Restaurante Tramonti Barcelona

Restaurante Tramonti Barcelona

Gastronomía

Adiós al restaurante más mítico de Barcelona que enamoró a Carlos Alcaraz: 45 años de historia y la mejor cocina italiana tradicional

La historia de este emblemático rincón comenzó en la década de los ochenta, cuando la familia Lombardo emprendió la aventura de introducir un estilo mediterráneo fresco y cercano en una Barcelona que empezaba a abrirse al exterior

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A veces la vida te sorprende y te cambia. Algunas veces para bien y otras para mal. En Barcelona, han dicho adiós este último mes a un pilar fundamental de su gastronomía con el cierre definitivo del restaurante Tramonti, considerado el primer establecimiento de cocina italiana de la ciudad condal.

Con más de cuarenta años de trayectoria, este local no solo alimentó a generaciones, sino que su clausura marca el final de una etapa significativa en la restauración barcelonesa. La desaparición de este icono representa la pérdida de un espacio de tradición familiar que era conocido en cada rincón de la ciudad.

La historia de este emblemático rincón comenzó en la década de los ochenta, cuando la familia Lombardo emprendió la aventura de introducir un estilo mediterráneo fresco y cercano en una Barcelona que empezaba a abrirse al exterior.

Lejos de los tópicos habituales, el restaurante apostó por recetas tradicionales y productos seleccionados, convirtiéndose rápidamente en un punto de encuentro para vecinos, artistas y periodistas que buscaban una Italia auténtica y sin artificios. Su enfoque genuino fue la clave para mantenerse como un referente durante casi medio siglo.

El éxito y la identidad del Tramonti se basaron en la sinergia entre los hermanos Lombardo. Mientras el hermano de Giuliano consolidaba la reputación del local desde la cocina con platos de culto como pastas caseras, arroces y guisos a fuego lento, el fundador, Giuliano Lombardo, ejercía una presencia constante en la sala.

La cordialidad, la atención al detalle y la cercanía de Giuliano con los clientes definieron el alma del establecimiento, haciendo que cada visita fuera una experiencia personalizada.

El fin de este proyecto se precipitó tras la trágica pérdida de sus dos pilares. Pocos meses después del fallecimiento del cocinero principal, se produjo la muerte del fundador, Giuliano Lombardo, a los 75 años.

A pesar de que la familia intentó mantener la vocación de servicio tras la primera pérdida, finalmente decidieron que el negocio no podía continuar, pues la personalidad de Giuliano impregnaba cada decisión y horario; sin él, "el Tramonti no sería el Tramonti".

En definitiva, Barcelona pierde una de sus cunas gastronómicas más queridas, donde la cocina italiana se entendía de una forma singular y honesta. Con este cierre, se apaga una tradición familiar que resistió décadas gracias al esfuerzo de unos fundadores cuya esencia era el corazón del local.