
El empresario catalán creador de uno de los cócteles más famosos del mundo CRÓNICA GLOBAL
El empresario catalán creador de uno de los cócteles más famosos del mundo: muy popular en Cuba
El mismo Ernest Hemingway aseguró que "en ningún otro lugar del mundo" se podía degustar una bebida como la perfeccionada por este emprendedor
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Ron, zumo de limón verde, azúcar blanca, Marraschino y hielo picado. Estos son los ingredientes principales de uno de los cócteles más famosos en Cuba. Y en el mundo.
Lo que pocos saben es que esta fórmula es fruto de un empresario catalán que llegó a Cuba y otorgó toda la magia a un combinado que daba sus primeros pasos, el Daiquiri.
Que nadie se asuste. Es cierto que este coctel no lo creó un catalán, pero no cabe duda de que Constantí Ribalaigua i Vert lo elevó a tal nivel de fama que el mismo Ernest Hemingway llegó a escribir sobre su talento tras la barra.
“Los daiquiris que preparaba Constantí no tenían gusto a alcohol y generaban la misma sensación al beberlos que la que produce esquiar montaña abajo por una ladera cubierta de nieve en polvo”, llegó a afirmar el poeta y escritor estadounidense. Y no fue el único.
Los primeros cócteles
A pesar de que la historia del daiquiri viene de lejos, este empresario catalán lo elevó. Sus bases eran sólidas. Todo empieza en Cuba, en las playas orientales de Daiquiri. Era 1896.
Un ingeniero norteamericano, presa del calor y la sed, mezcla tres ingredientes simples pero fundamentales: zumo de limón criollo, azúcar de caña y ron cubano. Así nace un “ron sour”, pero. en homenaje al lugar donde surgió, el capitán del ejército independentista Giacomo Pagliucci lo bautiza como Daiquiri.
En viaje de un catalán a Cuba
Casi simultáneamente, otros exploraban mezclas similares. La ancestral canchánchara, bebida mambisa de ron, miel y limón, fue modificada en 1899 por el general Schafter al añadirle hielo. Pero aún faltaba alguien que consolidara la fórmula y le diera estilo. Y ese alguien fue Constantí Ribalaigua.
Llegado a Cuba en 1914, este joven nacido en Lloret de Mar era parte de esa diáspora catalana que soñaba con prosperar en América. Muchos lo lograron, otros sólo lo intentaron. Ribalaigua fue de los primeros.
Compra de un local
El catalán encontró su destino en la isla. Se enamoró de su gente, de sus sabores, de su ritmo. En cuatro años ya había conseguido el dinero para quedarse con uno de los bares más conocidos de Cuba, El Floridita.
Con intuición de empresario y alma de artista del paladar, Constantí entendió que para destacar había que innovar. El daiquiri y otros combinados triunfaban y él quiso ir un poco más lejos.
El toque especial de Ribalaigua
El de Lloret se hizo traer desde Estados Unidos la primera máquina de picar hielo de Cuba, una Flak Mak, que le permitió añadir una nueva textura a su cóctel estrella. Fue entonces cuando nació el Daiquiri Floridita, también conocido como Daiquiri Frozen.
Y de allí viene el cóctel tal y como se le conoce ahora: una mezcla mágica de ron blanco cubano, azúcar, jugo de limón, unas gotas de Marraschino y abundante hielo picado. Todo servido en una copa previamente helada, en una ceremonia casi mística.
Famosos encantados
Este gesto transformó, para muchos, el trago original en una experiencia sensorial. La bebida, ahora helada y con una textura suave como la nieve, conquistó no solo a los habaneros, sino a visitantes de todos los rincones del planeta. El Floridita se convirtió en La Catedral del Daiquiri y Constantí en The Cocktail King.
Por su barra pasaron estrellas de cine como Marlene Dietrich y Gary Cooper, intelectuales como Jean-Paul Sartre, y sobre todo, el escritor Ernest Hemingway.
La pasión de Hemingway
El autor de El viejo y el mar se convirtió en cliente habitual, tanto que Constantí le preparó una versión especial: el Papa Doble, sin azúcar, con doble de ron, unas gotas de pomelo y el toque inconfundible del Marraschino.
"Mi mojito en la Bodeguita, mi daiquiri en El Floridita”, escribió el Nobel estadounidense. Y añadió: “Esta bebida no puede ser mejor en ninguna otra parte del mundo”. Un absoluto fan de Constantí.
Fama internacional
Pero más allá de las celebridades, el legado de Ribalaigua está en su maestría. No inventó el daiquiri, pero lo refinó, lo elevó a arte y lo globalizó. Su atención al detalle, su pasión por el oficio y su habilidad para equilibrar sabores lo convirtieron en un referente mundial. En su manera de agitar una coctelera, de seleccionar un vaso helado, de picar el hielo justo… había toda una filosofía del gusto y del respeto al producto.
El daiquiri que hoy se sirve en miles de bares del mundo es, en esencia, el que popularizó Constante, como lo conocían los habituales. Era fresco, equilibrado, con alma cubana y precisión catalana. Y si no lo creen por esta historia, siempre queda el testimonio de Hemingway.