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Perdone, ¿le hemos hecho algo?

Oímos hablar de Dean Spielmann (Luxemburgo, 1962) cuando estaba al frente del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y, tras cargarse de un plumazo la Doctrina Parot, consiguió que se dejara en libertad a más de 70 etarras encerrados por asuntos muy serios. Curiosa manera de echarle una mano (al cuello) a la democracia española (y a la democracia en general).

Ahora este caballero es el abogado del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) y acaba de decidir que la amnistía para los golpistas del prusés puesta en marcha por motivos estrictamente personales (¡mi sillón, mi sillón!) por Pedro Sánchez no solo se ajusta al derecho comunitario, sino que contribuye a la reconciliación entre españoles y a esa pacificación en la que solo cree Salvador Illa por la cuenta que le trae.

Lo de los intereses personales y partidistas de Sánchez, que tan claros nos parecen a algunos resentidos, es algo que el señor Spielmann no contempla bajo ningún concepto. Sencillamente, no se le pasa por la cabeza que Sánchez haya podido tener semejante idea, preocupado únicamente como está el hombre por protegernos a los españoles del fascismo rampante. Se cree (o hace como que se cree) las pamplinas sanchistas y nos urge a aplicar su tan merecida amnistía a Puchi y a los muy democráticos miembros de los CDR, cuyas conexiones con el terrorismo no ha encontrado por ninguna parte (se ve que el corte de carreteras o la toma del aeropuerto de Barcelona solo fueron algaradas amparadas por el derecho a la libertad de expresión, o de extorsión, da igual).

Una de dos: o este hombre no ha entendido nada de lo que sucedió en Cataluña durante el malhadado prusés o, directamente, siente simpatía por los separatistas, sean violentos o solo semiviolentos. Primero se las apaña para que haya que liberar a una pandilla de terroristas vascos, y después, pone su granito de arena para que pueda volver Puchi al terruño y que los CDR sigan en libertad para poder dedicarse a sus cosas (como ejercer de soplón para la Plataforma per la Llengua de Òscar Escudé, los más moderados, o amenazar a familias que pidan clases de castellano en las escuelas catalanas, los más radicales).

Se supone que la opinión del abogado del TJUE prefigura la decisión definitiva de la Comisión Europea, aunque se hayan dado casos en los que no ha habido coincidencia. Si la hay, en cuatro días veremos a Cocomocho por su querida Cataluña (junto a Comín, al que tal vez se le permita robar carteras en el metro en una nueva muestra de su proverbial cleptomanía). Limpio de polvo y paja y, claro está, sin presentar ninguna disculpa por el trato otorgado hace ocho años a más de la mitad de la población catalana.

El Gobierno español no se las va a pedir. Por el contrario, lo más probable es que Sánchez lo reciba en la Moncloa como al estadista internacional que es y le presente a él las excusas del perverso Estado español (tras asegurarse de que recupera su apoyo a nuestro agonizante Gobierno).

Que todos intuyamos las trapisondas de esta autoamnistía menos el abogado del TJUE resulta, cuanto menos, sospechoso. Y nos recuerda que estamos en muy malas manos no solo en España, sino también en Europa.