La activista sueca Greta Thunberg / EP

La activista sueca Greta Thunberg / EP

Examen a los protagonistas

Greta Thunberg

Cállate, niña, no llores más

Publicada

Greta Thunberg, de nacionalidad sueca (Estocolmo, 2003) y profesión activista, ha vuelto a estar en el 'candelabro' gracias a su expedición (frustrada) a Gaza con la Flotilla de la Libertad (un montón de activistas y una comida tirando a escasa). Dada la liviandad de la carga y el overbooking de activistas, a mucha gente le ha parecido que la expedición marina era un numerito de Greta para hacerse notar tras cierto tiempo de ausencia mediática. Esa misma impresión tiene el arriba firmante, quien, al principio, sintió cierta simpatía por la niña sueca preocupada por el futuro del planeta, pero ahora la soporta con dificultades y desearía cantarle la canción del grupo Picnic (con la gran Jeanette) cuya primera estrofa ha utilizado como título de esta columna.

En ese principio ya lejano, Greta suscitó la simpatía de muchos con esa actitud modelo el rey está desnudo. Sus detractores destaparon aspectos de su personalidad no muy gloriosos: síndrome de Asperger, ataques de ira cuando se le llevaba la contraria, trastorno obsesivo compulsivo, mutismo selectivo (algo que saca de quicio a cualquiera, como sabrá todo ser humano a cuyo cónyuge le da por no hablarle para castigarle y que sufra)…La verdad es que lo mejor de su biografía era el hecho de que su madre, Malena, hubiese representado a Suecia en el festival de Eurovisión de 2009. Su padre, por otra parte, aseguraba que el cambio climático se la sudaba, pero que si su hija mejoraba su actitud y combatía sus depresiones con el activismo climático, bienvenido fuera el temita.

Hay que reconocer que, como gesta gloriosa, lo de la Flotilla de la Libertad no ha sido gran cosa. El barco fue interceptado por el ejercito israelí, pero los activistas fueron tratados con guante blanco (hasta les dieron un bocadillo). Algo previsible, ya que ni a esa mala bestia de Netanyahu se le podría haber ocurrido tratar a Greta a culatazos, algo que habría indignado a mucha gente (menos, tal vez, a los padres de la niña). Los judíos se limitaron a abordar el barco, detener a los tripulantes y pagarles un viaje en avión de regreso a su país (por lo menos, a Greta, no sé si los demás fueron tan afortunados).

Viéndola estos días, lo primero que pensé es si esa niña no crecía: estaba exactamente igual que la última vez que me la encontré en la pantalla del televisor. Ya sé que Pepito Grillo, con el que guarda cierto parecido, tampoco crece, pero Greta es un ser humano real, no un personaje de dibujos animados. La niña ya tiene 22 años y debería estar acabando sus estudios universitarios, pero sigue empeñada en ejercer de conciencia de la humanidad y en sermonearnos sobre lo mal que lo estamos haciendo todo. Pasado el efecto sorpresa, Greta se ha convertido en una pesada obsesiva que no contribuye en nada a las causas que defiende, convirtiéndose en una nini de oro. Paciencia.