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Abráceme y compre mi merchandising

Durante su última gira por Europa, Amma (nacida Sudhavi en Alappad, India, en 1953 y luego rebautizada con un nombre más difícil que el del último premio Nobel de Literatura: Mata Amritanandamani Devi, en arte Amma), conocida como 'La santa de los abrazos' (durante los últimos treinta años se calcula que ha podido abrazar a 35 millones de seres humanos), hizo un alto hace unos días en Granollers, donde se instaló en el Palacio de los Deportes local para dedicarse a lo suyo; o sea, repartir esos abrazos con los que, teóricamente, llena de paz y armonía a los que la abrazan.

Los abrazos salen gratis, pero hay que tener paciencia, coger número y esperar a que te toque. En el ínterin, claro está, puedes adquirir merchandising espiritual a cascoporro: velas, camisetas, gorras, hierbas espirituales y cualquier cosa que se le haya ocurrido al responsable de la organización, ya que la buena de Amma, además de ser una santa, también es una empresa que dispone de un departamento de recaudación espiritual y anímica.

De hecho, sus negocios se han ampliado de tal manera que ya hay malas lenguas que apuntan a algo turbio tras tanta santurronería hindú. No sería la primera vez: recordemos que el primer líder espiritual indio del que escuchamos hablar, el Gurú Maharishi, guía de los Beatles durante una época, resultó ser un cantamañanas sensacional.

Llámenme descreído, pero dudo mucho que un abrazo espiritual de Amma funcione mejor que los que recibo de mi novia. Ya entiendo que vivimos instalados en el caos y que cualquier promesa de felicidad y armonía es bien recibida por muchos de mis compañeros en este valle de lágrimas, pero la perspectiva de esperar tres o cuatro horas (si hay suerte) a que me abrace una mujer sobada (y, probablemente, sudorosa) no es lo que más ilusión me hace en este mundo.

Eso sí, las pruebas de la espiritualidad de Amma abundan. Desde niña sintió la llamada de las alturas y empezó a meditar a una edad muy temprana, dedicándole horas a la meditación y olvidándose, incluso, de comer y de dormir. Sus éxtasis están documentados, y parece que mientras duraban, Amma cantaba y bailaba pensando en sus cosas, totalmente disociada de su entorno. Pero la línea que separa a una santa de una loca es muy fina, como todos sabemos. Y alguien debió aparecer con la lógica idea de monetizar la espiritualidad de la muchacha, especialmente en Occidente, que hay más pasta que en India.

Este tipo de historias siempre me huelen a cuerno quemado, no puedo evitarlo. Me gustaría equivocarme (como me gustaría creer en Dios, o en Krishna, o en Alá, o en quien sea), pero tiendo a hacer caso del refrán Piensa mal y acertarás. ¡Que Krishna y Amma me perdonen!