
Parece una casa pero es una iglesia románica del siglo XI: el refugio de las obras del Museo deel Prado
Parece una casa pero es una iglesia románica del siglo XI: el refugio de las obras del Museo del Prado
Esta construcción tuvo un gran peso durante la Guerra Civil y fue catalogada Bien de Interés Cultural
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Es difícil confundir una iglesia con una casa, pero hay un pequeño municipio de Cataluña, donde lo que parece la típica vivienda de pueblo es en realidad una ermita románica que atesora una historia increíble.
La iglesia de Sant Martí de la Vajol, protegida como Bien Cultural de Interés Local, se camufla entre las construcciones del entorno y bien podría confundirse con una de sus casas. Sin embargo, su sencillez arquitectónica es precisamente lo que la convierte en una rareza digna de atención.
A simple vista, la fachada de esta iglesia de una sola nave, con una casa adosada a poniente, no impresiona como lo haría una gran catedral románica. De hecho, su aspecto externo —sobrio, bajo y sin grandes ornamentaciones— hace que muchos visitantes pasen por delante sin advertir su verdadero valor.
Pero igual que uno de los malvados de Batman, La Vajol, como se la conoce, también tiene dos caras. Un examen más atento a la construcción revela que, si uno le da la vuelta, la estructura no diverge tanto de las ermitas románicas. Solo es su fachada la que confunde.
Elementos que confunden
Sant Martí de la Vajol está construida con muros de piedra de gran tamaño, perfectamente escuadrada, con un característico ábside semicircular al fondo. Pero éste solo se ve por detrás.
El acceso principal es muy sobrio y austero, como una casa más. Si bien las piedras también recubren la fachada y la puerta de madera está flanqueada por una portalada de tres arcos en degradación, se parece poco a una iglesia.
Aspecto de una casa rural
Al lado, una pequeña ventana de doble derrame con arco de medio punto permite la entrada de luz natural al interior da más pistas, pero la parte superior, que muestra unas ventanas dignas de la buhardilla de una vivienda.
De hecho, al lado hay unas escaleras que suben hasta esa planta superior, donde las piedras ya han desaparecido, dando lugar a una construcción mucho más moderna con un reloj normal y otro de sol en su fachada.

Campanario de La Vajol WIKIPEDIA
Imagen de iglesia
Hace falta mirar con más detenimiento esta ermita para darse cuenta de lo que es. Rodearla es necesario para ver la forma del ábside que oculta y un campanario más que particular de espadaña, formado por dos arcos de cuarto de círculo realizados en dovelas cuidadosamente talladas.
Si la puerta está abierta, uno ya sale de dudas. En el interior, la iglesia sorprende por su volta apuntada que cubre la nave principal, así como un arco triunfal apuntado que marca la transición al ábside.
Cómo es la iglesia por dentro
Aunque buena parte de las paredes están encaladas, aún se perciben, especialmente en el ábside, los sillares de granito perfectamente dispuestos, característica que apunta a un origen románico sólido y sobrio, probablemente vinculado a las primeras comunidades cristianas establecidas en la zona durante el periodo altomedieval.
A lo largo de los siglos, la iglesia ha experimentado modificaciones. Se le añadieron capillas laterales y un coro, probablemente en época barroca, sin que estas alteraciones llegasen a desvirtuar su planta original.
Un lugar con historia
¿Por qué adoptó esta forma? Bueno, la historia de la ermita es bastante curiosa. Se ha de tener en cuenta que desde el siglo XI, época en la que aparecer documentada por primera vez, ha vivido varios asaltos, guerras y penurias.
La zona en la que hoy se asienta el pueblo fue poblada desde la Prehistoria, como atestiguan los yacimientos cercanos y monumentos megalíticos de la zona. De hecho, posiblemente, La Vajol fue lugar de paso en la Antigüedad.

Interior de La Vajol FLICKR
Se dice que por allí pasó la ruta que utilizó Aníbal hacia Roma durante la Segunda Guerra Púnica. En época romana, la Via Domitia, que unía Roma con Hispania a través de la Galia Narbonense, cruzaba esta región. Pero por entonces la iglesia no estaba allí.
Sí, estaba erigida ya en el siglo XI y durante los siglos XIII y XIV, el templo de Sant Martí de la Vajol aparece en registros como iglesia sufragánea de Agullana, ligada a los dominios de los señores del castillo de Mont-roig.
El Prado en Cataluña
Esta condición parroquial secundaria se mantuvo durante siglos, marcando una línea clara de dependencia eclesiástica y social. En el siglo XVIII, una visita pastoral del obispo de Girona en 1704 da fe de que el pueblo estaba en reconstrucción, con apenas 40 casas.
La iglesia, por eso, guarda historias mucho más cercanas en el tiempo. Durante la Guerra Civil, Vajor fue pueblo fronterizo, escondido entre montañas y con minas de talco subterráneas. Estp lo convirtió en el lugar ideal para esconder el tesoro de la República y parte del patrimonio artístico del Museo del Prado.
Refugio del arte
En 1937, Juan Negrín, entonces presidente del Gobierno republicano, ordenó confiscar la mina Canta para adaptarla como cámara acorazada. Se construyó un edificio de tres plantas sobre la entrada y una sala subterránea blindada con hormigón.
Allí se almacenaron documentos, lingotes de oro y obras de arte. En los últimos días del conflicto, La Vajol fue el último enclave desde el que operó el Gobierno republicano, con Manuel Azaña, Lluís Companys y José Antonio Aguirre cruzando a Francia desde el Coll de Lli en la madrugada del 5 de febrero de 1939.
Cómo llegar
Para visitar esta desconocida iglesia románica en coche desde Barcelona, la ruta más directa consiste en tomar la AP-7 en dirección norte hacia Girona y continuar hasta la salida 3 (Figueres Nord / N-II). Desde allí, se debe tomar la carretera N-II dirección La Jonquera y, a la altura de Pont de Molins, desviarse por la GI-502 hacia Darnius.
Desde Darnius, se sigue por la GI-501 pasando por Maçanet de Cabrenys hasta llegar finalmente a La Vajol, donde la iglesia se encuentra en pleno centro del pueblo, fácilmente accesible a pie una vez se estaciona el vehículo. El trayecto tiene una duración aproximada de dos horas y media, atravesando algunos de los paisajes más tranquilos y evocadores del Alt Empordà.