Raúl Malo
Nos dejó antes de tiempo, por culpa de un cáncer de colon, el líder de The Mavericks, Raúl Malo (nombre completo, Raúl Francisco Martínez-Malo Jr., nacido en Miami en 1965). Los Mavericks fueron un grupo un tanto excéntrico dentro de la escena americana del country & western, tal vez porque su líder era de origen cubano y su acercamiento a una música en principio tan alejada de la de sus padres no acababa de encajar en el purismo de Nashville (aunque pasó casi toda su vida adulta en la capital del country).
Yo me enganché a ellos a principios de este siglo, y lo mismo le sucedió a mucha gente que solía consumir principalmente música pop. Y es que el country rock del señor Malo era muy pop, siguiendo tal vez la estela de los míticos Byrds (inventores del concepto country rock con su álbum de 1968 Sweetheart of the rodeo). Hace tiempo que no los escucho, pero recuerdo que siempre me ponían de buen humor (y de vez en cuando, a nuestro hombre se le colaba “nuestra cosa latina”, que decían las estrellas de la Fania, en algunos temas de sus discos).
Raúl Malo se crio, según propia confesión, escuchando a Elvis Presley y Hank Williams, el primer cantante-autor que sacó al country del palurdismo rural y que lo dotó de una melancolía que iba más allá del típico lamento del cowboy abandonado por su novia que ahoga sus penas en alcohol. Salvando las distancias, algo parecido le ocurrió al inefable calvorota Christian Pérez, en arte Pitbull, el hijo de un mangante marielito que cayó por Miami en la misma época que Tony Montana (Al Pacino), el protagonista del Scarface de Brian de Palma (con guion de Oliver Stone). El hombre empezó con el rap y la música de discoteca, pero no tardó mucho en recuperar “nuestra cosa latina” (recuerdo su dueto con la gran Dolly Parton, en el que tenía el cuajo de decirle “¡Dale, Dolly!)”.
Soy consciente de que debería estar sumándome al coro de plañideras que lleva días llorando en las redes sociales el fallecimiento de Robe Iniesta, líder de Extremoduro, y Jorge Martínez, voz y guitarra de Los Ilegales, pero debo reconocer que nunca les presté la menor atención. Tal vez hice mal, pues estoy rodeado de fans de Jorge Ilegal (empezando por mi novia), pero no se puede estar en todo.
Así pues, que no se tome como una provocación este responso por Raúl Malo. Tras años de despreciar el country por paleto, me caí del caballo gracias a Elvis Costello y su disco Almost blue, en el que versionaba algunos de los mejores clásicos del género. A partir de ahí, me hice fan de Hank Williams, Patsy Cline, Faron Young y otros personajes que me tocaban la fibra sensible. Como el señor Malo y sus Mavericks, responsables de unos cuantos álbumes exultantes que me animaron mucho la existencia hace casi un cuarto de siglo.