La ermita románica oculta entre los bosques de Barcelona: es del siglo XI y tiene nombre de isla
- La leyenda cuenta que recibe el nombre gracias a que un animal encontrara a la virgen
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Cataluña es capital del románico. Más allá de las conocidas ermitas del Vall de Boí, hay muchas más iglesias de esa época y de ese estilo de una belleza que cautiva al visitante.
Una de estas tantas ermitas románicas catalanas se encuentro en lo alto de un cerro desde el que se puede ver hasta Montserrat. Se encuentra en un pueblo con nombre de ardilla, pero lo curioso es que su virgen fue hallada por una cabra. De allí que tenga nombre de una desconocida isla balear.
Se trata del Santuario de Santa María de Cabrera, un pequeño templo religioso ubicado en el término municipal de El Esquirol, en la comarca de Osona (Barcelona). Y a pesar de ser desconocida, esta ermita es una joya patrimonial y natural que combina historia, espiritualidad y paisajes espectaculares.
La ermita, situada en el Pla de Cabrera, se alza como un punto de interés tanto para peregrinos como para amantes de la naturaleza que buscan explorar el encanto del Cabrerès y los Riscos del Collsacabra.
Del siglo XII
El edificio actual del Santuario de Santa María de Cabrera fue construido entre 1622 y 1641, sustituyendo una antigua capilla que ya estaba documentada desde 1144. Durante siglos, esta capilla sirvió como centro religioso de la región, pero las necesidades crecientes de la comunidad llevaron a su reconstrucción y ampliación.
El santuario está compuesto por una nave única sin ábside, con una fachada principal presidida por una puerta de arco de medio punto adovelada. Sobre la entrada, un óculo con rejas de hierro ilumina el interior, y a un lado se alza un campanario de torre, que añade un carácter imponente al conjunto.
Una virgen y una cabra
Adosada al santuario, también se encuentra la casa de los ermitaños, una construcción que fue ampliada en el siglo XVIII y que refuerza la importancia histórica del lugar como espacio de retiro y contemplación.
Pero Santa María de Cabrera no solo es significativo por su arquitectura, sino también por la leyenda que lo rodea. Según la tradición, la imagen de la Virgen fue descubierta por un pastor gracias a su cabra, que la encontró oculta en una pequeña cueva del risco, cerca del santuario actual. Este relato ha perdurado a lo largo de los siglos y le ha dado nombre al lugar.
Vistas espectaculares
Más allá de la leyenda y la arquitectura, otra de las razones que invitan a visitar esta iglesia es su entorno. Desde las puertas de la ermita se puede gozar de unas vistas impactantes. A poca distancia del edificio se encuentra el vértice geodésico de la cima de Cabrera, una meseta plana que permite disfrutar de panorámicas espectaculares en todas direcciones.
Hacia el norte, destacan las vistas a la cima del Puigsacalm y, en el horizonte, el majestuoso Canigó. Al oeste, se pueden distinguir las puntas del Pedraforca y la línea de la sierra del Cadí, con el Comabona como referencia. Al suroeste, la Plana de Vic se extiende hasta las agujas de Montserrat y, al sur, el paisaje verde se prolonga hasta las faldas septentrionales del macizo del Montseny. Todo ello puede verse, siempre y cuando haya un cielo despejado.
Cómo llegar
Estas vistas convierten al Santuario de Santa María de Cabrera en un lugar privilegiado para disfrutar del patrimonio natural y cultural de Cataluña al que se puede acceder desde distintos puntos. Existen numerosas rutas que permiten acceder al santuario desde diferentes puntos y para distintos niveles de exigencia.
Una de las rutas más populares parte de Els Hostalets d'en Bas, donde se puede dejar el coche en un aparcamiento y emprender una excursión circular de moderada dificultad. Durante el trayecto, se atraviesan bosques y puntos de interés como el mirador de l'Escalars, que ofrece vistas espectaculares de la Vall d'en Bas. Otra variante incluye el paso por el Port de la Faja, un sendero que lleva directamente a la cima de Cabrera. El regreso puede realizarse descendiendo por el Coll de Bram, enlazando con las pistas cercanas a Pujolriu y la Font Nova, que marcan el camino de vuelta al pueblo.