Noel y Liam Gallagher, Oasis, y una entrada en móvil para un concierto

Noel y Liam Gallagher, Oasis, y una entrada en móvil para un concierto VUK VALCIC / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO

Examen a los protagonistas

Noel y Liam Gallagher

Oasis vuelve a por tu dinero

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No sé si alguien se acuerda de aquella Cool Britannia que se sacó de la manga Tony Blair en la última década del siglo XX y que era como una parodia sin gracia del Londres de los años 60. En vez de los Beatles y los Kinks, había que apañarse con Oasis y Blur. Londres se iba convirtiendo en una ciudad para millonarios, perdiendo aquella gracia algo cutre que tanto nos gustaba a los españoles que la visitábamos (lo que no logró Margaret Thatcher, lo consiguió Tony Blair, un supuesto progresista). El New Labour se montó su propia movida y se empeñó en que el país protagonizara un renacimiento cultural y pop que, en cierta medida, funcionó. Y nadie como Oasis, la banda de dos hermanos de Manchester llamados Noel (1967) y Liam (1972) Gallagher, para representar aquellos años de presunto esplendor.

Oasis vendió millones de discos con su pop tan deudor (por decir algo educado) de los Beatles. Noel componía hits (por cierto, ¿qué coño quiere decir Wonderwall?) y Liam los cantaba a grito pelado con la jeta pegada al micro y las manos a la espalda. Reconozco que Oasis me dio grima nada más escuchar sus primeras canciones. “Esto no puede funcionar”, me dije, creyéndome el Nostradamus del pop ¡Y vaya si funcionó! Los hermanitos de Manchester que querían ser como Lennon y McCartney lo petaron urbi et orbi, por mucho que a mí me pareciera que lo suyo no había por donde cogerlo (de esa época solo escucho con placer a Pulp, recién reagrupados y con un disco estupendo a la venta, More). Y para unir al insulto la afrenta, reprodujeron la rivalidad entre hermanos que habían practicado en los sesenta Ray y Dave Davies, dedicándose a pelearse en público, liarla parda a medio concierto y demás chiquilladas.

El viernes pasado iniciaron su gira de regreso en Cardiff y salieron al escenario cogiditos de la mano, para que veamos que por fin han hecho las paces y nos regocijemos al respecto. ¿Cómo no van a hacer las paces si han vuelto a la carga después de dieciséis años para vaciar los bolsillos de sus fans? El precio (abusivo) de las entradas llegó a los medios de comunicación, y la codicia de los hermanitos fue muy comentada. Pero sus fans se lo perdonan todo y abarrotaron el estadio galés, dándose casos, según he leído, de gente que se echó a llorar de emoción (y no de dolor, como sería lo lógico, por el golpe asestado a su cartera).

Se dice que las tragedias se repiten como farsas, pero tal vez se podría añadir que los momentos gloriosos se repiten como parodias sin gracia. La década de los 60 fue espléndida musicalmente para el Reino Unido en general y la ciudad de Londres en particular, pero el remake de los 90 auspiciado por el New Labour del señor Blair siempre me pareció ligeramente siniestro. Como siniestro me parece este retorno por dinero de los hermanos Gallagher, que no se dirigían prácticamente la palabra antes de ver la oportunidad de forrarse con la nostalgia de quienes consideran que Oasis fueron la banda sonora de su perdida juventud.