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Las despedidas siempre son duras, especialmente, cuando se trata de un lugar que ha sido testigo de tantas risas, conversaciones y momentos compartidos. Es difícil imaginar que ya no volveremos a cruzar la puerta de ese sitio o a encontrarnos las mismas caras, la misma música y la misma atmósfera que nos acogía.

Sin embargo, aunque un bar cierre sus puertas o las circunstancias cambien, lo que nunca desaparecerá son las vivencias que compartimos allí. Los brindis, las noches de charla interminable, los secretos susurrados entre amigos y hasta los silencios cómodos, todo eso quedará grabado en nuestra memoria. Como dice Risto Mejide 'crecer es aprender a despedirse' y, es que, hay veces que es inevitable.

El cierre de un mítico bar

El Boia Bar cerró el chiringuito, y nunca mejor dicho, el pasado 4 de enero. No se podía retrasar más. La familia Vehí apunta que si abrían un día más se exponían a una multa de 28.000 euros diarios.



La decisión del cierre fue por una notificación recibida a finales de diciembre por parte de la Generalitat, que prohibió renovar la concesión a causa de la nueva normativa de la ley de costas. Dicha normativa apunta que en una playa urbana no pueden coexistir dos chiringuitos si no están separados por un mínimo de 150 metros. En el caso del Marítimo y el Boia Bar la distancia que hay entre las dos es de 17 metros. Por eso, nadie más podrá volver abrir en el lugar de este establecimiento.

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