
El candidato de Junts a las elecciones europeas, Toni Comín, en rueda de prensa desde Bruselas EUROPA PRESS
Noticias relacionadas
Toni Comín no ha digerido su derrota en las elecciones del denominado Consell de la República ni su caída en desgracia entre los mandamases del secesionismo catalán. La mejor prueba de ello ha sido su mal perder, pues tras obtener ayer apenas un 9% de los votos en los comicios de dicha entidad separatista, acusó al candidato vencedor, Jordi Domingo, de haber cometido "irregularidades".
Esa reacción de Comín al más puro estilo Donald Trump empaña un poco más su controvertida carrera política, después de un último año aciago en el que ha llegado a ser acusado de acoso por parte de un exasesor de Junts en la Eurocámara, y de cometer un presunto desvío de fondos del Consell para uso personal siendo su vicepresidente.
Pintan bastos para Comín, y razones no le faltan para estar nervioso. Fugado de la justicia en Bélgica desde octubre de 2017 a causa de su labor en el procés, a su derrota en el Consell se le suma un problema aún mayor: el de no poder ejercer como eurodiputado de Junts per Catalunya en esta nueva legislatura al no haberse personado en España para prometer la Constitución.
De alma gemela del también prófugo Carles Puigdemont, de quien aspiraba a tomar el relevo como presidente del Consell, Comín ha pasado en poco tiempo a perder casi toda su influencia en el ultranacionalismo catalán. Una situación delicada en su caso, más aún si se tiene en cuenta que difícilmente podrá recalar ya en otro partido, al haber militado ya con anterioridad en buena parte del espectro del nacionalismo catalán: desde los Ciutadans pel Canvi del PSC hasta ERC. ¿Resistirá mucho más en las filas de los herederos de la antigua Convergència?