Ginebra es de aquellas ciudades que, no se sabe muy bien por qué, apenas trascienden sus fronteras. Es el típico rincón que en una primera impresión sólo muestra poco más de lo que se ve en una postal. Célebre por ser un eje financiero y diplomático y por exportar una imagen de ciudad de alta gama, esta pequeña población suiza revela sus misterios con tanto cuidado que da la sensación de querer ocultar su intimidad.
Lugar de reunión habitual de congresos y ferias, guarda innumerables episodios que explican la cultura y la historia que se remontan hasta sus orígenes celtas. La metrópoli más pequeña del mundo, de apenas 15 kilómetros cuadrados, esconde tesoros que cambiarán la impresión del viajero que se anime a descubrirla esta Semana Santa con Vueling.
Urbana y campesina
Encajonada entre montañas alpinas, este cantón suizo desprende elegancia de Norte a Sur y de Este a Oeste. Ciudad cosmopolita como pocas, acoge los majestuosos edificios que albergan las sedes de Cruz Roja y de Naciones Unidas, con sus columnas neoclásicas y su largo bulevar de banderas. Esta urbe exhibe un encantador casco antiguo que relata sus memorias desde sus calles empedradas desde las que emprender un fascinante camino hacia unos bosques tan profundos que convierten el viaje en una tentadora aventura.
Más cerca de Francia que de Zúrich, esta diminuta metrópoli se desparrama a lo largo de las orillas del Ródano, se baña en las aguas del enigmático lago Ginebra (Leman) y dirige su mirada hacia la majestuosidad de los Alpes, que la cobijan de influencias externas.
Sus símbolos
El jet d'eau, un chorro vertical de 140 metros de altura que brota a 200 kilómetros por hora, se levanta por encima de la colina desde la que se encaraman los grandes edificios que conforman el centro urbano. La fuente es visible desde toda la ciudad y está situada sobre el lago y se ha convertido en el símbolo de Ginebra.
El centro es un pulmón urbano que abriga el corazón de la ciudad, dominada por la Catedral de Saint-Pierre. Sus torres ofrecen unas vistas asombrosas, sus criptas albergan el mayor yacimiento arqueológico al norte de los Alpes y las agujas góticas del siglo XII culminan su fachada neoclásica. Esta edificación es el lugar donde Juan Calvino difundió su revolucionaria doctrina protestante, cuyos principios conmemora el Muro de la Reforma que a lo largo de 100 metros bordea el casco antiguo.
Muy cerca de allí se muestra la Place du Bourg-de-Four, la más antigua de la ciudad. Es el verdadero corazón del casco antiguo que invita a pasear por sus muelles, sus animadas callejuelas medievales y sus elegantes tiendas. La Grand-Rue, que vio nacer a Jean-Jacques Rousseau, es una de las vías antiguas mejor conservadas de la zona. Esta ciudad ofrece mucho más de lo que se ve a simple vista.
Casi todo en Ginebra mantiene relación con la industria relojera de fama mundial que ha trascendido sus fronteras. El Horloge Fleuri, el gran reloj con más de 6.500 flores que se parapeta en el popularísimo Jardín Inglés, es otro de los emblemas de la ciudad.
El origen de la precisión suiza
En Ginebra fue donde los relojes suizos comenzaron a ganarse su fama por su precisión. A finales del siglo XVI, la Reforma despojó a la Catedral de la mayoría de sus adornos y quedó prohibida la exhibición de joyas. Los orfebres, entonces, se dedicaron a fabricar objetos sobrios y útiles, como relojes de bolsillo y, posteriormente, relojes de pulsera.
Para admirar los relojes más excepcionales y su complejo mecanismo, hay que visitar el Museo Patek Philippe, cuya colección de antigüedades documenta 500 años de historia de la relojería.
Una ciudad con grandes museos
Ginebra es también un centro neurálgico de la alta costura, los chocolates de lujo, las ferias comerciales o de distinguidas exposiciones. Pero también alberga una colección de edificios históricos como el Grand Théâtre o el Conservatorio y museos que otorgan a la ciudad un pedigrí cultural que pretenderían otros lugares más turísticos.
De visita recomendada son el Museo Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, el Museo Internacional del Reloj o el Museo de Historia, que se encuentra el interior de la Maison Tavel, la casa más antigua de Ginebra que Data de la Edad Media.
La Ginebra de postal
Ginebra también ofrece al visitante la oportunidad de tomarse un respiro después de patearse sus callejuelas durante horas. Los lugares preferidos de la población autóctona son el Parc des Bastions, con sus seis juegos de ajedrez gigantes y el Quai du Mont Blanc, donde es posible dar un encantador paseo a orillas del lago, hasta llegar a los Bains des Pâquis, con su coqueto embarcadero artificial desde donde saltar al agua para darse un baño.
El pequeño pueblo de Les Diablerets permite subirse a un teleférico hasta Glacier 3000, uno de los paraísos más espectaculares del continente en los Alpes suizos con el único puente colgante del mundo que une las cimas de dos montañas.