Barcelona vuelve a sufrir la pérdida de un comercio familiar y de barrio a manos de una franquicia alimenticia. La cadena de panaderías Vivari, con cerca de 150 establecimientos en la ciudad, se ha quedado el local de un céntrico restaurante del Eixample para abrir otro más. Un modelo que genera suspicacias y cierto disgusto tanto en el sector como entre los vecinos.
Y es que, además de la brutal competencia que supone para el gremio de las panaderías, su modelo de negocio también impacta en el de la restauración.
No en vano, en sus locales también se sirven comidas y bebidas, una actividad que en algunos casos ha sido denunciada por incumplir la normativa municipal y por presunta competencia desleal. No en vano, este tipo de franquicias lo hacen sin tener licencias que sí se exigen a bares o restaurantes, y pertenecen a un convenio colectivo distinto: el de las panaderías. Con el consiguiente ahorro en nóminas para ellas, según informó Metrópoli.
En el caso concreto del nuevo local del Eixample de la cadena de los hermanos Yongmao y Chenxiao Ji, además, se da el caso de que se está reformando con un simple enterado de obras. Una documentación insuficiente para hacer esos trabajos.