La purga
Hay una popular franquicia cinematográfica titulada The purge (La purga) que gira en torno a un supuesto día al año en que las autoridades estadounidenses, en vistas a evitar males mayores y a que la sociedad se sosiegue el resto del curso, permiten que se cometan toda clase de crímenes que quedan voluntariamente sin castigo: durante veinticuatro horas al año, puedes eliminar a quien te salga de las narices sin pagar las consecuencias. Si se sale con la suya y se tira otros cuatro años en el poder, yo creo que Pedro Sánchez podría llevar a cabo su propia versión de La Purga y, durante un día al año, cesar de un plumazo a todos los disidentes de su partido sin tomarse la molestia de dar explicaciones. Le saldría a cuenta, pues el ramalazo estalinista pasaría más desapercibido –aparte de ser ya esperado por la población- que el cuentagotas que practica en la actualidad: primero cayó Joaquín Leguina, ahora le ha tocado el turno a Nicolás Redondo y ya veremos quién será el próximo que es eliminado de la foto de familia, como en aquellas imágenes soviéticas en las que iban desapareciendo personajes a medida que iban cayendo en desgracia hasta que solo quedaban Lenin, Stalin o el carnicero de turno (en una de sus novelas, Milan Kundera abordaba la situación con la supuesta foto de un hombre con sombrero que sostiene otro sombrero, presuntamente perteneciente al sujeto eliminado de la instantánea).
Puede que a Joaquín Leguina se le fuera un poco la mano a la hora de comprender a la derechona, pero al señor Redondo Terreros (Portugalete, 1958) lo han echado del partido por dejarse ver con José María Aznar… Aunque llevaba ejerciendo de disidente desde principios de este siglo. Antes de eso, fue un personaje fundamental del socialismo vasco (secretario general entre 1997 y 2002), venía de una familia de sociatas ilustres (su padre, el sindicalista Nicolás Redondo Urbieta, fue un notorio dirigente de la UGT) y se chupó con extrema dignidad los años de plomo de ETA, con cuyo mundo tan comprensivo se mostraba Jesús Eguiguren, personaje fundamental a la hora de empujarle a la disidencia con la línea oficial del partido.
Ahora está más levantisco que nunca: no le parece bien que su jefe de filas hable con un fugitivo de la justicia para asegurarse el sillón a cualquier precio. Lo ha dicho en voz alta, ha sido visto con figurones de la derechona, ha sido acusado de traidor y, como todos sabemos, puesto de patitas en la calle tras toda una vida en el PSOE (y prácticamente nadie ha salido en su defensa: si te enfrentas al líder, atente a las consecuencias). Así funcionan las cosas en el PSOE de Sánchez y ya se sabe que quien disienta de la línea oficial o es un viejo imbécil (como González o Guerra) o un facha.
Nicolás Redondo hijo ha sido un político tan honesto y valiente como lo fue en el sindicalismo Nicolás Redondo padre. Se movió en un entorno hostil durante años, dando la cara por la socialdemocracia y por España cuando en Euskadi te podían matar por ello. Ahora ha cometido el error de pensar por su cuenta y ha sido eliminado. ¿El mensaje?: quien no esté de acuerdo con Sánchez, ahí tiene la puerta. Y la cruza o se la hacen cruzar. Ha empezado La Purga.