Fanática, pero carismática
Echaré de menos a Eulàlia Reguant (Barcelona, 1979), la matemática de la CUP que acaba de dimitir como diputada en el parlamento catalán para arremangarse y fundirse con lo que en mis tiempos universitarios se conocía coloquialmente como la puta base. Y no será porque me importe un pepino la contribución de la CUP al progreso de Cataluña, que es harto discutible (ese partidillo me parece una excrecencia de la democracia cuyos miembros nunca deberían haber abandonado el cau en el que se inflaban a birras), sino porque era la única representante de esa pandilla de revolucionarios de estar por casa que me resultaba levemente entretenida. Me gustaban sus tendencias sartoriales (en concreto, su amor por esa prenda rural que es la salopette), su colección de gafas (que nada tenían que envidiar a las del adivino Rappel), su discurso errático y a menudo incomprensible y, sobre todo, su gestualidad disparada, que la llevaba a exhibir una gran cantidad de tics que me resultaban irresistibles (por mucho que me distrajeran de lo que estaba diciendo, aunque también es verdad que solía importarme un rábano). Puede que mi Eulàlia sea una fanática, pero su carisma es innegable, lo cual se agradece en una agrupación política en la que el jefe es un señor de mi edad con pinta de monje de Montserrat, los militantes de sexo masculino muestran claras señales de alopecia antes de cumplir los treinta años, las mujeres se huelen el sobaco en el hemiciclo antes de tomar la palabra (mientras se quejan de acoso sexual por parte de compañeros a los que nunca acaban de identificar) y todos en general son burguesitos disfrazados de militantes antisistema. Hay que reconocer que, en ese entorno infernal, Eulàlia, por lo menos, destacaba por su manera de presentarse en sociedad.
La van a sustituir por una mujer más joven y más fanática, Mar Ampurdanès (Caldes de Montbui, 1996), procedente de Arran, que es como el Frente de Juventudes de la CUP y entre cuyas hazañas patrióticas se cuenta la rotura de los cristales de la primera redacción de Crónica Global, que la señora Ampurdanès justificó en su momento (parece que nos la merecíamos) y que la policía autonómica nunca se esforzó mucho en investigar (aunque estábamos a veinte metros de la sede de la CUP, emplazamiento ideal para almacenar martillos y hasta piolets como el de Ramón Mercader). Aunque nunca visité mucho esa redacción, siempre que me dejaba caer por ella, pensaba en la posibilidad de coincidir con mi Eulàlia en el bar que había entre el diario y el cuartel general de los cupaires y disfrutar del privilegio de verla actuar en vivo y en directo (jamás lo logré y siempre tuve que conformarme con sus espectaculares apariciones en televisión).
Con Mar Ampurdanès no tengo el menor interés en cruzarme y, además, la actual redacción del diario queda muy lejos de la sede de la CUP. Espero, eso sí, que mi Eulàlia siga haciéndose notar, no como su compañero Garganté, el autobusero, que me divirtió mucho hasta que le dieron un cargo en TMB y no ha vuelto a abrir la boca. Siempre se van los mejores.