El restaurador Jordi Asín se siente "como un niño con zapatos nuevos". Ha inaugurado el nuevo Bar Pinotxo en el Mercado de Sant Antoni de Barcelona, con una inversión importante, admite. El nuevo Pinotxo reabrió el 23 de octubre con la presencia de vecinos, clientes, políticos y periodistas. Le dieron un cariño que necesitaba.
Ahora, semanas después, los barceloneses le siguen viniendo a ver a su nuevo puesto a Sant Antoni. Algunos "clientes de toda la vida" y también los paseantes y turistas habituales.
Quien no ha venido a verle aún es Conchi Blanco, directora de La Boquería y funcionaria del Ayuntamiento de Barcelona. Tampoco algunos exconcejales que se jactaban de proteger el comercio histórico de la Ciudad Condal, pero ni contestaron a los mensajes de Asín cuando éste pidió ayuda para que no le desalojaran del mercado más conocido de España.
Porque esto es lo que pasó. El hostelero fue desahuciado de malas maneras pese a que llevaba "décadas trabajando" allí. Una oscura operación de compraventa participada por un despiadado abogado, Enrique Moreno, y un restaurador falto de la más mínima ética, Elharrar Mardochee Maki, se quedaron con el local cuando falleció su fotogénico gestor, Joan Bayén Pinotxo.
Pero esa transacción no se podría haber ejecutado sin la complicidad de Blanco, que ahora esconde la cabeza y ni se digna a visitar el nuevo Pinotxo, pese a que en el pasado sí "necesitaban" a Asín para todo, desde cambiar un enchufe hasta no sé qué promoción de la Boquería.
Pero yo sí sé lo que hicisteis el último verano con Pinotxo. Aprovechando las obras de rehabilitación del pavimento del mercado, el Instituto de Mercados (IMMB) echó de malas maneras a Jordi Asín aprovechando un vacío legal y una pugna familiar.
El traspaso de la concesión, que habitualmente se demoraría meses, duró pocos días. A alguien le interesaba que Pinotxo cambiara de manos y se lo quedara Maki. Por las razones que fueran: yo solo puedo pensar en las económicas. Y en esta ecuación, les estorbaba el sobrino de Bayén, Asín, que se quedó compuesto y sin bar. Pese a que tenía derechos históricos adquiridos.
Nadie le avisó y ni le permitieron ni recoger sus efectos personales. El episodio es tan vergonzoso que sorprende que no haya dimisiones al más alto nivel. En privado, porque yo se lo pregunté, Conchi Blanco --no quiso hablar en público-- aseguró que el traspaso de Pinotxo fue legal y regular.
Ya lo veremos, dependerá de los tribunales, añadiría yo, porque había una SCP dentro. Pero de lo que no cabe duda es que ni avisaron a Jordi Asín ni ejercieron un papel mediador. Mercats falló no en la responsabilidad directa, sino en su competencia de fiscalización. Lo que los anglosajones llaman oversight. Ni avisaron, ni mediaron ni protegieron.
Entregaron un local fundado en 1940 por la puerta de atrás. Obraron a brazos caídos, cuando no algo peor. La Barcelona que se nos va.
Pinotxo era un local histórico, emblemático y querido por los vecinos. Y una oscura operación afloró una trama interna en La Boquería que no presagia nada bueno. Con un restaurador estrella, Maki, que se lo está quedando todo. Porque alguien lo está permitiendo, añadiremos los incrédulos. Porque a alguien le va bien, argumentaría otro.
Cuando Crónica Global empezó a tirar del hilo, la respuesta del Mercado fue invitar a este medio a visitar la instalación --bien-- y tratar de cortarnos las fuentes para que no se publicara nada más del lugar --mal--. Una suerte de omertà meets La plaça del Diamant. Se entiende, pero no comparte.
Lo lógico ha pasado: La Boquería sigue su descenso a los infiernos. Maki avanza puesto a puesto ante el estupor propio y ajeno. El Mercado se ha rendido a los turistas y los barceloneses ni estamos ni se nos espera. Es el "desequilibrio entre vecinos y turistas", como lo describe Asín desde su exilio en Sant Antoni. Él sí que es un exiliado y no otros. Cuando reabrió en Sant Antoni el 23 de octubre, desde Mercats ni lo promocionaron en sus redes sociales. Fue la famosa petita vendetta catalana: la exclusión pasivo-agresiva del apestado. Ibsen entendido al revés.
En este tsunami de mediocridad y low cost, Maki lo engulle todo, pese a la débil oposición que le planta Jordi Mas, el nuevo presidente de los comerciantes. Mas trabaja, pero no acaba de convencer, explican intra muros. Va bien encaminado, pero le falta decisión y pegada. O influencia.
Meses después, Pinotxo ha reabierto por el arte del boca a boca, y no gracias a Mercats. Asín se ha desquitado con un movimiento de pizarrín que, por cierto, avanzamos nosotros en marzo. A su vez, Conchi Blanco, pendiente de destitución que no se vestirá así, no se ha dignado a visitar a restaurador al que dio la espalda. Óscar Ubide, gerente de La Boquería, sí lo ha hecho, discretamente. Porque no son todos, pero aún quedan funcionarios íntegros en esta Barcelona que se asfixia.