El Gobierno ha pagado 7,2 millones de euros por la compra de la histórica Casa Gomis, un bello edificio de arquitectura racionalista considerado Bien Cultural de Interés Nacional por la Generalitat de Cataluña.
Se trata de un espacio único en el área metropolitana de Barcelona, obra del arquitecto Antonio Bonet, y que se halla en pleno paraje natural protegido de La Ricarda, junto al aeropuerto de El Prat.
El Ministerio de Cultura pretende convertir esta finca icónica en un centro cultural abierto a la ciudadanía, en el cual se puedan celebrar encuentros y visitas guiadas. En su interior se puede disfrutar, por ejemplo, de sus grabados de artistas como Antoni Tàpies, murales de Magda Bolumar, cerámicas de Chiara Camoni o fotografías de Carlos Pérez Siquier, entre otros bienes dignos de ver.
El ministro del ramo, Ernest Urtasun, presumió ayer de esta interesante adquisición por parte del Estado. No hay para menos, pues el interés histórico y artístico de la Casa Gomis está fuera de duda. Pero cabe preguntarse cuánto peso ha tenido en su decisión el hecho de que se ubique justo en la reserva de La Ricarda, uno de los grandes obstáculos para ampliar el El Prat.
Conocido el rechazo de Urtasun y su espacio político -Comuns Sumar- a la expansión del aeropuerto barcelonés, ¿habría mostrado ese mismo interés si la finca se encontrara en otro lugar? ¿O bien se trata de una maniobra más para poner trabas a dicha obra?