
David Johansen, en una imagen del documental de Scorsese sobre New York Dolls / EP
Ha sido el miembro más longevo de los New York Dolls (todos los demás llevan muertos varios años, por enfermedades, excesos o las dos cosas), pero me temo que al pobre David Johansen (Staten Island, Nueva York, 1950), el cantante de la banda, se le está acabando el tiempo. Con un cáncer en fase cuatro y un tumor cerebral, parece que está dando sus últimas boqueadas mientras, al mismo tiempo, se arruina, pues en Estados Unidos, como todo el mundo sabe, las curas no salen gratis y a nuestro hombre se le acumulan las facturas (motivo por el que se mujer y su hija han creado un fondo bancario en el que pueden ingresar sus monises todos los fans del muy enfermo señor Johansen).
Si me sobrara la pasta, no dudaría en hacer una donación (aunque hay pocas esperanzas de que sirva para algo, tal y como están las cosas), pues el tipo siempre me ha parecido un músico interesante y un ser humano entrañable (esto lo descubrí en el documental que le dedicó Martin Scorsese, antes lo tenía por una bestia alimentada de drogas y alcohol, como al resto de sus compañeros de los New York Dolls). El primer disco de los Dolls, titulado simplemente New York Dolls (1973) me sigue pareciendo una obra maestra y el mejor álbum que NO grabaron los Rolling Stones ese año. Rock duro, pero melódico, que reivindicaba la sencillez de los inicios, pero con una imagen que, en teoría, pretendía engrosar desde Estados Unidos las filas del glam rock británico.
Al maquillaje y la purpurina de David Bowie y Roxy Music, esos cinco gañanes de Staten Island respondieron a lo bestia, pintándose como puertas y vistiéndose como furcias baratas (ninguno de ellos era gay, por cierto). O no entendieron la sutileza y la androginia británicas o, directamente, optaron por hacer el ganso. Cuando salió su primer disco en España, lo hizo sin la foto del grupo en la portada, donde solo quedó el nombre de la banda escrito con un pintalabios (aún vivía el Caudillo y no había que asustarlo gratuitamente).
El segundo disco, Too much, too soon (1974), se dejaba oír, pero parecía una colección de descartes del primero. El grupo estaba tan hecho polvo por la mala vida que no pudo repetir la hazaña del primer disco. Luego apareció Malcolm McLaren y remató a los Dolls con unas ideas absurdas que casi les granjean el linchamiento en la América profunda. El grupo desapareció en 1977 (aunque en el 2006 habría una reunión temporal de los que quedaban vivos y unos sustitutos) y nuestro hombre cambió de tercio, adoptando la personalidad de un falso crooner llamado Buster Poindexter, quien grabó unos cuantos discos muy entretenidos. Sorprendentemente (o no), luego Johansen montó un grupo de folk, The Harry Smiths (en homenaje al folklorista del mismo nombre) y también ejerció de actor en algunas películas.
La verdad es que lo sorprendente no es que la esté diñando, sino cómo consiguió sobrevivir a su loca juventud. Una pena. Un gran tipo.