El último espectáculo de la fugada Clara Ponsatí, presentándose en Barcelona sabiendo que no pisará la cárcel al haberse derogado el delito de sedición en el Código Penal, evidencia de nuevo la impotencia de un independentismo cada vez más desnortado y en claro declive electoral.
El tiempo del nacionalismo y el populismo identitario y excluyente pasó, pero a pesar de su constante pérdida de votos, los tres partidos que lo representan -ERC, Junts per Catalunya y la CUP- siguen sin darse cuenta. Y otro tanto ocurre con la propia Ponsatí, que por muchos aspavientos y épica que trate de insuflar a su fuga de la justicia española, lo suyo se limitó a una simple citación para declarar por desobediencia en el juzgado, sabedora de que al cabo de un rato sería puesta en libertad.
En definitiva, pura gesticulación de cara a la galería y unas indisimuladas ganas de tener su minuto de gloria en los informativos del día. Porque, en el resto de Europa, sus tretas y sus ganas de llamar la atención tampoco cuelan.