El presidente de la entidad privada Plataforma per la Llengua, Òscar Escuder, dando una rueda de prensa en el Parlament Europa Press

El presidente de la entidad privada Plataforma per la Llengua, Òscar Escuder, dando una rueda de prensa en el Parlament Europa Press EUROPA PRESS

Examen a los protagonistas

Òscar Escuder

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El ultranacionalismo catalán no desiste en su empeño de politizar e intentar apropiarse de las fiestas comunes. Fracasado el procés, la imposición del monolingüismo en catalán se ha convertido en los últimos años en su principal banderín de enganche. A esa labor se dedican partidos y entidades como, por ejemplo, Plataforma per la Llengua, regada con ingentes cantidades de dinero público por parte de la Generalitat, ayuntamientos y otras administraciones públicas de la región.

Simpatizantes de dicha asociación nacionalista -entre otras, como la ANC, Òmnium y el autodenominado Sindicat de Llogateres- utilizaron ayer la festividad de Sant Jordi para manifestarse por las calles de Barcelona para "defender" lo que llaman "derechos lingüísticos" -entendiendo como tales únicamente los de los catalanohablantes-. Es decir, para reclamar una sociedad en la que se pueda "vivir plenamente en catalán", tal como reza uno de sus lemas, y que ayer mismo pudo verse de nuevo en algunas de sus pancartas.

Huelga decir que tal anhelo es, además de muy poco tolerante, impensable en una sociedad abierta, plural y bilingüe como es la Cataluña real. Del mismo modo que también lo sería "vivir plenamente en castellano" en la región. Algo que, dicho sea de paso, a ninguna entidad ni partido se le ocurriría exigir.

Lo lógico sería que Plataforma per la Llengua reconociera y aceptara la diversidad de Cataluña. Y, si su propósito es aumentar el número de catalanohablantes, que lo hiciera en base a propuestas que fomenten el aprendizaje de dicha lengua, de forma didáctica, inclusiva y respetuosa. Pero por desgracia, sus dirigentes prefieren hacerlo por la vía del acoso y la delación lingüística, tal como se ha visto en los últimos días con su enésima campaña de señalamiento de comercios que rotulan en castellano. De este modo, difícilmente conseguirán su objetivo: más bien, el efecto contrario.