La cadena de atentados terroristas con los que Israel ha eliminado a varios dirigentes de Hizbulá en Líbano –insertando pequeñas bombas en la partida de buscas que la organización había comprado, haciéndolas estallar anteayer todas a la vez, y causando unos cuantos muertos y 4.000 heridos de mayor o menor gravedad, y al día siguiente -ayer— repitiendo la hazaña tecnológica con los walkie-talkies de otros miembros de la organización terrorista, eliminando a nueve de ellos e hiriendo a otras 300 personas, según las primeras estimaciones, ha dejado al mundo boquiabierto de admiración por la eficacia letal de sus servicios secretos y también horrorizado ante la naturaleza de un ataque tan desalmado.

Nadie reconoce la autoría del golpe, pero nadie tampoco la desconoce. El editorial del gubernamental The Jerusalem Post teorizaba anteayer sobre la evolución del fenómeno de la guerra: “El mundo ha avanzado desde los simples cañones y trincheras; hoy existen los ciberataques, los drones y, ahora, los dispositivos electrónicos explosivos”.

“Sin embargo, hay algo que no podemos olvidar, y son los habitantes del norte de Israel, que han soportado lo peor de la guerra con Hizbulá y han recibido un impacto tras otro”.

“Aunque este nuevo avance [los busca explosivos] da una ventaja a Israel –o al menos hace una declaración audaz en su nombre–, es innegable: Hizbulá tomará represalias, y el norte de Israel sufrirá las consecuencias”.

“A quienquiera que ideara el astuto ataque de ayer, buen trabajo –pero hay que tener en cuenta que las amplias repercusiones son inevitables–”.

Dado que Israel está decidido a exterminar a los palestinos –total, son dos millones en Gaza y tres en Cisjordania– o expulsarlos de lo que les queda de su tierra, y que la famosa solución de los “dos Estados” no progresa, algunos revisan una solución de supervivencia, que es la de buscarles una “patria alternativa”. No hace falta señalar las dificultades de todo orden, no siendo la menor que ningún país estaría feliz de acoger a una población que presenta tan alto número de fanáticos asesinos y simpatizantes de estos.

Soldados libaneses y miembros de Hizbulá se reúnen frente a un hospital donde se transportaba a personas heridas WAEL HAMZEH

Por ejemplo, el reputado poeta y analista jordano-norteamericano Yazeed Al Rashed Al Khuzai escribía ayer en The Beirut Times un largo e interesante artículo en el que se remontaba al origen del conflicto árabe-israelí, exponía las diversas fases por las que ha pasado y la situación actual y proponía una vez más “el proyecto de la patria alternativa” en Jordania.

Lamentando ignorar la tendencia política del señor Khuzai ni la fiabilidad de las fuentes que le informan del pensamiento del Rey, ni saber si es correa de transmisión de intereses de terceros o escribe por cuenta propia, reproducimos aquí algunas líneas interesantes de su largo artículo:

“La idea de la ‘patria alternativa’ existe desde hace décadas y consiste en reubicar a los palestinos en otros países, especialmente Jordania, para resolver la cuestión palestina de una vez por todas. Este concepto cobró impulso tras la Nakba de 1948, cuando cientos de miles de palestinos fueron desplazados a Jordania y a los países vecinos. Con el actual conflicto entre Israel y los palestinos y la escalada de tensiones, la noción de ‘patria alternativa’ ha resurgido como una solución potencial para aliviar la presión sobre Israel mediante el reasentamiento de palestinos en Jordania y su conversión en un Estado palestino”.

“Aunque el proyecto de patria alternativa no se ha convertido en una política oficial de los sucesivos Gobiernos israelíes, ahora goza de un apoyo sustancial dentro de Israel y en los círculos internacionales que creen que Jordania es la solución definitiva al conflicto. Reubicando a los palestinos en Jordania, Israel podría resolver el problema demográfico al que se enfrenta y asegurarse el pleno control de los territorios palestinos sin la amenaza de un desafío demográfico interno”.

“Mientras que la postura pública del régimen es de rechazo frontal a este proyecto, con el rey Abdullah II afirmando repetidamente que Jordania no es un sustituto de Palestina y que no puede aceptarse ningún acuerdo que menoscabe los derechos palestinos, la verdad entre bastidores sugiere un escenario diferente. Informes internacionales y fuentes bien informadas indican que el rey Abdullah II ha dado efectivamente luz verde para discutir la posibilidad de implementar el proyecto de la patria alternativa, pero con condiciones clave que garanticen que se lleva a cabo bajo el liderazgo de la monarquía jordana”.

“El régimen jordano considera que los acuerdos que preservan su control sobre los cambios demográficos y políticos en el país, junto con las garantías de miles de millones en ayuda internacional, son una forma de transformar este proyecto de una amenaza en una oportunidad para reforzar la posición de Jordania en la escena regional e internacional”.

“El rey Abdullah II pretende capitalizar el apoyo internacional y regional, en particular de Estados Unidos y los países europeos. En este contexto, parece que el régimen jordano está dispuesto a aceptar el proyecto de la patria alternativa si se lleva a cabo bajo su liderazgo y de un modo que garantice el pleno control de sus consecuencias, tanto internas como externas”.

“Al mismo tiempo, el rey Abdullah II desea mantener un delicado equilibrio entre aceptar discretamente el proyecto a puerta cerrada y presentar una postura pública de oposición al mismo para evitar perder el apoyo popular interno, especialmente de los grupos que ven el proyecto de patria alternativa como una amenaza a la identidad nacional jordana. Así pues, la monarquía sigue manejando este asunto con cautela, consciente de que cualquier paso público hacia la aceptación del proyecto requerirá una importante preparación nacional e internacional”.

“En tiempos de guerra, como en tiempos de paz, la concienciación de los pueblos palestino y jordano es esencial. No se trata sólo de una patria devastada o minimizada; es una crisis que afecta a personas manipuladas por dirigentes del Este y del Oeste, del Norte y del Sur. La brújula debe apuntar siempre hacia el derecho de los pueblos a la autodeterminación y la soberanía. ¿Se ha recibido el mensaje?”.