda parte de El Quijote, cuando el ingenioso hidalgo pasa por Cataluña aparece un nombre que recuerda al de Perot lo lladre: el bandolero Roque Guinart

En dos capítulos, el caballero y Sancho se encuentran con un grupo de bandoleros capitaneados por él en su llegada a Barcelona. Cervantes reproduce un largo discurso del personaje sobre la violencia, la venganza y el modo de vida de los forajidos, que empieza así:

"Nueva manera de vida le debe de parecer al señor don Quijote la nuestra, nuevas aventuras, nuevos sucesos, y todos peligrosos; y no me maravillo que así le parezca. porque realmente le confieso que no hay modo de vivir más inquieto ni más sobresaltado que el nuestro. A mí me han puesto en él no sé qué deseos de venganza, que tienen fuerza de turbar los más sosegados corazones".

Cómo sale en 'El Quijote'

El texto prosigue con una autodefinición del personaje:

"Yo de mi natural soy compasivo y bienintencionado, pero, como tengo dicho, el querer vengarme de un agravio que se me hizo, así da con todas mis buenas inclinaciones en tierra, que persevero en este estado, a despecho y pesar de lo que entiendo; y como un abismo llama a otro y un pecado a otro pecado, hanse eslabonado las venganzas de manera que no solo las mías, pero las ajenas tomo a mi cargo. Pero Dios es servido de que, aunque me veo en la mitad del laberinto de mis confusiones. No pierdo la esperanza de salir dél a puerto seguro".

El relato, para muchos, coincide a la perfección con las características y aventuras del personaje que otrora fue también conocido como Perot lo lladre. ¿Pero se conocieron Cervantes y el ladrón? ¿Fue el escritor una víctima del catalán? Hay debate.

¿Conoció Cervantes al ladrón?

El erudito Lluís M. Soler i Terol, en su biografía Perot Roca Guinarda. Història d’aquest bandoler (1909), concluyó que Cervantes no lo conoció personalmente, aunque sí oyó hablar de él en su estancia en Barcelona en 1610. Esta era la fama del ladrón.

De todos modos, hay dudas. Otros estudiosos, como Juan Suñé Benages, han sostenido que el nivel de detalle en la novela sugiere un contacto directo o, al menos, un conocimiento cercano de sus actividades. La duda sigue ahí.

Del libro a la calle

Sea como sea, este ladrón no ha pasado solo a la historia de la literatura, también a formar parte del nomenclátor de Barcelona. El Ayuntamiento, en algún momento, parece que le pareció idóneo recordar una figura que, por suerte o por desgracia, traspasó fronteras.

No fue una gran avenida, pero sí se encuentra al lado de una de las calles más comerciales y populares de la ciudad, la estrecha calle Perot lo Lladre, situada en el corazón del Barrio Gótico. Y no es el único recuerdo de él.

En Oristà, todavía existe el Mas Rocaguinarda y un cartel que advierte: “No accediu a l’espai edificat”. No es por los fantasmas, ni por el espíritu del ladrón, sino por el estado del edificio. En cualquier caso, calle y ruinas recuerdan esa época de bandolerismo catalán. Los más pesimistas seguro que dirán que la historia se repite.